Arturo Callejo – febrero 02, 2021
Para el carpintero Rafael Montes Mejía, originario del municipio de Mexicaltzingo, la pandemia del COVID-19 le ha traído el sustento para su familia, pues, por el actual rebrote del coronavirus, llega a hacer al mes entre 15 y 20 cruces en madera de pino y de maderas exóticas, como la caoba y cedro rojo.
Los precios van desde los mil 400 pesos, mil 500, mil 600 y dos mil 500 pesos, este último costo es para las hechas con caoba y cedro rojo, pero al final, cualquiera tiene como enemigos naturales la intemperie, el agua y el sol al estar ya en el cementerio, por lo que también las retoca y las deja como nuevas por 500 o 600 pesos, pues hay que desarmarlas, rasparlas, retocarlas y volverlas a armar, lo cual le lleva en promedio tres horas.
En la hechura de una nueva, el señor Montes Mejía a veces le invierte un día y cuando la demanda es bastante, tiene que hacer dos diarias, pero no tanto para los lugareños, sino para gente que llega a verlo desde entidades federativas como Puebla y la Ciudad de México, así como de los municipios de Almoloya de Juárez, Calimaya, Chapultepec y Metepec.
Con sus 15 años de hacer cruces para difuntos, el carpintero señala que, si bien le gusta hacer este tipo de artesanías, a veces, lo supera el sentimiento de las pérdidas que enfrentan las familias que las adquieren.
«A veces siento muy feo, soy humano y siento feo de ver a las personas que vienen a encargar la cruz de su familiar. Es triste, a veces, pero digo, pues es mi trabajo, hoy me toca hacerlo a mí. No sé de aquí a mañana que pase, pero hoy con dolor o sin dolor, tengo que hacer mi trabajo. A la hora de ver a las personas cuando vienen a recogerla parece que están viendo a su familiar, como lleva el nombre del difunto, muchos hasta lloran y a veces es contagioso”, manifestó.
Oriundo de Mexicaltzingo, señaló que toda cruz de difunto debe llevar su pasión, es decir, una figura de un gallito, un martillo, unas pinzas, la escalera, una lanza, un corazón, un Cádiz o un Cristo, pero en una ocasión los deudos le pidieron que le pusiera el logotipo del Club Deportivo Toluca.
A la pasión le agrega los datos de la persona fallecida, como su nombre, su fecha de nacimiento y la fecha en que perdió la vida, además de una pequeña oración.
“Lo que hago me gusta, es mi trabajo, hay muchos aquí que hacemos cruces, pero vienen conmigo a ver mi trabajo, yo me siento contento, las hago seguido y me gustan como quedan terminadas, tendré como 15 años de hacer cruces. Mi papá también se dedica a esto, es carpintero y yo sigo con el oficio”, manifestó gustoso el artesano mexiquense.
Una cruz terminada en el taller del señor Rafael Montes Mejía, llega a medir hasta 1.40 metros de alto por 70 centímetros de ancho y puede tener una durabilidad hasta de 15 años, dependiendo del mantenimiento que se le dé a la madera, pues aún cuando sea fina, el sol y la lluvia la acaban.
“La madera va a durar siempre y cuando esté bien terminada y aparte el sol y el agua son enemigos de la madera, la más fina o corriente el sol y el agua se las van a acabar”, finalizó el carpintero.