En su casa todo era festejos. Carla Septier había celebrado a su esposo por su primer Día del Padre, ya que aunque su hijo aún no nacía, solamente faltaba un mes o inclusive menos. Ya eran padres de Bruno… desde el primer segundo. Esa semana también aprovecharon de llevar a cabo el clásico baby shower, y los argentinos no daban más de alegría y emoción por todos los lindos detalles que sus amigos habían preparado para el chico que venía en camino.
La felicidad era tanta que Carla no quería ni pensar en extrañas o malas sensaciones. Hace un tiempo que tenía un raro presentimiento, que se sumó a cambios como patadas menos fuertes del bebé. Pero prefirió no preocuparse más de la cuenta.
Al fin y al cabo, cada vez que preguntó -que no fueron pocas-, los médicos le insistieron en que todo andaba bien.
Había llamado a su obstetra y había asistido a varios controles, contándoles que hace días había dejado de sentir a Bruno patear, y que luego solamente sentía leves movimientos. También que ahora veía que su estómago se deformaba y que cuando en los cursos de preparto le decían que su panza se pondría tensa al pujar, a ella no lo pasaba. Pero la respuesta era la misma: todo estaba bien, como madre primeriza, seguramente tenía estrés.
Eso fue en la semana 34 de gestación… pero los expertos recién se preocuparon en la semana 36.
En una visita a su obstetra, el hombre se dio cuenta de que los presentimientos de Carla eran correctos: buscó por más de 10 minutos pero no logró escuchar los latidos del bebé. Fue una escena terrible y sólo pensaron en correr al hospital.
“Me largué a llorar y el obstetra me abrazó, no sé cuánto tiempo nos quedamos abrazados. Después me cargó en el auto, llamó a mi marido y me llevó al hospital. Yo le decía: ‘decime por favor que alguna vez te pasó esto, que no sentiste los latidos y cuando llegaron al hospital estaba todo bien’. Fui rezando todo el viaje”.
-Carla Septier-
Con una ecografía confirmaron la cruda noticia. El bebé llevaba muerto varios días en su panza. Ningún médico se había detenido ante las pistas para hacer el examen necesario, que de seguro habría arrojado antes lo que supieron entonces: Carla tenía trombofilia.
Esta enfermedad es un trastorno de la coagulación que afecta a muchas mujeres que terminan perdiendo a sus hijos durante el embarazo. Lamentablemente, los exámenes para detectarla suelen hacerse después de sufrir una pérdida, y no antes, como debería ser.
Por eso en Argentina crearon el grupo “Trombofilia y Embarazo”, donde más de 4.000 mujeres impulsan una ley para que las mujeres recibieran los estudios necesarios antes. Desde el sistema de salud rechazan la idea por los altísimos costos que implicaría. Ellas responden que, por lo menos, los médicos deberían hacer las preguntas correspondientes que pudieran descartar o mostrar antes la posibilidad de una trombofilia.
Carla, luego de la noticia, tuvo a su hijo por cesárea. Le dieron la opción de que naciera por parto natural, pero se negó rotundamente.
“Me acuerdo que les dije ‘parir un hijo muerto no es un parto’, y elegí la cesárea. No lo podía creer”.
-Carla Septier-
Y aunque aún sufre por lo que le pasó, y a veces se despierta con ataques de llanto, agradece haber podido despedirse del bebé cuando nació. Lo vio en su cuna y con un pequeño gorro. No olvida la imagen.
Y poco tiempo después, gracias al diagnóstico y a trabajo psicológico, volvió a quedar embarazada. Su hija Paz nació muy sana.
Una historia difícil de leer, pero de la que se puede sacar una lección: también hay que impulsar estas iniciativas que pueden contribuir a tratar dolorosas enfermedades en los momentos indicados. Siempre se puede luchar.
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Post y Contenido Original de : UPSOCL
Celebró su baby shower y días después no paraba de llorar. Los doctores no advirtieron la tragedia
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