Por Cheli Oh
En entrevista con el el biólogo y profesor Fernando Ortiz, abordamos la importancia de la implementación de proyectos en las instituciones educativas, además nos comentó de los resultados de su más reciente proyecto interdisciplinario internacional, entre otros temas.
—Fernando, comencemos hablando sobre tu enfoque educativo, que combina el aprendizaje basado en proyectos, la interdisciplina, el enfoque STEM, el trabajo en redes y los principios Montessori: ¿Cuáles dirías que son las ventajas del aprendizaje basado en proyectos (ABP)?
—En mi experiencia —nos dijo Fernando Ortiz—, el principal beneficio es trabajar con un propósito. Cuando imparto clases dentro de un proyecto, desaparece la clásica pregunta: “¿Esto para qué me va a servir?”, porque todo surge de una necesidad auténtica. Al diseñar un proyecto, problematizo los contenidos curriculares y los transformo en retos. Los estudiantes tienen una meta concreta y, para alcanzarla, buscan herramientas, conocimientos y habilidades. Pero los beneficios van más allá:
*Aprendizaje profundo y significativo: los estudiantes comprenden para qué sirve lo que aprenden.
*Mayor motivación y compromiso: el ABP conecta con temas relevantes y problemáticas actuales.
*Personalización del aprendizaje: se adapta a ritmos, estilos y necesidades individuales.
*Interdisciplinariedad: las asignaturas dejan de estar aisladas y se retroalimentan.
*Autonomía y responsabilidad: los estudiantes gestionan su propio proceso.
*Creatividad e innovación: se diseñan soluciones originales a problemas reales.
*Habilidades socioemocionales: se fortalecen la comunicación, la gestión constructiva de conflictos, el trabajo en equipo y la autorregulación.
*Conexión con contextos reales: el conocimiento impacta en el mundo tangible.
*Evaluación formativa: se prioriza la retroalimentación continua más allá de una calificación final.
—¿Desde cuándo trabajas con este enfoque? —inquirimos a nuestro entrevistado.
—Formalmente —precisó— desde 2007, cuando comencé a trabajar con adolescentes en colegios Montessori, donde los proyectos son el eje del aprendizaje en la etapa de secundaria. Pero mi primera experiencia fue cuando yo estudiaba el bachillerato, con un proyecto que desarrollé con un amigo, sobre reforestación urbana en Querétaro. Empezó siendo un pequeño proyecto que solo buscaba un reconocimiento por participar, pero fue creciendo hasta sumar la colaboración de Secretarías Estatales y asesoría de investigadores de la UAQ. Conseguimos cientos de árboles, nuestro plantel del Colegio de Bachilleres de Querétaro, nos concesionó un laboratorio. Trabajábamos hasta altas horas de la noche… ¡y ganamos el segundo lugar en el concurso estatal!
—Ante la entrega de constancias del proyecto “Eratóstenes tenía razón”, preguntamos a Fernando ¿cómo surgió este proyecto? Y Fernando Ortiz, explicó:
—Mira, Cheli, yo era fanático de la serie “Cosmos”, de Carl Sagan, ¿te acuerdas? Y ahí, en uno de los capítulos, Sagan explica el experimento de Eratóstenes. ¡Eso me atrapó desde niño! Pero ya siendo profesor, siempre tuve las ganas de replicarlo. Hace un par de años hicimos un primer intento, y de ahí en adelante todo se aceleró: me uní a tres grupos de astrónomos aficionados, empecé a colaborar con expertos en STEM… y, este año, cuando un colega de matemáticas me dijo que también le interesaba el experimento, ¡no lo dudé! Me contacté con colegas en México y otros países, y otra vez, como una bola de nieve, el proyecto empezó a rodar y a crecer.
—Y… ¿cuáles fueron los resultados de “Eratóstenes tenía razón”?
