¿Está desapareciendo el empleo?
El empleo, especialmente en ciertos sectores, está relacionado de alguna manera con el tema de la migración.
Según el Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2020-2022 de las Naciones Unidas, se registraron un total de 280 millones de personas migrantes. Esto representa aproximadamente el 3.6% de la población mundial. En términos regionales, Europa recibió la mayor cantidad de migrantes, con un 30.9%, seguida por Asia con un 30.5%, América del Norte con un 20.9%, América Latina y el Caribe con un 5.3% y África con un 9%.
Esther Duflo, ganadora del Premio Nobel de Economía, ha expresado que las personas abandonan sus hogares cuando ya no pueden considerarlos como tal. Esto ocurre debido a los altos índices de crimen, violencia, guerras y la falta de respeto hacia los derechos humanos, lo cual convierte al hogar en un lugar peligroso. Además, se suma a esto la presencia de la delincuencia organizada y la economía informal, que son parte de la gran estructura mundial de desigualdad y conflictos que afectan a los más vulnerables y desprotegidos.
Las cifras no son positivas y demuestran la urgencia de buscar soluciones a nivel mundial y local. La manera más efectiva de controlar esta situación es fomentando el progreso en los países de origen.
Se ha discutido mucho sobre los programas de ayuda para el desarrollo que ofrecen instituciones como el Banco Mundial o el BID. Sin embargo, los países deberían seguir el ejemplo de ALPRO, que en el pasado ha brindado apoyo a otros países. En este sentido, México ha ayudado a Centroamérica, pero sería beneficioso que otros países también lo intentaran.
Consideremos diferentes situaciones, como las huelgas que han llevado a transformaciones en las interacciones laborales y a la sustitución de empleos por robots. Es interesante reflexionar sobre el libro “El Fin del Trabajo” de Jeremy Rifkin, el cual sigue siendo relevante en la actualidad.
El tema aborda la importancia de analizar el impacto de la tecnología en el empleo, especialmente en ciertos sectores, y su relación con la migración, la desigualdad y la pobreza. Las guerras, que son extremadamente irracionales, provocan genocidios, fomentan la migración y agotan los recursos que podrían utilizarse para combatir la pobreza. Muchas personas desesperadas por los altos niveles de pobreza en los que viven sus familias y la falta de oportunidades laborales dignas, se ven obligadas a abandonar sus lugares de residencia.
En el prólogo del libro de Rifkin, el profesor Robert L. Heilbroner, autor de la biografía de los economistas más destacados, que el profesor Edmundo Flores nos recomendó leer en la antigua Escuela Nacional de Economía de la UNAM, señalaba que los economistas siempre han sentido cierta incomodidad con la forma en que las máquinas trabajan por nosotros y para nosotros. Por un lado, las máquinas son la verdadera encarnación de la inversión que impulsa la economía capitalista. Por otro lado, la mayoría de las veces, cuando se instala una máquina, se despide a un trabajador, a veces incluso a más de uno.
Antes de la revolución industrial, hubo un cambio en la ocupación de los trabajadores, pasando del sector agrícola al sector industrial y de servicios. Antes de esta revolución, la mayoría de la fuerza laboral se dedicaba a la agricultura, junto con la guerra. Sin embargo, con la llegada de la tecnología a la agricultura, los empleos se desplazaron hacia el sector industrial. Según Heilbroner, en 1810 solo 75 mil personas trabajaban en las fábricas, pero 50 años después eran más de 1.5 millones, y en 1910 superaban los ocho millones. Esta cifra se duplicó en 1960, llegando a impactar a más del 35% del total de empleos. Hoy en día, existen estudios que sugieren que en el futuro la tecnología podría eliminar numerosas profesiones.