Vivimos en un régimen cada vez más opresivo de la tolerancia. Todo debe ser tolerado y cuando asoma la menor crítica, entonces somos acusados de ideológicos, comunistas, feministas, intolerantes, etc. Los seudo-impolutos postideológicos, que quieren ganar a manos llenas, siempre tienen un comodín para decir un par de mentirillas “blancas” y así mantener cautivo a su electorado.
Se esgrime el siempre facilista discurso de la libertad de expresión como régimen para decir cualquier cosa. Los periodistas suelen quejarse mucho de esto también, dicen tonteras o falsedades y luego piensan que deben ser respetados, pues para eso estamos en un país “democrático”. Vease el caso de la periodista, una clara operadora política, que acusó a Ossandón y anda por ahí muerta de la risa. Aparece en televisión una señora llamada Marcela Aranda, que se declara ni de derecha ni de izquierda, pero que sin embargo es asesora de políticos de derecha, a quien deberíamos aceptarle sus propuestas/garabatos. Pues no. En verdad ella es una operadora ideológica y política de la reacción ultraconservadora de la sociedad chilena.
Gilbert Chesterton en 1908 señaló lo inevitable que es el enfrentamiento de dos posiciones religiosas. No estaba equivocado, en general. En este mundo postideológico, donde lo mismo vale la lucha por la dignidad laboral que la defensa de los más crueles valores del fanatismo religioso, el régimen discursivo que nos gobierna es el de la tolerancia. ¿Un neo Ku Klux Klan también debería ser tolerado por representar una forma de pensar? ¿O el neo nazismo? ¿O aquellos que dicen que la dictadura hizo cosas buenas en lo económico, pero…” El relativismo de mínimos valores humanistas nos está matando.
Toleramos tanto que tragamos mierda a cada rato. El pastor Soto, ese hombre que es un fanático religioso de baja calaña es tolerado e invitado a programas de televisión como si fuera un verdadero actor del espacio público, alguien que tiene algo que aportar para la construcción de un país mejor. Todo por unos no despreciable pesos de publicidad. Como diría Umberto Eco, muchas de esas personas antes decían sus necedades frente a un asado y cuando estaban un poco ebrias, ahora tienen espacio en la pantalla para hacer y decir lo que quieren.
Me declaro el rebeldía de esta tiranía. La tolerancia de capa y espada, la tolerancia que va con un cuchillo en la espalda, el bus del fanatismo, el argumento del respeto a lo no respetable. Ni la familia es una, ni el género es una ideología, el estado es laico y no puede tolerar que los fanáticos religiosos gobiernen el espacio común y público.
Temuco, julio del 2017
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Post y Contenido Original de : El Ciudadano
La tiranía de la tolerancia
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