Paulina Casabé y Eugenia Mahiques están entusiasmadas. Se les nota cuando hablan. Es que enfrentan uno de los mayores desafíos de su carrera: coordinar a 50 intérpretes que deberán ayudar a los líderes más importantes del mundo a superar la Cumbre del G20 en Buenos Aires.
Saben de lo que hablan, Casabé lleva 12 años frente del equipo multilingüe de intérpretes del Festival de Mar Del Plata y trabaja con reconocidas empresas; y Mahiques volvió al país en junio pasado después de haber trabajado en las Naciones Unidas. Juntas, lograron armar un equipo de unas 50 personas – entre argentinos y extranjeros- capaces de interpretar en 15 lenguas: inglés, ruso, español, japonés, francés, alemán, chino, coreano, portugués, indonesio, italiano, turco, árabe, hindi y holandés.
45 profesional trabajarán en las sesiones presidenciales desde cabinas. Según la agenda oficial del G20, habrá 4 reuniones plenarias y un “retiro” -un encuentro privado entre mandatarios, sin funcionarios cerca-. Durante estas citas, el valor de la traducción está en la inmediatez.
Según explican, esa es la interpretación simultánea. “En nanosegundos hay que ser hasta psicoanalistas, porque hay que traducir y entender el metamensaje de lo que dicen”, afirman. Para lograrlo, agregan, el lenguaje corporal es clave, por eso siempre deben poder ver al orador desde sus cabinas.
La precisión que se requiere es tal y los temas que se tratan son tan delicados que los intérpretes siguen un estricto protocolo para evitar errores. “Cada 20 o 30 minutos hay que descansar, por eso siempre hay dos intérpretes por cabina“, explican y adelantan que, por la importancia de este evento, van a haber tres profesionales trabajando en equipo durante el G20.
La labor de este grupo se acoplará a la tarea de otros 10 que trabajarán con las reuniones bilaterales entre mandatarios. En este caso el trabajo es distinto. Se trata de una “interpretación consecutiva”, en la que principal valor del profesional asignado es su memoria.
El intérprete toma nota siguiendo un método específico de símbolos, que se llama método Rozan. Se elige este protocolo para las reuniones pequeñas porque favorece el diálogo en grupo reducidos: “Somos facilitadores, mediadores… Mientras uno toma nota, el líder empieza a pensar qué y cómo contestar”. Así, está probado que los intérpretes “facilitan” las negociaciones.
Los tiempos de papelones internacionales quedaron en el pasado. En 1977 el presidente estadounidense Jimmy Carter quedó en ridículo durante un viaje a Polonia. Durante su discurso, el traductor dijo que el norteamericano tenía “un deseo sexual” por el entonces país comunista… “Eso ya no pasa, se profesionalizó mucho la tarea. Antes la traducción la hacía alguien con origen familiar en el idioma que había que traducir, pero no estaba realmente formado”, explican.
Es que ahora un intérprete combina muchas disciplinas. “Si hago interpretaciones de francés, todas las mañanas leo los diarios franceses y conozco la coyuntura francesa como la argentina”, asegura Mahiques quien, además, agrega que se estudian glosarios específicos para conocer palabras técnicas que puedan surgir.
Y, además, actúan bajo mucha presión. Es que deben hacer su trabajo en medio de negociaciones muy delicadas que pueden definir el futuro de un país o, incluso del mundo. Las coordinadoras del equipo para este G20 afirman que el yoga, la meditación y las clases de teatro, ayudan mucho. Además, hay que cuidar la voz y saber usarla para seguir el tono de los líderes. “Tenemos que ser uno con el orador”, explican.
Muchos de los mandatarios vienen a estos eventos con sus traductores oficiales, gente de su confianza, que sigue al presidente dónde va. Casabé y Mahiques aseguran que en esas situaciones prima el compañerismo: el traductor oficial tiene la prioridad y cuando lo requieren, se suma alguien del equipo dispuesto por la Argentina para la cumbre.
“Estamos preparados”, repiten una y otra vez Casabé y Mahiques. Están seguras que lograron el “equipo perfecto”.
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Source: Infobae