¿Qué tiene el arte para decir frente a la crisis ecológica del mundo, o ante el desmesurado avance digital? Bajo el título Inminencias, se realizaron las jornadas de arte y estética organizadas por el Departamento de Arte de la Universidad Torcuato Di Tella.
Dirigido por Graciela Speranza, el encuentro que se realizó el viernes y sábado pasado a sala llena se propuso reflexionar sobre El arte frente a la crisis ecológica y la duplicación digital del mundo. La ponencia de apertura estuvo a cargo de la curadora e historiadora de arte estadounidense Carolyn Christov-Bakargiev (1957), directora del Museo de Arte Contemporáneo Castello Di Rivoli de Turín, quien fue curadora de la disruptiva edición de documenta 13 que se celebró en 2012 -gran encuentro de arte que se celebra cada cinco años en Kassel- y fue elegida por la revista Art Review como una de las cien figuras con mayor influencia en el arte contemporáneo.
Esta simpática mujer de rizos claros y una cálida cadencia al hablar en la que entremezcla con naturalidad su inglés natal con el italiano -por el país donde reside actualmente- y algunas palabras en español, disertó bajo el título Para librarnos de la hybris ¿podríamos reconfigurar la oposición IH/IA en una alianza más planetaria entre INH/IH/IA?, que tuvo por objetivo reflexionar sobre las relaciones posibles entre inteligencia humana, inteligencia no-humana e inteligencia artificial, en tanto se entienda la hybris como todo lo que sobrepasa una justa medida.
Su labor como directora de documenta no pasó desapercibido: reunió proyectos artísticos de distintas latitudes en una edición abocada a la crisis ecológica y la noción de antropoceno, mixturó lo multidisciplinario al incluir artistas pero también biólogos, físicos, neurocientíficos, oceanógrafos y otras profesiones e incluso invitó a escritores, uno de ellos fue el argentino César Aira, a no ser más que un distinguido público que pasaba el tiempo sentado en un restaurante del parque donde se celebró el evento. El resultado de aquella experiencia fue volcada por el español Enrique Vila Matas en su novela Kassel no invita a la lógica, en donde la propia Christov-Bakargiev protagoniza uno de los personajes de ficción.
“En aquel entonces la cultura digital pregonaba que todos somos productores y al ser así no había público, entonces invité a varios escritores de ficción a ser el público del arte, a ser testigos. No tenían que hacer nada, excepto sentarse en determinado horario en alguna de las mesas de afuera del restaurante chino de la plaza de Kassel. Quise crear un público inteligente, sensible”, explica Christov-Bakargiev, sonriente, en una entrevista con Infobae Cultura.
Si bien el término “antropoceno” -una era signada por el destructivo impacto global del hombre sobre el planeta- surgió a principios de los años 70, Carolyn Christov-Bakargiev considera que el campo artístico y cultural comenzó a utilizarlo con recurrencia gracias a su aporte durante la documenta de 2012, en la que publicó -como parte de los textos comisionados – Living in the Anthropocene de Jill Bennett, con ejemplos de procesos transdisciplinarios del ámbito del arte.
“Es un concepto útil para generar conciencia, pero desde un punto de vista filosófico es absurdo. Es narcisista pensar que el destino del planeta está atado a las decisiones que tomamos como especie. Si se termina toda la humanidad, en mil años la tierra será nuevamente un planeta maravilloso con flora, fauna, cielo, árboles y otras especies, pero sin humanos. Entonces el peligro es para nuestro ecosistema pero no realmente para todo el planeta. Justamente parte del problema de la crisis ecológica es el narcisismo de los seres humanos“.
Por otra parte, también como parte de las reflexiones de su ponencia, Christov-Bakargiev opinó que “el aumento de lo digital en el mundo es paralelo a un aumento de la violencia hacia las mujeres. El advenimiento de lo digital debería llevarnos a la igualdad de género porque allí se trata de una competencia puramente intelectual, pero por el contrario, ha generado una violencia mayor hacia la mujer porque ha generado miedo en los varones de perder ese diferencial de poder”, sostiene.
Finalmente, esta estadounidense que se formó en la Universidad de Pisa y que por varios años trabajó como curadora del PS1 -la sede de arte contemporáneo del Moma de Nueva York-, vislumbra, no sin algo de pesimismo, un futuro distópico donde una clase privilegiada vivirá en un oasis ecológico y el resto de la humanidad hará trabajo esclavo ligado a lo digital.
No en vano la ficción actual, ya sea a través de series, películas o libros, se ha dedicado cada vez con mayor ahínco a elucubrar de manera no siempre antojadiza los alcances de la tecnología en detrimento de la especie humana.
– ¿Qué rol cumple en el escenario actual la inteligencia artificial?