—El objetivo concreto —abundó Fernando— era calcular la circunferencia de la Tierra, y lo logramos: tenemos una docena de mediciones en una hoja de cálculo con estimaciones muy cercanas al valor oficial. Esto, más el enriquecimiento que obtuvieron los estudiantes, porque además de la constancia de participación en un proyecto internacional que se están llevando el día de hoy, el haber sido parte de este proyecto, los ha motivado para seguir creciendo en su formación académica. Pero, Chelí, más allá del cálculo, el verdadero resultado fue el tejido social que se creó. Hablamos de más de 650 personas —estudiantes, docentes e investigadores— de cinco países, unidos replicando un experimento de hace 2 mil 200 años con un propósito planetario. ¿Qué más se puede pedir? El mundo se unió por un momento, bajo la sombra de la ciencia.
—¿Has diseñado proyectos para otras escuelas?
—Sí —comenta con agrado sus proyectos realizados—: he podido colaborar con colegios en distintas partes del país, en el diseño de proyectos para secundaria y preparatoria. En un caso, transformé toda la currícula de secundaria que marca la SEP, en proyectos interdisciplinarios. También he colaborado con granjas escuela, diseñando proyectos productivos, que en el medio Montessori llamamos Ocupaciones, integrando educación ambiental, tecnología y emprendimiento.
—¿Por qué le favorece a una institución centrar su proceso de enseñanza-aprendizaje en proyectos?
—Porque nos los beneficios son múltiples —apunta Fernando—: Primero, para los estudiantes, el aprendizaje se vuelve mucho más significativo, concreto y aplicable. Después, para los profesores, menos trabajo con más resultados. Además, permite vincularse con otras asignaturas y otros docentes, da tiempo para profundizar y obtener productos secundarios que enriquecen tanto la dinámica de clase como su propia formación. A nivel del colegio, un proyecto tiene más proyección: puede dar a conocer mejor su oferta educativa. La mejor carta de presentación de un colegio son los productos que concretan sus estudiantes. Y si tu proyecto tiene impacto en la vida real—si resuelve problemas, se presenta en ferias científicas, simposios o coloquios estatales o nacionales—, la proyección que alcanza el colegio es aún mayor.
—¿Cómo tendría que hacer un instituto para empezar a implementar proyectos interdisciplinarios como parte de su actividad cotidiana? —cuestionamos al especialista.
—Se puede comenzar con un proyecto que involucre a todas las asignaturas, con una meta concreta: presentarlo al final del semestre, participar en una feria de ciencias o sumarse a alguna convocatoria, como la de “Eratóstenes tenía razón”. Pero si lo que quiere el colegio es centrar toda su propuesta educativa en proyectos, lo ideal es diseñar de manera personalizada los proyectos para sus requerimientos y preferencias.
Yo parto —explicó Fernando Ortiz— de la problematización de los contenidos temáticos que quiero abordar. La clave es encontrar un problema cuya solución requiera que los estudiantes adquieran herramientas, habilidades y conocimientos que cubran los contenidos de las materias que deben cursar.
El “santo grial” sería encontrar un problema que demande abordar una gran cantidad de temas de todas las asignaturas en un trimestre o unidad.
Una vez definido el problema, se fija una ruta crítica con entregables que involucren trabajo individual, en equipo y grupal, atendiendo a diferentes tipos de inteligencias (visual, kinética, lógico-matemática, auditiva, etc.).
Se incorporan talleres específicos para cubrir requerimientos concretos, así como actividades complementarias: debates, excursiones, profesores invitados, encuestas, dramatizaciones, programación, diseño 3D, realidad virtual, inteligencia artificial, etc.
Con esto, ya tienes la estructura general. Luego, cada asignatura se perfila para definir cómo alimentará el proyecto y cubrirá sus contenidos, definiendo las clases, las prácticas de laboratorio y de campo, las evaluaciones y más. Así, los profesores tienen claro qué hacer, trabajan menos, se vinculan entre sí y multiplican sus resultados. Y los estudiantes descubren que las ciencias, humanidades, matemáticas y literatura convergen para resolver un problema o alcanzar una meta concreta.
—Si una escuela quiere implementar ABP, ¿puede contactarte?
—¡Por supuesto!, Cheli, me pueden escribir a [email protected], mandarme un mensaje por WhatsApp al 55 2022 4621, o a través del Colegio Montessori de Querétaro. Estoy abierto a cualquier colaboración.
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