El “derecho a la ciudad” es frecuentemente invocado por urbanistas y gobernantes como justificación máxima para responder a las necesidades de la ciudadanía
Claudio Sarmiento Casas/Consejo Ciudadano de Urbanismo
@ConsejoUrbanQro
Esta mañana pasaron por mi calle empleados de Servicios Municipales del municipio preguntando, casa por casa, si conocíamos el número telefónico de servicios 070. Me informaron que ahí podía marcar para levantar reportes o solicitar poda de árboles, limpieza de la calle y recolección de basura, escombros, tiliches. Yo he utilizado este recurso con buenos resultados y me da gusto enterarme que también brindan ayuda psicológica en este número. Sin embargo, el acercamiento del gobierno con la ciudadanía no puede, y no debe, parar ahí.
El “derecho a la ciudad” es frecuentemente invocado por urbanistas y gobernantes como justificación máxima para responder a las necesidades de la ciudadanía. Pero este derecho no se limita a permanecer en la ciudad y ser atendido, sino que pide hacer la ciudad y formar parte de todas sus decisiones. El sociólogo Henri Lefebvre acuñó el derecho a la ciudad hace más de 50 años y la definió como “un grito y una demanda.” Así, ser ciudadano no debe confundirse con hacer solicitudes pasivas: votar, reportar, opinar. Ejercer el derecho a la ciudad significa involucrarse, construirse, apropiarse; en otras palabras, poder participar en todo estudio, política, obra o mejora de nuestro entorno urbano. Por esto, los ciudadanos necesitamos (¡exigimos!) mejores mecanismos de participación ciudadana.
Por cierto, aunque llamé al 070 para que recogieran mis fierros viejos de la calle, dándome pronta respuesta y folio, acabó recogiéndolos otro ciudadano interesado.
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