Este tipo de relaciones, en las que dos personas sufren constantemente, se denominan relaciones tóxicas. Estas relaciones de pareja te producen mucha pena y desdicha, muy poca alegría y buenos momentos. Un factor común en este tipo de parejas, además de la infelicidad, es que siempre hay uno de los que intenta constantemente sostener esta relación por muy imposible que esto resulte, desgastándola de esta manera aún más y provocando una mayor insatisfacción.
Las relaciones ideales son aquellas en que las dos personas ganan en afectividad, comprensión, contención… casi podríamos decir que se trataría de una relación en la que el tablero sería ganar-ganar. En cambio, en las relaciones tóxicas, esto solamente se da de esta forma: perder-ganar. O peor aún, en casos más extremos: perder-perder.
Si las respuestas son afirmativas es muy posible que estemos involucrados en una relación de este tipo: ¿por momentos te sientes tan herido que desearías no estar con esa persona?; ¿hay demasiada culpa, sarcasmo, ironías y burlas como mecanismos de manipulación entre ambos?; ¿has perdido la capacidad de decidir por ti mismo?; ¿tienes la sensación de que es necesario que te desdibujes como persona para que el otro esté contento y no provocar conflictos en la relación?; ¿cedes a los deseos del otro todo el tiempo, con tal de no provocar problemas y en aras de la paz y la armonía del vínculo?
Una relación tóxica es aquélla en la cual una o las dos personas sufren mucho más de lo que experimentan dicha y placer por estar juntos. Uno de los integrantes (en algunos casos ambos) se ven sometidos a un gran desgaste por tratar de sostener la relación. Provocan más insatisfacción que felicidad.
Las sensaciones de bienestar que proporcionan en escasos momentos son muy efímeras. A menudo es necesario silenciar o pasar por alto ciertas cosas que, de darles la importancia que efectivamente tienen, causarían un profundo dolor e incluso llegarían a poner en peligro la continuidad de la pareja. A menudo, tu pareja te hiere y te entristece de forma exagerada. Utiliza mecanismos tales como la culpa, el sarcasmo y la burla para manipularte, mina tu autoestima y tu capacidad de decisión. En ocasiones la persona llega a una situación en la que no se reconoce a sí mismo.
Hay diferentes razones, a continuación detallo las más usuales: la baja autoestima; el creernos salvadores/as: fantasear con la idea de que nosotros podemos cambiar a esa persona, que hemos llegado a su vida para que se transforme en otra clase de ser humano, mejor, mas como nosotros queremos que sea. El asumir el rol de víctimas: quién nos va a querer o a aceptar como esta persona que se digna a darnos ratos de su tiempo, o a convivir con nosotros, en definitiva, a darnos momentos su (mala) compañía cuando le place.
La urgencia en la necesidad de muestras de cariño: este tipo de deseo imperioso es muy mal consejero, y se suma a la necesidad de suplir carencias profundas. A veces da como resultado el tolerar cualquier cosa por un poco de lo que atisbamos como cariño (una demostración de afecto, sexo, un regalo), pero que en realidad encubre otro comportamiento de fondo (uso, abuso, egoísmo, maltrato, falta de respeto, etc.).
Estar acompañado a cualquier precio: el miedo a la soledad es el paso preliminar hacia una posible relación tóxica, podemos tolerar literalmente cualquier cosa con tal de no estar solos.
El aburrimiento: la búsqueda de nuevas sensaciones puede hacer que sólo veamos una faceta de la personalidad de quien nos atrae, la divertida y agradable que nos saca del letargo. Así no logramos ver con claridad el resto de la personalidad de quien nos atrae, en la cual hay comportamientos tóxicos que en un principio no identificamos.
La necesidad imperiosa de cumplir algún rol social, como por ejemplo el de esposa/o, madre o padre. Esto tal vez pueda llegar a hacernos priorizar el fin antes que ver a la persona que elegimos como realmente es.
Algunas veces tratamos por todos los medios posibles de enmascarar la realidad para seguir manteniendo las apariencias y la estructura social, aunque el costo interno suele ser demasiado alto. El miedo a seguir avanzando en la vida: a veces aceptamos quedarnos en una zona conocida en vez de crecer, desarrollarnos, cambiar y superarnos.
Siempre hay un límite claro y es el respeto y el amor a uno mismo, que debe estar por encima de todo lo demás. Si no te quieres, no te haces valer y ensalzas a otra persona al punto de priorizarla por sobre tu bienestar y estabilidad, estás inmerso en una relación tóxica. Si la comunicación con la otra persona te hace daño, impide que desarrolles tu potencial, te frustra una y otra vez e implica que relegues deseos que son importantes para ti no lo debes seguir tolerando.
No hay por qué dejar de lado nuestras expectativas, ilusiones, deseos y sueños por intentar sostener una situación que a las claras resulta insostenible.