La poesía es el summun del lenguaje. Allí se condensa todo. Es la mínima expresión y a la vez la máxima. Un verso puede ser preciso e intenso como el fuego o banal y ordinario como un eructo. La poesía, decía Benedetti, es el género de la sinceridad última e irreversible. ¿Será porque no hay forma de escapar de esa fuerza poética? Te conmueve o no te conmueve. La poesía no acepta grises.
María Emilia Cornejo tampoco los aceptaba. Tenía 23 años cuando murió. Juventud, depresión —casi como el estado natural del poeta, según el estereotipo—, sobredosis de pastillas. Una chica que caminaba decidida por los pasillos de una Lima conservadora y patriarcal a fines de los años sesenta y principios de los setenta. Murió en 1972 y no publicó nada. Bueno, casi nada, porque cuatro poemas suyos vieron la luz bajo el seudónimo de María Márquez (apellido de su esposo, pero también de su madre) en la plaqueta del taller de poesía de San Marcos, Gesta N°2, en octubre del setenta.
Luego sí, todo apareció de forma póstuma. Todo son tres poemas publicados en la única edición que tuvo la revista Eros un año después de su muerte. Luego, en 1989, llega En la mitad del camino recorrido, su único libro, que cuenta con los tres publicados más otros tantos de su cuaderno personal. Antes de morir, estaba trabajando sobre este material, pensando en su publicación. No llegó a hacerlo. Ahora, por la editorial Todos Leemos, se edita por primera vez en la Argentina. El nuevo contexto feminista y reivindicatorio del derecho al goce de la mujer lo abraza y lo revitaliza. ¿Quién fue María Emilia Cornejo y que es lo que tenía para decir?
Nacer, morir y todo lo que sucede en el medio
Nació en una familia católica de clase media, con trabajo y un relativo buen pasar si se lo compara con la mayoría del pueblo peruano. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y participó del taller de poesía que allí dirigían Hildebrando Pérez Grande y Marco Martos. Leyó mucho marxismo y se acercó al movimiento de la Teología de la Liberación. Se fue de la casa familiar y se fue a vivir a un barrio pobre, Caja de Aguas, al norte de Lima, junto a otros amigos militantes y artistas. Entre ellos estaba, por ejemplo, quien fue alcaldesa de la ciudad, Susana Villarán. Allí, en ese lugar, la poeta se suicida.
Del suicidio se puede hablar largo y tendido pero siempre bajo el manto relativo de la especulación. Su madre, en una entrevista de 1999, contó que la depresión de su hija tenía que ver con dos cuestiones íntimas: María Emilia había tenido un aborto prematuro con tres meses de embarazo; además, se había separado de su esposo Oswaldo Márquez. Tal vez la maternidad frustrada, el amor romántico frustrado. Tal vez. Nunca lo sabremos. Quizás lo mejor sea toparse con sus propias palabras, tropezarse en sus versos, quedarse un rato ahí, en el piso, leyendo como ella escribía. Quizás así nos acerquemos a una verdad:
soy
la muchacha mala de la historia
la que fornicó con tres hombres
y le sacó cuernos a su marido.
soy la mujer
que lo engañó cotidianamente
por un miserable plato de lentejas,
la que le quitó lentamente su ropaje de bondad
hasta convertirlo en una piedra
negra y estéril,
soy la mujer que lo castró
con infinitos gestos de ternura
y gemidos falsos en la cama.
soy
la muchacha mala de la historia.
De Perú al mundo y viceversa
Todos Leemos debuta con este libro. Gaby Mena, directora de la editorial, leyó por primera vez a esta poeta peruana en las redes. “Yo doy talleres de lectura y escritura, y haciendo una investigación me crucé con uno de sus poemas más emblemáticos, La muchacha mala de la historia, y encontré que estaba hablando de mí. Ese es el lugar que en general nos habla la poesía a todos, nos va directo al corazón. Y es muy fuerte, porque no es sólo un poema que me impresionó a mí, impresionó a toda una generación. No te olvides que María Emilia está considerada como la apertura de la poesía erótica de los ochenta, en un país como es Perú y en una Lima patriarcal que aún continúa siendo patriarcal. Y ese poema lo escribió a principios de los setenta”, le dice a Infobae Cultura del otro lado del teléfono.
