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viernes, septiembre 20, 2024

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Poco criterio

No se le pueden pedir peras al olmo, no hay duda de ello, pero me parece que podríamos tomar posturas razonables con respecto a situaciones específicas, sobre todo cuando de sentido común, hablamos.

En días pasados salió a la luz un video en el que un profesor trata de manera altanera a una alumna que había entrado a su clase, enferma de Covid-19; para quienes hemos visto de cerca a la enfermedad, entendemos que no hay un patrón de acción único y que cada organismo lidiará con la misma de manera particular, es decir, no hay un catálogo único de síntomas.

El debate se da porque, por su condición de enferma, la alumna no pudo entregar una tarea; si bien es cierto que como docentes debemos exigir cumplimiento, también lo es que parte de nuestra vocación es la apoyar a los alumnos, sobre todo cuando están en situación vulnerable.

Lejos de mostrar su lado humano, el docente argumenta diciendo que yo no soy la Basílica de Guadalupe a la que pueden acudir para pedir sus milagros, y tengo 14 años trabajando en Ciencias Política y saben que soy estricto; yo no puedo permitir que los alumnos se me suban al escritorio, si el alumno no puede, ¡adiós!, ponme NP y ahí muere, ya tomaré la materia después.

Palabras a todas luces crueles, insensibles, distan mucho de la postura que debe tomar un formador ante la posibilidad de contagio a la que todos estamos expuestos, sobre todo en una pandemia.

Nadie le está pidiendo que regale calificación, simplemente que brinde la oportunidad a la alumna, que como lo queramos ver está haciendo un esfuerzo por conectarse a su sesión de clase, para ponerse al corriente en cuanto le sea posible.

A veces confundimos ser estrictos con ser cerrados, exigentes con intransigentes, enérgicos con ser absurdos; ¿esto coincide con los valores de la Máxima Casa de Estudios?

Como remate, brillantemente estúpido, ante la relatoría de la alumna, en la que refiere la muerte de un familiar (el abuelo) y lo complejo que fue lidiar con los síntomas como la falta de oxígeno, el docente, llenándose la boca de sabiduría atina a expresar, con todas sus letras lástima.

La educación ancestral nos dice que no hagamos a otros lo que no nos gustaría que nos hicieran; ojalá y este docente no se enferme y tenga la necesidad de pausar sus actividades por dos o tres semanas, porque estoy seguro de que ahí pediría a su institución todo el apoyo, aunque él no haya mostrado esa actitud para con sus alumnos.  No es hasta que lo vives cuando lo entiendes, simplemente hay maderas que no agarran barniz, por muchos años que tengan en un espacio.

Cuando comprenderemos que esta realidad es tremendamente desgastante para todos; en el ambiente hay hartazgo, desesperación, enojo, malestar e incertidumbre, ¿por qué?, porque no se ve la salida para retomar esa normalidad.

Ante contextos atípicos, creo que bien vale la pena apostarle al criterio para no mostrar nuestra poca empatía; criterio señores.

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