El síndrome Truman: cuando crees que el mundo te observa constantemente
Es difícil asegurarlo, pero según algunos expertos, la proliferación de la tecnología está influyendo en el número de diagnósticos de delirios de este tipo.
Imagina que te están siguiendo. No alguien, algo. Una cámara. Está escondida en algún lado, en todos lados —quizá en los arbustos frente a la ventana de la cocina o en el espejo del baño, o en la planta que tu compañero de oficina se empeña en tener sobre su escritorio—. Y detrás de esa cámara hay una horda de espectadores dedicados que observan cada uno de tus movimientos.
Esta fue la paranoia que descubrió el doctor Joel Gold en octubre de 2003, cuando un hombre de 26 años de edad ingresó en el hospital psiquiátrico donde trabajaba diciendo que sospechaba que alguien estaba grabando su vida en secreto y la estaba difundiendo a todo el mundo. El hombre lo asociaba con la película de 1998 El show de Truman, donde el protagonista, Truman Burbank, descubre que es la estrella de su propio programa de televisión. Todos sus conocidos son actores y todo el mundo lo observa.
En los años que siguieron, El show de Truman se convirtió en un referente básica para muchos de los pacientes de Joel que experimentaban delirios. Gran parte de estos casos fue documentada en el libro que escribió con su hermano Ian, Suspicious Minds: How Culture Shapes Madness.
El show de Truman es el punto de referencia cultural más adecuado para esa clase de delirio, pero es solo uno de muchos. En 2003, la tecnología estaba dando pasos agigantados y solo faltaban cuatro años para el boom de Facebook. Los realities estaban de moda — Gran Hermano se retransmitía en más de 40 países— y después de los atentados del 11 de septiembre, el uso de cámaras de vigilancia incrementó enormemente en el mundo occidental.
La idea de ser observado —consciente o inconscientemente— es una posibilidad real, sin importar quién seas. Las redes sociales nos permiten existir en realidades fabricadas por nosotros mismos y la televisión pone a nuestra disposición la existencia prefabricada de otros.
Nuestras vidas están moldeadas por la tecnología; escribimos tuits, llenamos de historias nuestro Snapchat y subimos fotos muy editadas a Instagram. Cada mes, Twitter tiene 115 millones de usuarios activos. ¿En serio es tan descabellado creer que alguien nos vigila?
Cuando el comediante Tomoaki Hamatsu —apodado “Nasubi”— apareció por primera vez en el programa japonés de la década de los 90 Susunu! Denpa Shōnen, no tenía idea de que la gente lo estaba viendo. De hecho, no lo supo hasta un año después, cuando su temporada terminó abruptamente en un estudio, frente a un publico frenético.
Nasubi fue a la audición y de ahí fue trasladado a un apartamento con una sola habitación. Tuvo que quitarse la ropa a petición de los productores y se quedó solo en el apartamento, desnudo. La idea, según lo que le habían dicho, era que tenía que ganarse todo lo que necesitaba para sobrevivir por medio de apuestas. Una vez que ganara un millón de yenes [alrededor de 8.600 euros], quedaría en libertad. Casi un año después, Nasubi descubrió que había “ganado” el programa. Las cuatro paredes de su piso cayeron para revelar a un público emocionado. Nasubi gritó. Seguía desnudo.
Grabar en secreto la vida entera de una persona es algo que puede ocurrir y que existe un precedente real aparte de la experiencia ficticia de Jim Carrey
“Se ha caído mi casa”, dijo nerviosamente al presentador, y el público soltó una carcajada. El presentador empezó a mostrarle sus mejores momentos en el concurso. “¿Eso significa que el público me ha visto desnudo todo este tiempo?”, preguntó Nasubi, sin saber que el programa había sido retransmitido por televisión. “¿Eso es legal?”.
Sin saberlo, Nasubi se había convertido en la estrella de su propio show. Era el nuevo Truman Burbank de Japón, solitario y sin ropa, con millones de fans. Sin saberlo, Nasubi había lanzado su propia línea de productos de mercadotecnia y publicado varios de sus libros, que fueron un éxito. Los productores habían transformado a Nasubi en un producto con piernas.
Que un equipo de producción te encierre en un cuarto no puede compararse con sufrir delirios a causa de una enfermedad mental, pero sirve para ilustrar una cultura en la que grabar en secreto la vida entera de una persona es algo que puede ocurrir y que existe un precedente real aparte de la experiencia ficticia de Jim Carrey.
A diferencia de Nasubi, quien no tenía idea de que la gente lo estaba observando, nosotros somos más que conscientes de que existe la posibilidad de que nos estén observando. Edward Snowden reveló que los gobiernos pueden vigilar nuestra comunicación desde hace mucho —que pueden espiarte a través de tu webcam sin que te des cuenta—. Facebook nos pregunta qué estamos pensando y se le decimos. Hay quienes graban sus pensamientos en sus iPhones y hacen de ello su trabajo. A veces, esa trabajo surge a expensas de desconocidos desprevenidos, como ocurre en los vídeos de bromas y “experimentos sociales”. Si ya estabas predispuesto a sufrir de estos ” delirios del show de Tuman” (DST) ahora hay un montón de factores externos que pueden contribuir a reafirmar tus pensamientos.
