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EL RECUENTO DEL DAÑO 2020

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EL RECUENTO DEL DAÑO 2020

Primero Editores | Karina Bernal G.

Este año pareciera eterno, quisiéramos que ya se acabara pensando en que cuando inicie el 2021 se irá la enfermedad, la distancia, la preocupación y las despedidas. A tan solo unas horas de que este ciclo finalice, la emoción de un año nuevo no está tan presente como en ocasiones pasadas, pero sin duda, si tuviéramos que escoger una palabra para decir lo que representará este año nuevo es esperanza.

Estos doce meses no son un capítulo más de la historia de la humanidad o al menos no debería serlo, pues no debe ser solo una vuelta a la página, sino el comienzo de una vida diferente, una nueva normalidad en que el uso del cubrebocas no sea lo único que aprendimos, que también llevemos día con día la solidaridad, la empatía, el agradecimiento y el unirnos en equipo para el bien común.

Y es que el 2020 fue un temor diario…

Iniciamos con el peligro latente de una Tercera Guerra Mundial, pues la muerte del general iraní Qasem Soleimani durante un ataque aéreo por parte de Estados Unidos en enero, originó un conflicto que puso a todos alerta ante las consecuencias del suceso.

Al mismo tiempo, los incendios en Australia no paraban, destruyendo más de 5.8 millones de hectáreas, donde el fuego acabó con miles de árboles y animales, lo cual obligó a los sobrevivientes a desplazarse de su hábitat natural. Mientras que, en Indonesia, las lluvias torrenciales ocasionaban fuertes inundaciones en la ciudad de Yakarta, dejando más de 60 mil decesos y a más de 100 mil personas que lo perdieron todo.

Fue el 12 de enero cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió un comunicado que, hasta ese momento, no parecía representar una amenaza. Un nuevo virus llamado SARS COV-2 que causa la enfermedad COVID-19, provocaba la muerte de quien la padecía en Wuhan, una ciudad de China. La propagación fue inevitable.

Las noticias no eran de otra cosa que no fueran los fatales videos de Italia, España, Francia. Cientos de personas infectadas, las fronteras debían cerrarse para controlar la situación, pero ya era muy tarde.

El 11 de marzo, la OMS declaró que la epidemia del nuevo coronavirus pasó a ser una pandemia, puesto que los casos de la enfermedad ya estaban también en Estados Unidos, México y toda América Latina.

La incertidumbre invadió a los gobiernos del mundo, el confinamiento se volvió obligatorio en algunos países, nos empezamos a distanciar unos a otros, a dejar de vernos la cara sin una mascarilla. Aún así, el virus nos ha ganado, suman más de 80 millones de contagiados y más de un millón 700 mil fallecidos.

Como si esto no fuera suficiente, se detectó un brote de sarampión en Brasil, Colombia, Argentina, Venezuela y México, por lo que la Organización Panamericana de la Salud (OPS) hizo un llamado a vacunarse contra dicha enfermedad para evitar complicar más la ya emergencia sanitaria por COVID-19.

Además, el 4 de agosto la ciudad de Beirut, en el Líbano, registró una fuerte explosión relacionada con aproximadamente 2 mil 750 toneladas de nitrato de amonio, dejando al menos 6 mil 500 personas heridas y alrededor de 200 muertos. Una tragedia más que nos hacía ver hospitales, heridos y lágrimas.

Pasaban los meses y la esperanza de una vacuna parecía acercarse, diversos laboratorios y farmacéuticas trabajaban arduamente en cada una de las fases para llegar a una sustancia que lograra prevenir el virus.

La primera en acercarse a la meta de esta carrera fue la candidata de Pfizer, quien nos tranquilizaba al anunciar que su dosis presentaba más del 90 por ciento de efectividad y seguridad, otras más se fueron uniendo a esta cifra.

Hasta que al fin… la vacuna estadounidense fue aprobada por la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés), un respiro para el mundo. Este avance permitió que se comenzara a repartir a varios países para aplicarla y disminuir la transmisión de la enfermedad. Sin embargo, no todos cuentan con las mismas posibilidades para ver esa luz al final del túnel.

El camino aún será largo, y el autocuidado para proteger a los demás es y será indispensable durante la espera de ser vacunados, así que no, aunque parezca que la pesadilla acaba y que todo cambiará este primero de enero de 2021, no es así.

Nos queda continuar con lo aprendido y no bajar la guardia, porque, si hay algo que agradecerle al 2020 es que no fuimos México, China, Estados Unidos, Italia ni Egipto, no fuimos América, Europa, Asia ni África, nos hizo ser Tierra y reconocer lo vulnerables que somos como humanidad.

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