¿Y qué pasaría en México si Donald Trump ganara la elección presidencial estadunidense?
La pregunta principal, o tal vez la única al menos, sería si hay un “plan B”, para un caso que es ciertamente posible -nada hay imposible-, aunque parezca por lo pronto improbable.
Después de todo, el drama creado por el Brexit en Gran Bretaña y la Unión Europea era algo que hasta el día del referendo no se suponía fuera a ocurrir.
Que según todos los indicios fue un gran error del aún primer ministro
David Cameron y que los líderes del voto por la salida no saben ahora que hacer es otro negocio.
Y sí, ciertamente, una victoria de Trump llevaría implícita su amenaza de retirar a Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN), a menos que haya una renegociación en sus términos.
Eso equivale a negociar con una pistola apuntada a la cabeza. Cierto que una renegociación de TLCAN está en el panorama, con Trump o sin él. Pero hay de negociaciones a negociaciones.
Que México sea el país “tuerto” en una región de naciones “ciegas” como Latinoamérica es en gran medida debido a la asociación con Estados Unidos. Pero hoy, eso es también lo que nos hace vulnerables, o podría decirse más vulnerables.
Después de todo, nuestro comercio internacional depende en más de 70 por ciento del intercambio con Estados Unidos, donde además hay 30 millones de mexicanos y mexico-estadunidenses y de donde provienen no sólo la mayor parte de las inversiones extranjeras directas sino miles de millones de dólares en remesas.
Pero resulta más grave que al margen del resultado final de la elección la retórica haya dado alas a tendencias que parecían largamente superadas -por decencia o por conveniencia si se quiere- con definitivos tintes racistas y xenofóbicos.
El gatillo disparador puede haber sido Trump, pero el combustible existe hace muchos años, parte por esa no tan extraña consideración de las tradicionales malas relaciones entre países vecinos y parte por las percepciones sobre los tratados de libre comercio y la supuesta “ventaja” que México sacó de Estados Unidos (y por cierto, no son pocos los mexicanos que dicen lo contrario).
Esa percepción es la que hoy alimenta a todo un sector del electorado estadunidense y a Trump, en particular.
De hecho, aunque menos confrontacional, la demócrata Hillary Rodham Clinton no figura entre los partidarios del libre comercio en general y del TLCAN en particular; el ala izquierda de su partido, alentada por su aún competidor Bernie Sanders y a la que necesita, tampoco es exactamente entusiasta.
Después de todo, los mayores enemigos de la globalización son los sectores que pierden con ella, y en el caso estadunidense se refiere a hombres blancos sin educación, a quienes se ha hecho creer que el libre comercio es el principal, si no el único responsable de sus males.
Y si Trump y Sanders son los más recientes populistas en la historia estadunidense no son los únicos. En los últimos 30 años destacaron por ejemplo: Ross Perot, Ralph Nader y Pat Buchanan, que han usado el libre comercio como pretexto para acrecentar su influencia.
Pero el TLCAN es una realidad, tanto como la Unión Europea lo es. Y lo mismo que la salida de Gran Bretaña supondrá pérdidas para todos los europeos, británicos incluidos, una ruptura del TLCAN, o una renegociación en circunstancias desfavorables, supondrá pérdidas para Estados Unidos y México, aunque el más afectado será justamente México.
Así que ¿cuáles son nuestras alternativas como país? Valdría la pena escucharlo.
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Post y Contenido Original de : Excelsior
¿Cuál es el plan B?
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