Año tras año millones de personas viajan hacia Tailandia con la esperanza de admirar las atracciones turísticas más aplaudidas, siendo la prioritaria el contacto con animales exóticos y majestuosos, los cuales sólo pueden conocerse a través de libros de historia o videos filmados al interior de parques salvajes. La mayoría de los recintos que albergan a tigres, leones y elefantes, auto catalogados como “santuarios”, no sólo permiten que los turistas puedan fotografiarse junto a los animales, sino que las caricias y los abrazos también son admitidos.
El resultado de la sesión fotográfica suele ser blanco de halagos y un centenar de “likes” a través de redes sociales, sin embargo ésta esconde un verdadero infierno para los animales que fueron captados tras la cámara. Debido a la naturaleza de las especies, existe un riesgo inminente que el encuentro del turista con el animal, encerrado en un lugar que no es su hábitat, pueda resultar en una tragedia.
Como si la persecución que conllevó a que los animales fueran sentenciados a una vida tras las rejas no fuera suficiente, quienes se encuentran a cargo de este tipo de recintos los drogan, mutilan y encadenan para que los visitantes puedan acariciarlos y sujetarlos sin peligro. Los animales reciben grandes dosis de sedantes, los cuales incluso no les permiten levantarse y en los peores casos, abrir los ojos.
Uno de éstos es Tiger Kingdom, ubicado en Tailandia, el cual establece en su sitio web que los tigres son criados para no atacar a los seres humanos, sin embargo exterioriza que éstos son enseñados a través del uso de un palo, el cual es utilizado cuando el tigre manifiesta un comportamiento agresivo o intimidante.
Pese a tratarse de prácticas que han sido comprobadas por agrupaciones animalistas e incluso por turistas, las entidades que llevan a cabo este tipo vejaciones, continúan negándolo. Las ganancias se vuelven el único objetivo de este tipo de atracciones turísticas y desestiman por completo el cuidado y el bienestar de los animales, quienes son maltratados las 24 horas de los siete días de la semana y desde los años 80.
Por la módica suma de 15 dólares, los turistas acceden a tigres de todas las edades, incluso a los que sólo poseen semanas de vida. Sin importar si se trata de un cachorro o de un tigre adulto, las dosis de sedantes que les son administradas suelen ser las mismas, hecho que puede ser comprobado con imágenes disponibles en la red, las cuales exhiben a cachorros completamente tumbados en el suelo.
El principal objetivo es quitarles la movilidad y la consciencia, por ello es que la mayoría de los animales que son forzados a vivir en estos “santuarios”, son fotografiados con la mirada perdida y gritando en silencio por ayuda, mientras son acariciados por turistas, quienes buscan popularidad en desmedro de sus vidas.
Conservación disfrazada de maltrato
Tiger Kingdom posee un programa de crianza, el cual es exteriorizado a la comunidad mundial como un acto para conservar y preservar a las especies, siendo uno de los elementos principales el uso de drogas y de violencia hacia los tigres. La entidad está constantemente recaudando dinero por parte de externos, sin embargo nadie conoce el verdadero destino del dinero, ya que los tigres nunca son liberados y reinsertados en su hábitat natural.
La mayoría de los tigres que hoy yacen prisioneros al interior de los dos complejos turísticos que posee Tiger Kingdom, fueron arrebatados de sus madres a los pocos días de su nacimiento, para posteriormente ser criados por humanos, quienes emplean violencia para domesticarlos y así ser “seguros” para quienes encuentran su satisfacción en su sufrimiento.
De acuerdo a una investigación realizada por PETA, los animales son encerrados las 24 horas del día, exceptuando los horarios en que son forzados a salir para que los turistas puedan acariciarlos, abrazarlos y fotografiarse junto a ellos.
“La mayoría de los tigres en atracciones como éstas, viven en cadena perpetua en jaulas parecidas a prisiones, dejando a estas majestuosas y poderosas criaturas sin espacio para moverse y correr. Los entrenadores siempre están preparados para golpearlos con palos, o como ellos lo llaman ‘moderar su comportamiento’, si es que se vuelven salvajes”, asegura Ashley Freno, miembro de PETA ASIA.
Source: UPSOCL