“María Emilia ocupa un lugar clave en la literatura peruana”. La que habla es la escritora también nacida en Perú Gaby Cevasco. Escribió el prólogo a la tercera edición que salió en Perú en el año 2005 editada por el centro feminista Flora Tristán. “Pertenece a la generación del setenta, que incorporó a nuevos personajes a la poesía peruana, como los migrantes, que estaban construyendo una nueva cultura, un nuevo modo de ser en el Perú, un sincretismo entre lo rural y lo urbano, entre lo andino y amazónico y lo costeño, que ha enriquecido este país en lo social, cultural, artístico, en lo económico”, agrega.
Y continúa: “María Emilia trajo a las mujeres, pero a las mujeres reales, con sus fuegos, sus tristezas, sus soledades; no las mujeres ficción que se repetían en los medios de comunicación, desde el Estado, desde las iglesias. Ya desde fines de los sesenta, las mujeres habían empezado a salir a las calles con otros discursos, sublevándose a lo establecido para ellas. María Emilia expresó todo ese sentir, abrió un nuevo camino para la poesía, que luego va a continuar Carmen Ollé con Noches de Adrenalina (1981) y luego continuaron las poetas del ochenta, como Rocío Silva Santisteban, Mariela Dreyfus, Patricia Alba, Giovanna Pollarolo. Todas ellas transformaron lo íntimo en político”.
Para Mena “es una poesía directa, que podría considerarse casi ingenua. Si no la ponemos en el contexto sociopolítico en el que fue escrita podría tomarse que su poesía es la de una muchacha enamorada y muy sincera. Pero si tenemos en cuenta que está escrita por una joven militante de comienzos de los setenta, lo que encontramos es que hay una deliberación en el uso del lenguaje, hay una elección sobre qué decir y cómo decirlo. Que la poesía elija hablar de la mujer respecto al hombre, de la relación afectiva y que elija palabras que llevan a lo corporal, y más específicamente a lo sexual, podemos pensar que hay una deliberación que tiene que ver con lograr una apertura en el ámbito del lenguaje, poético y femenino”.
Es que hay una tentación muy grande en comparar a una poeta como María Emilia Cornejo sólo con otras poetas. Reducirla a su tema, digamos. Desde luego, el universo que recrea, los obstáculos que salta, los fantasmas contra los que combate se nutren en buena medida del universo femenino. Tal vez sea más feminista que clasista, sin embargo, es un trampa: y aunque los versos de María Emilia Cornejo ilustren muy bien esa idea de liberación femenina, lo hace como los versos de tantos poetas homosexuales que visibilizaron estéticamente el universo gay. ¿Es justo? Quizás sea sólo pereza, porque en reducir un objeto a una sola y única significación es simplificar su poderío, es hacer una lectura miope.
Vuelos sobre una intimidad también política
Hay alguien que la conoce como nadie: Ana Cornejo Calderón, que no es sólo su hermana, es su hermana gemela. “No teníamos casi secretos. Lo que no me contaba yo lo adivinaba. Conmigo era transparente, como yo lo fui con ella. ¿Qué te puedo decir? Poca gente la conoció tanto como yo”, le confiesa a Infobae Cultura. ¿Existirá la conexión cósmica de los gemelos? Hoy no relee los versos de Emilia —Ana la llama así: Emilia, a secas— porque se los sabe de memoria, “aunque lo hago de vez en cuando, ya sea en ocasiones tan importantes como esta nueva edición argentina o cuando sale algún comentario o artículo sobre ella, en periódicos, revistas o en la internet”.
Después confiesa que leerla, cuando la lee, le provoca “mucha nostalgia, y también muchas emociones encontradas. Sus versos hoy me suenan tan frescos como hace más de cincuenta años, y en esta época me sigue asombrando la forma como le llega a las mujeres y también a los hombres que la leen. Me asombra su vigencia, y cada vez que vuelvo a leerla encuentro cosas nuevas. Tengo otra mirada de lo que dice, la descubro, me aclara muchas cosas de ella, de nosotras. Son detalles que quizá solo yo puedo ver. Puede ser solo un sentimiento mío pero ella me habla siempre y siempre me sale con algo nuevo”.