El historiador médico Roy Porter dijo una vez que “cada época tiene el lunático que se merece”. La cultura sigue interactuando con nosotros de una forma cada vez más invasiva y también posee la capacidad de interactuar con las psicosis. Los cambios tecnológicos propician nuevas formas de manifestación del DST. “Es lógico pensar que si el entorno se vuelve más ‘tóxico’, pueda haber más dolencias”, dijo Ian Gold al teléfono. “Si el mundo social se vuelve más ‘tóxico’, es muy probable que aumente la psicosis”.
Por ese motivo el referente de El show de Truman es adecuado para lo hermanos Gold: permite que los pacientes expliquen sus delirios a su psiquiatra. “La gente que lo padece se siente identificada”, dijo Ian. “Con frecuencia dicen que es un alivio saber que es un fenómeno real y que no son los únicos”.
Pero el tejido de nuestra mente está fabricado de hilos delicados y si las enfermedades mentales no son más que —como dice Joel en su libro— “una versión desgastada y débil de la salud mental”, debemos ser muy cuidadosos de no tirar de uno de estos hilos.
No permiten que los periodistas hablen con los pacientes por miedo a que la experiencia de “fama” empeore su estado
Le pregunté a Ian si no se planteó si era adecuado denominar una dolencia con el título de una película famosa, a riesgo de restar importancia a la gravedad de la enfermedad con una referencia a la cultura pop. Efectivamente, se le pasó por la cabeza esa posibilidad. “Lo que menos queríamos era trivializar una psicosis”, dijo. “Joel sabe lo mucho que sufren los pacientes. Lo que nos preocupa es que asociar los delirios con la película empeore la enfermedad. Hasta ahora no ha ocurrido”.
Como hay riesgo de que partes de la enfermedad coincidan con la vida real, los hermanos no permiten que los periodistas hablen con los pacientes por miedo a que la experiencia de “fama” empeore su estado. Sin embargo, es solo una precaución: Joel dice que lo que empeora los síntomas del DTS no es necesariamente la fama sino los factores estresantes de la sociedad.
Kevin Hall, un paciente de los hermanos Gold, fue el único que dejó que escribieran su nombre verdadero en el libro. Kevin sufre trastorno bipolar y su DTS se originó durante periodos estresantes de su vida. En su delirio, pensaba que el mundo estaba viendo lo que él llamaba “El TrumanKev Show”. Su primer episodio fue en la universidad, cuando estaba estudiando para sus exámenes mientras trataba de lidiar con un brote de herpes. En vez de dormir, tomaba bebidas energéticas. Empezó a creer que todas las canciones de la radio estaban basadas en su vida.
Durante este episodio, Hall empezó a hacer preguntas incómodas a la gente que pasaba por la calle e incluso llegó a trepar a un árbol y un policía fue a ver qué estaba ocurriendo. Su siguiente episodio fue después de su graduación, en Japón, en una regata en la que él y sus compañeros de equipo se quedaron atrapados en un circulo vicioso en el que no paraban de estar de fiesta durante la competición. En su delirio, creía que había un “director” que controlaba su vida, lo cual lo llevó a creer que podía conducir por todo Tokio en un camión robado por haber encontrado las llaves escondidas en el parasol del vehículo.
Un año después, descubrió que tenía cáncer de testículo por segunda vez (le quitaron un testículo por la misma enfermedad durante su último año de universidad pero no aceptó someterse a radioterapia porque quería retomar sus estudios). Tuvo otro episodio cuando terminó su matrimonio y, hace poco, la muerte de uno de sus amigos le provocó otro episodio breve de DTS, después de casi 14 años de no tener uno.
Hall es una anomalía. Es muy abierto respecto a su enfermedad. Ya ha recibido atención de los medios en el pasado; su lucha contra el cáncer mientras competía en vela olímpica fue noticia en el New York Times y el Washington Post. Hall todavía participa en algunas competiciones profesionales de vela pero ahora se dedica a escribir. Contacté con él por Twitter para hablar sobre si su enfermedad ha afectado a su relación con la tecnología.
El síndrome de Truman puede parecer algo nuevo para los que no lo padecen pero en realidad es una psicosis paranoide común que se ha relacionado con un referente moderno
Como escritor, Hall es consciente de que parte de su trabajo es darse a conocer. Por eso, tener presencia en línea se volvió algo necesario y para eso tuvo que “incorporar los elementos peligrosos de mis viajes psicóticos a mi vida cotidiana”. Hall probó varios medicamentos mientras escribía su libro Black Sails White Rabbits: Cancer Was the Easy Part, donde cuenta su lucha con la enfermedad física y mental. Pese a que la nueva medicina funcionó u tiempo, pronto volvió a tener nuevos episodios psicóticos.
“Antes de la recaída”, explica, “la retroalimentación que recibía de las redes sociales me enganchó. Publicaba más, buscaba más, interactuaba más. De la noche a la mañana, empecé a creer que realmente todo el mundo me observaba”. Es como un interruptor que pasa de “estoy compartiendo información” a “alguien me está controlando para dar un espectáculo”, que es cuando las cosas se ponen feas para Hall, quien lleva mucho tiempo tratando de entender qué es lo que provoca este cambio.
El síndrome de Truman puede parecer algo nuevo para los que no lo padecen pero en realidad es una psicosis paranoide común que se ha relacionado con un referente moderno. Es difícil decir a ciencia cierta que la proliferación de la tecnología está influyendo en el número de diagnósticos pero si tenemos en cuenta la opinión de Ian Gold —un experto en el tema—, entonces es más que probable.