La leyenda de Tarzán

En la era de los remakes innecesarios llega a las pantallas de manera apabullante La leyenda de Tarzán (The legend of Tarzan, Estados Unidos, 2016). Es otra de las grandes superproducciones hollywoodenses de esta temporada veraniega de las que la mayoría ha dejado mucho que desear.

Esta enésima versión de la creación de Edgar Rice Burroughs llega evidentemente por la falta de creatividad para producir historias nuevas, y para abordar a una nueva generación de espectadores, de otra manera no se entiende la repetición fallida de un gran clásico conocido por casi cinco generaciones, del que se han hecho decenas de versiones para cine y televisión y que ha sido interpretado por numerosos actores.

Esta nueva adaptación está escrita por Adam Cozad y Craig Brewer, y la dirige David Yates, que ha tenido momentos más destacados como es el caso de las cuatro películas de Harry Potter de las que fue director. El guión se siente repetitivo, débil, falto de sustancia; es difícil emocionarse con los protagonistas.

Como la historia es ya muy familiar se introducen algunos giros que plantean el inicio de la historia en Inglaterra cuando Tarzán es ahora John Clayton III, Lord Greystoke, y vive felizmente casado con Jane como el único heredero de una enorme fortuna. África, la selva, los monos que lo criaron, los sonidos de la jungla, los animales salvajes, y las tribus con las que estableció contacto, son un recuerdo lejano y ahora es un hombre totalmente civilizado.

Pero las cosas se complican cuando es invitado al Congo Belga en una misión diplomática, orquestada por el perverso consejero de Leopoldo de Bélgica, León Rom, quien está tendiendo una trampa con oscuras intenciones para apoderarse de la riqueza de diamantes de la región, y someter a miles como esclavos.

Valiéndose de los efectos especiales, David Yates logra momentos espectaculares y con la tecnología digital genera un buen surtido de criaturas de la selva: gorilas, elefantes, tigres, cocodrilos, rinocerontes, etc., y hace que Tarzán se columpie entre la maleza y las lianas de manera muy realista.

El actor protagónico no tiene mayor demanda en su interpretación que estar galán y tener un físico perfecto, con un abdomen como de estatua griega, así es que el sueco Alexander Skarsgârd cumple a secas, pues por momentos es totalmente inexpresivo, tieso, sin entender la esencia de Tarzán. Por ello está arropado por los actores secundarios como Christoph Woltz, quien en cada película parece interpretar el mismo papel, pero no por ello deja de ser una presencia poderosa en la pantalla, Samuel Jackson a cuyo cargo están algunos momentos de humor y que le roba varias escenas a Skarsgârd, y la propia Margot Robbie como Jane, que alcanza a ser intensa y convincente en su interpretación.

La leyenda de Tarzán adolece de lo más importante: la verdadera esencia del personaje de E. R. Burroughs, el “rey de los monos”, aquella que sí fue captada por otras versiones.

Es una película que quiso ser diferente, pero al final no aporta nada nuevo.

Espérela en Netflix.