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Hotel castiga con un cargo de USD 350 a huéspedes que se quejan del servicio

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Hotel castiga con un cargo de USD 350 a huéspedes que se quejan del servicio

(WWAY)

Era una de las peculiares características del Abbey Inn: una pareja podría pasar unas vacaciones allí en una romántica suite rodeada del bosque de Indiana y nunca encontrarse con un alma.

Normalmente no habían otros clientes. No había personal a tiempo completo. A menudo, incluso, no había empleados. “Su estadía es privada”, decía el ahora desaparecido sitio web del hotel durante la primavera de 2016. “Es posible que no vea a otra persona”.

A Katrina Arthur, el lugar le parecía bonito. Desde el exterior, parecía encajar en su nombre, un pequeño santuario de bosque, pintado de blanco como una iglesia. Entonces ella y su esposo reservaron una escapada de fin de semana en marzo del 2016. Luego descubrieron lo que había más allá de la superficie.

Una demanda de engaño presentada hace unas semanas por el estado de Indiana contra el propietario del hotel afirma que Arthur nunca llegó a ver un documento de política que enumerara ciertas peculiaridades sobre el Abbey.

“Esperamos que disfrute de su estancia con nosotros”, decía en su web ambientada con imágenes de flores y paredes blancas.

Sin embargo, a veces, las cosas salen mal.

La luz se iba por la noche y ningún miembro del personal estaba allí para restaurar la electricidad hasta la mañana siguiente. Tampoco había teléfonos en las suites.

(ABC News)

Ofrecía una advertencia inusual, que ahora es la base de la demanda del estado: los huéspedes deben tener cuidado con lo que decían sobre los problemas del hotel. Porque el Abbey Inn tenía forma de castigarlos.

El hotel se encuentra en una carretera del condado de Brown, cerca de la entrada de un bosque estatal. Los clientes, a menudo, llegaban sin encontrar a ningún miembro del hotel y solo había un paquete esperándolos con la llave de la habitación en su interior, según decía el estado en su demanda.

Pero cuando la pareja llegó, durante la primavera de 2016, pudo tener un encuentro fugaz con un empleado. “Al final vino al lobby, me hizo firmar un recibo de USD 230 por la habitación y luego me fui“, relata Katrina.

Ella nunca volvió a ver al empleado, de acuerdo a los documentos judiciales. Y las cosas empezaron a ir mal tan pronto como la pareja entró por la habitación.

Olía a alcantarilla“, escribió Arthur en su denuncia. El aire acondicionado tampoco funcionaba. “Empezamos a revisar las sábanas y la cama. Encontré pelos y suciedad”, señaló a una afiliada de la cadena ABC.

Fue al lobby a quejarse, pero no había nadie allí. Arthur tampoco encontró a ningún empleado del hotel. Tampoco respondió nadie por teléfono.

(ABC News)

Entonces, dice, ella misma limpió la habitación. Y luego, sin nada más que hacer, y a pesar del extraño olor, se fueron a la cama.

Cuando despertaron al día siguiente, todavía encontraron el lobby desierto. Entonces pusieron su llave de la habitación en el buzón y se alejaron del bosque del Condado de Brown. Solo más tarde, de acuerdo con la demanda del estado, el Abbey contactó a la pareja.

Llegó un correo electrónico pidiéndole a Katrina Arthur que dejara una reseña en Internet. Resultó que lo que ella llamaría a su experiencia como “pesadilla” no había sido del todo única.

“Pelos en la pared”, decía una crítica publicada ese mismo año en bedandbreakfast.com. “La luz se fue dos veces”, decía otro.

“Básicamente es una cabina destartalada”. “El olor a aguas residuales que emanaba del baño era horrible, pero no parecía molestar a los insectos y a las arañas”.

Estas inquietantes anécdotas eran mayores que las de los huéspedes que habían encontrado que el lugar era encantador y su soledad rústica entrañable. Pero según descubrió Arthur, podría haber una razón para que hubieran buenos comentarios.

“Fui honesta, quería que la gente lo supiera”, relató.

(Fox News)

Al mes siguiente recibió una carta de un hombre llamado Andrew Szakaly. La demanda del estado decía que se describió a sí mismo como el abogado del hotel, cuando en realidad era el propietario y el operador. La carta decía que la crítica de Arthur era falsa y que había causado “daños irreparables” al hotel. Szakaly advirtió que la demandaría por difamación, a menos que Arthur retirara el comentario.

“Eso me asustó muchísimo”, comentó Arthur a los medios de comunicación. Entonces, ella borró la crítica. Pero al revisar su extracto bancario unos días más tarde descubrió que el hotel le había cobrado USD 350 extra.

Ese castigo fue presentado en el documento de política que el estado dice que nadie le mostró a Arthur: “Los huéspedes acuerdan que si encuentran algún problema con nuestro alojamiento y no nos brindan la oportunidad de abordar esos problemas mientras el cliente está con nosotros y/o rechaza nuestro recurso exclusivo, tendremos derecho a hacer un cargo a su tarjeta de crédito si luego nos menosprecia de manera pública”.

Y es por eso que, después de que Arthur escribiera a la oficina del fiscal general pidiéndole ayuda para recuperar sus USD 350, el estado ahora está demandando.

El estado está pidiendo más de USD 5,000 a Szakaly por daños y una orden judicial que impediría que el Abbey adopte reglas “opresivamente unilaterales o duras”.

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Szakaly dijo a The Washington Post que ha sido el dueño del hotel durante casi dos décadas y que tenía buenas razones para implementar una política que el estado considera dura. “Hace varios años, la posada comenzó a experimentar lo que se conoce en la industria hotelera como el ‘chantaje de las redes sociales’“, escribió Szakaly en un comunicado. “Un huésped se quedaba ahí, se iba sin presentar ninguna queja con respecto a su estadía y luego pediría un reembolso o publicaría comentarios negativos sobre la posada en las redes sociales”, argumentó.

Llamó a Arthur como “una clienta descontenta” que no había presentado ninguna queja durante su estadía y que tampoco dejó constancia de que no había podido encontrar a nadie para tratar esos problemas.

Szakaly también notó que la política de castigo de USD 350 terminó varios meses después de la estadía Arthur. Desde entonces, un nuevo gerente ha estado operando el hotel con planes de comprarlo.

El nuevo gerente es Amanda Sweet, quién contestó al teléfono de inmediato cuando The Washington Post llamó al hotel. Sweet dijo que ella y su esposo habían estado trabajando durante un año para arreglar el lugar.

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Los invitados ya no era castigados por quejarse. “Queremos saber qué hicimos bien y qué hicimos mal”, dice.

Pero reconoció que había mucho que se podía hacer sobre algunas peculiaridades del Abbey: los enjambres o el arroyo con olor a azufre que algunos huéspedes podrían confundir con las aguas residuales.

En cuanto al lobby sin personal, según dijo, ahora es una característica del hotel. Ya no hay recepción. Los huéspedes reciben un código clave para registrarse y pueden enviar mensajes de texto si necesitan algo.

Los clientes “no quieren ver a nadie. Quieren disfrutar de su estadía con su pareja, con amigos o en soledad“.

Source: Infobae