MANAGUA.
Una particular protesta tiene desgastados los pintalabios y llenas de imágenes las redes sociales en Nicaragua: las mujeres, y algunos hombres, se han pintado los labios de rojo y posteado sus fotos para mostrar su disconformidad con el Gobierno del presidente Daniel Ortega.
Labios gruesos, delgados, barbudos, serios, sonrientes o sensuales, de mujeres, hombres, y hasta de animales, aparecieron pintados en Nicaragua por una súbita manifestación denominada “pico rojo”.
La banda del pico rojo. También nos unimos.#PicoRojo #SoyPicoRojo #RedLipsChallenge#SOSNicaragua pic.twitter.com/A0xPiZbTTl
— Uriel Velásquez (@urielvelasquezz) 16 de octubre de 2018
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La protesta se da en medio de una crisis sociopolítica que ha dejado cientos de muertos desde abril pasado en el marco de protestas antigubernamentales, de los que organismos humanitarios locales e internacionales responsabilizan al Gobierno de Ortega, que rechaza las denuncias en su contra y dice ser víctima de un intento de golpe de Estado.
Cuando la represión aumenta, lo que sobre es creatividad para protestar #SoyPicoRojo #PicoRojo pic.twitter.com/sllZfR19RR
— Edelma Reyes (@edelmaReyes) 16 de octubre de 2018
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Como la mayoría de las manifestaciones contra Ortega, la del “pico rojo” fue espontánea, luego de que 15 mujeres capturadas por la Policía Nacional en Managua el pasado domingo, utilizaron un pintalabios para desconcertar a los agentes en un interrogatorio en la cárcel “El Chipote”, denunciada como centro de torturas por organismos defensores de los derechos humanos.
Yo andaba con una pintura de labios roja y se la di a todas las mujeres para que se pintaran, cuando preguntaron a qué organización pertenecíamos, respondimos que pertenecíamos a la ‘Organización de Mujeres Nicaragüenses Pico Rojo’… reaccionaban desconcertados, ellos no sabían cómo actuar”, dijo la dueña del pintalabios, Marlen Chow, haciendo gala de un ingenio pícaro ante las autoridades que en Nicaragua se conoce como “güegüense”.
El relato de la periodista indígena, de 69 años, liberada el lunes tras 24 horas en prisión, cayó de inmediato en tierra fértil. Tan solo minutos después, los nicaragüenses se “autoconvocaron” para amanecer este martes con el “pico rojo” y colgar sus fotos en las redes sociales, con un resultado aparentemente exitoso.
El conocido caricaturista Pedro Molina publicó un dibujo en el que se observa una bala de fusil con la frase “la amenaza de la dictadura”, y a la par un pintalabios, bajo el que se lee “la respuesta de la ciudadanía”.
La burlesca manifestación también surgió como alternativa a la prohibición de la Policía Nacional de realizar manifestaciones en las calles sin su autorización, bajo amenaza de cárcel, frente al reclamo de los defensores de los derechos humanos, que citan la Constitución para asegurar que en Nicaragua no se necesita permiso para la libre movilización o reunión.
Marley También es pico rojo
#SoyPicoRojo pic.twitter.com/TyTz6MnDVK— Alejandra Álvarez (@alejaalv11) 16 de octubre de 2018
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Dichos defensores también han denunciado la captura de al menos 459 “presos políticos”, o 200 según el Gobierno, que los considera “terroristas” y “golpistas”.
Entre los detenidos hay personas que en septiembre pasado participaron en la protesta de “chimbombas vandálicas”, que consistía en lanzar a las calles globos con los colores azul y blanco de la bandera de Nicaragua.
La protesta del “pico rojo” evitó a los manifestantes autoconvocados exponerse a ejecuciones extrajudiciales, torturas, obstrucción a la atención médica, detenciones arbitrarias, secuestros y violencia sexual, unos abusos que han sufrido manifestantes según ha denunciado la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh).
La Acnudh, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y Amnistía Internacional (AI) también han señalado al Gobierno de Nicaragua por la muerte de “más de 300” personas, mientras que organismos locales le atribuyen hasta 512 víctimas mortales desde el 18 de abril.
El presidente Ortega niega todos los señalamientos y sostiene que las exigencias de su renuncia, junto con la de su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, son intento de “golpe de Estado”.
Lo que no se puede negar es el golpe de efecto que produjo un pintalabios en una prisión.
Source: Excelsior