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viernes, septiembre 20, 2024

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Nuestra Natividad

“Las mejores luces de Navidad, son las personas”

 

Nuestra voz se entrecorta cuando pronunciamos el nombre de un familiar, conocido o alguien cercano a nosotros que ha pasado o pasa por los estragos fatídicos del Covid-19; la vida ha cambiado drásticamente, muchas de nuestras costumbres están siendo desplazadas, nuestras platicas no giran en torno a lo singular de un cierre de año, sino sobre cifras, anécdotas, precauciones, noticias  y todo lo referente al virus que desvió los ojos del mundo hacia una latitud que no queríamos ver: nuestra fragilidad.

Estas fechas plagadas de un aroma diferente en el ambiente hoy se encuentran veladas, en una mezcla muy diferente a lo tradicional, una lucha silenciosa por querer perseverar en nuestras tradiciones nos está asolando lastimosamente en lo profundo de nuestro ser, la nostalgia empieza a invadir el ambiente, la cicuta de la desesperación está siendo bebida por gran parte de la población, la psicosis se apropia de familias enteras, la incredulidad hoy se convierte en duda, el ambiente es festivo a medias; pues mientras parte de la población espera el halo mágico de la Natividad, otros esperan noticias de alivio y redención.

Sin duda este año 2020 es atípico, es un freno a nuestra cotidianidad, un vuelco a pensar en nuestros avances como sociedad, como entes pensantes, como agentes que dominan la naturaleza; 2020 se ha convertido en pebetero de batallas, donde hemos sacado nuestras mejores armas para combatir la indiferencia, para dar a conocer nuestra empatía, para luchar contra un virus intangible pero real; ahora defendemos nuestra propia naturaleza en contra de algo que para una gran mayoría es desconocido.

Sobre todo, este diciembre 2020 estamos luchando por retornar a nuestra esencia, por comprender verdaderamente que a nuestro alrededor, también hay humanos; muchas pueden ser nuestras necesidades, pero si abrimos nuestros ojos nos daremos cuenta que las necesidades de aquellos que nos rodean también son grandes, que no podemos ser entes aislados, que vivimos en sociedad, que también dependemos de los demás, no podemos rebosar el vaso quitando la posibilidad de saciar la sed a quien tiene hambre y sed, es decir; esta época nos incita a buscar desprendernos de nuestro egoísmo.

Esta, la Natividad del 2020 es una época donde cambiaremos muchos patrones de conducta, donde debemos aprender a reducir nuestra efusividad, donde el ambiente teñido de un aroma a leña tronando sobre el fuego, la quema de cohetes, y los rezos y villancicos quedaran un tanto de lado; habrá escepticismo, dolor en muchas mesas por las ausencias de seres que han partido al mundo de la inmortalidad, pero ahora se suman los que por el Covid-19 deben aislarse, los que por enfermedad respiratoria quedaran apartados, los que viven la Natividad en el hospital, en la casa, solos o abandonados, y también habrá quien en la nostalgia se recree y piense en los momentos previamente vividos.

Estarán también los otros, los olvidados, esos que aun queriendo celebrar o tomar las medidas sanitarias no podrán hacerlo; y no porque no quieran sino porque no tienen como, a esos seres humanos que en la penumbra de la calle deambulan buscando un techo donde resguardarse del frio, esos que escuchando expectantes como la gente busca algo para “la cena” con cubrebocas con motivos festivos, solo pueden ver, ver a sus niños arrojar una pelotita o pedir limosna para poder subsistir, ellos a quienes las estadísticas parecieran menospreciar en la lista de contagios, ellos que difícilmente tienen acceso a un hospital o a la adquisición de medicamentos.

Esta Natividad nos motiva a redescubrirnos, a anidar verdaderamente la esperanza en tener un mundo más armónico, a verdaderamente apreciar lo importante de la vida y de la salud, a vivir confiados en un nuevo despertar donde el cielo nos cubra con su belleza, donde los seres humanos tomados metafóricamente de la mano, sumen sus fuerzas para reconstruir el tejido social, donde la mesa sea un verdadero lugar de regocijo donde se comparta el pan y la sal; donde se anide la voluntad de reencontrarnos con nosotros mismos, de empatizar con los niños que no han podido disfrutar la infancia que nosotros tal vez tuvimos, en escuchar los buenos tiempos en la voz de nuestros adultos mayores; todo esto se dará cuando las medidas sanitarias lo permitan, pero lo que no puede ni debe dejar de ser es el anhelo por vivir en un futuro no tan lejano.

Mención espacial tendrá todo el personal de salud, subrayando con creces a quienes en la primera línea de acción combaten con fuerza y gallardía a este virus que sigiloso vino a irrumpir la pasividad de la sociedad, para alertarla, moverla y accionarla. ¿Cómo sentirán nuestros héroes de carne y hueso, estas fechas decembrinas? Merecen nuestro reconocimiento, pero sobre todo nuestro apoyo; ellos tienen familia, seres queridos, el cansancio y la desesperación ya han hecho mella en su ser, y hoy esa luz que irradia de nuestra vida debe alumbrar a los que luchan con oraciones, bendiciones o buenos deseos, pero sobre todo con acciones, compromiso y salvaguarda debemos luchar por cargar el hombro de los vencidos y hacer frente común, pues ni este ni ningún otro virus puede más que nuestra humanidad.

Somos luz, aspiramos a crecernos en estatura y ser sosiego en época de desesperanza, debemos preparar nuestra mente para los nuevos retos a los que nos motiva la vida, esta Natividad en resguardo, reflexión, nostalgia y esperanza, es una Navidad diferente, con foquitos que tiritan de frio junto a la ventana, pero que cálidos comparten sus centellas para hacernos recordar los motivos que nos unen; somos ese árbol verde y frondoso que lleva los adornos de experiencias y risas con que al paso del tiempo hemos revestido nuestra vida.

Riamos, lloremos, gritemos, hagamos que lo que más nos gusta, pero; no olvidemos la cálida venida de una noche luminosa donde las creencias y las añoranzas se cruzan y se entretejen, descubramos como a pesar de lo tortuoso de este año, tenemos vida, nos conocimos, nos leímos, nos escuchamos, nos relacionamos, algo habremos aprendido; es momento de darle lustre a nuestro presente, por los que no están, por los que luchan, por los que estamos y los que vendrán: deseo que en esta Natividad, la estrella de la esperanza se pose sobre nosotros y nos unja con salud, paz y amor, juntos o a la distancia; para mí, para ti y los tuyos: ¡Feliz Navidad!

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