Además de una mujer brava, era una militante social. “Emilia era de izquierda —cuenta su hermana—, era una marxista convencida. Se leyó todo lo que había que leer. Más tarde participó de la Juventud de Estudiantes Católicos, un grupo que giraba alrededor de la figura del padre Gustavo Gutiérrez y su Teología de la Liberación, muchos dirigentes de la izquierda peruana salieron de ese grupo. Su opción fue siempre por los pobres y, como era de esperarse en ella, se fue a vivir a un barrio obrero de la periferia de Lima. Ella tenía que hacer todo completo, en esa época daba clases de Literatura en un colegio barrial de la zona donde vivía. No puedo decir que fuera feminista, no había un movimiento feminista como tal en ese tiempo, pero era una lectora y muy admiradora de Simone de Beauvoir“.
En lo cotidiano, recuerda su hermana, “era carismática, atractiva, tenía un gran encanto, muy amiguera, era de grandes amistades, tenía también mucho jale con los galanes, siempre había uno o dos enamorados dándole vuelta”.
No puede olvidarse tampoco que “en casa era la encargada de escribir todas las tarjetas de cumpleaños, aniversarios, saludos. De manera muy sencilla y clara siempre daba en el clavo con cada persona a quien iba dirigido el mensaje. Hasta las cosas más sencillas, como dejar una nota avisando que no venía a comer, era un halago para quien la leyera. Le gustaba cocinar y hacer dulces, y lo hacía bien. En general no dejaba nada a medias, en lo que se metía lo agotaba, a veces era un poco asfixiante, se tomaba a pecho hasta las cosas más sencillas. Siempre bromeábamos acerca de lo melodramática que a veces se ponía”.
Leer a María Emilia Cornejo, hoy
Hay una idea muy repetida que dice así: de todos los géneros, la poesía nunca queda vieja. Tal vez no sea del todo de cierto, aunque también se puede explicar pensando en el énfasis, en la pronunciación vehemente de los poetas en cada tiempo y contexto. En ese sentido, ¿por qué leer hoy a María Emilia Cornejo, a 46 de su muerte?
“Porque es una voz más de las tantas chicas que hoy pueblan las calles con sus pañuelos verdes —asevera Gaby Mena—. Es una voz que se mezcla con la de nuestras mejores. Cuando decidí que este era el primer título que publicamos como editorial fue porque yo creo que la labor de la editorial es traer al presente las voces de otras que nos precedieron. La voz de Emilia nos precede con respecto a su libertad, su forma de escribir y de decir, de una manera absolutamente novedosa y revolucionaria”.
“Yo he dado el poemario a muchas jóvenes y de inmediato se han apasionado con ella”, dice Gaby Cevasco con algo de orgullo. “El poemario seguía siendo tan revolucionario como lo fue en los setenta —agrega—, porque aún se reprime el sentir, la sexualidad femenina, especialmente de las jóvenes, y no solo está su contenido, también la forma en que dice lo que siente, sencillo, pero de una gran profundidad y es intenso, nostálgico”.
“Ella marca un hito, para la poesía femenina especialmente —dice Ana Cornejo Calderón—, abordando temas que para su época rompieron cantidad de esquemas. Creo que por primera vez en Perú se escribía con tal carga de erotismo y crudeza. Fuimos una generación de ruptura y ella lo evidenció de manera tal que puso en poemas lo temas que todas hablábamos y compartíamos. Poetizó, si se puede usar esa palabra, nuestro día a día, nuestras vivencias. En fin, creo que nos dió voz y se la dió a futuras poetas”.
La muchacha mala de la historia. Lo fue, lo es, lo será. Hay una herida transformada en vanidad. Un estigma transformado en bandera. En ese gesto indócil que se rebela frente a la sumisión ordenada está la esencia que hoy, al igual que ayer, hacen de María Emilia Cornejo una poeta inquietante.
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Source: Infobae