– Vivimos un mundo violento caracterizado por una batalla por la inteligencia artificial. El capital en este momento está conectado entre corporaciones y naciones para ver quién desarrolla más rápidamente la inteligencia artificial. Creo que los conservadores se van a volver ecologistas y se va a reducir la población del mundo para volverlo un jardín hermoso, como un oasis ecológico sólo para los privilegiados, es decir, para aquellos que tengan la inteligencia artificial a su disposición. Porque la IA reduce el número de trabajos y ya no se van a necesitar tantos seres humanos. Creo que es un momento muy peligroso, por eso necesitamos mezclar la inteligencia artificial con una ética y una filosofía. O sea que dependerá de cómo lo programes. Inclusive las máquinas que aprenden solas están basadas en ciertas premisas. Entonces, depende de cuáles son esas premisas. Por eso creo que algunas de las obras que presenté hace seis años en documenta, obras bellas o importantes, encierran gestos que ya no son suficientes. El mundo cambió desde entonces y creo que si hiciera documenta hoy sería muy transdisciplinar pero además incluiría mucha filosofía porque es increíble lo que se está haciendo sin conciencia crítica.
–La última edición de Ars Electronica -festival de artes electrónicas y cultura digital que se celebra cada año en la ciudad austríaca de Linz- se realizó bajo un lema en forma de interrogante: “Cuando las máquinas realicen todo el trabajo ¿a qué se dedicarán los humanos? ¿Qué reflexión le merece aquel lema?
-La supuesta respuesta es que van a estar haciendo arte, porque nuestro cerebro muere si no está en actividad. Por eso la neurociencia hoy investiga tanto a los artistas y a la creatividad, para que la gente del futuro sea muy capaz de crear, de jugar, como una manera de mantenerlos vivos. Dije que esto es una supuesta respuesta porque en verdad es falso. La sociedad digital, el poder, necesita de los humanos para producir hardware y para trabajar en las minas y extraer el cobre que se necesita para realizar las máquinas. Creo que lo que habrá en el futuro es mucho trabajo esclavo. O sea que habrá una sociedad muy dividida y en esta división veo, por un lado, esta especie de utopía ecológica donde van a vivir las clases acomodadas y por otro, el trabajo esclavo para la producción de la tecnología. Es un momento peligroso. El dinero cada vez más está ligado a capturar la atención. Si tenés millones de personas haciendo click en una web eso hace que aumente el valor económico y financiero de la empresa, por eso es una economía de la atención, entonces los que realicen el trabajo esclavo son los que van a estar prestando atención y haciendo click. No soy pesimista. Simplemente creo que es importante clarificar la agenda y actuar en consecuencia. Tenés que analizar seriamente cuál es la situación. Cuando sabes cuál es el problema podes hacer, programar exposiciones, cambiar las cosas. Y creo que la proposición “IA versus Inteligencia humana” está equivocada. En esa articulación debemos incluir otro tipo de inteligencia no humana, y también orgánica, que es mucho más inteligente que una IA. Los cálculos de un árbol para sobrevivir y florecer son inmensos y ningún software es capaz de imitar eso. Por eso necesitamos un cambio desde el punto de vista filosófico. Creo que este es simplemente un nuevo capítulo en el viejo problema de amor y temor hacia las máquinas.
–Artistas como el argentino Adrián Villar Rojas o el francés Pierre Huyghe -ambos convocados a documenta 13– han utilizado en sus obras el compost como un elemento más, que usted también ha mencionado con recurrencia en su ponencia, ¿por qué?
– El compost es una tecnología para crear tierra fértil. Tomas elementos basados en carbono y nitrógeno, los mezclás y con el aire, si creas un buen balance, las bacterias y otros microorganismos generan una descomposición de los materiales muertos y se crea esa tierra fértil. Es una metáfora pero también es un ejemplo real de cómo podes hacer que florezca el medio ambiente. Podes revitalizar o resetear (reboot en inglés) el planeta creando compost. Así que es una celebración de la inteligencia orgánica. Nunca podrías mezclar tecnología obsoleta y crear vida. La vida orgánica, no artificial, es mucho más fácil de producir. Por eso hay que aliarla con lo digital, no se debe generar una división. No se trata de volver a lo rudimentario. Todas estas cosas junto con la tecnología, coexisten en el presente, en simultáneo. Se trata de reconocer las fuerzas en simultáneo en el mundo.
– En este contexto ¿Cómo vislumbra el arte del futuro?
– El arte es una idea del siglo XVIII, de trabajo creativo no productivo, muy vinculado a cierta burguesía, y eso va a dejar de existir. En la edad media no se hablaba de arte ni de artistas. Generalmente proyectamos nuestra idea de lo que es el arte hoy a un pasado donde no existía esa idea y así también lo proyectamos hacia el futuro, pero no tiene por qué ser así. Creo que en el futuro va a haber otros nombres, otros campos, que van a juntar personas de diferentes disciplinas. Lo que haremos los humanos será contar historias de diferentes maneras, a través de una danza, un poema, una película o un cuadro. Creo que el campo del arte va a dejar de existir de la forma en que lo definimos hoy.
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Source: Infobae