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viernes, septiembre 20, 2024

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Les fallamos

Las cifras de pobreza con las que cierra 2018 no hacen más que reafirmar que seguimos fallando como sociedad. Son millones de personas que mueren todos los días de hambre y la brecha se sigue incrementando a pasos agigantados.

De acuerdo con la Agencia de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), cerca de la mitad de las personas que viven en América Latina y el Caribe son pobres. Es la primera vez que esta cifra se incrementa en una década, llegando a más de 59 millones de personas.

El abandono al campo en la región se refleja de la siguiente manera: uno de cada dos habitantes rurales de Latinoamérica es pobre y uno de cada cinco es indigente. Si se comenzaran hoy a introducir medidas integrales para disminuir a la mitad la miseria en el campo en México tardaría de entre 19 a 29 años; en Perú, de 22 a 40 años, y en Chile entre 17 y 41 años.

La caravana migrante, con miles de centroamericanos que se encuentran en México, sólo es una pequeña representación de la realidad lacerante para millones de individuos. Huir o morir, morir por el crimen o morir de hambre.

Esto en América Latina, pero del otro lado del mundo, en Yemen, la situación es de crisis humanitaria. En tres años de guerra civil, cerca de 85 mil niños han muerto de malnutrición aguda y 14 millones de yemeníes están al borde de la hambruna, 1.2 millones con cólera.

Las imágenes de los pequeños yemeníes en los huesos, con sus vientres prominentes y costillas resaltadas es la imagen de nuestro fracaso social. De cómo, a pesar de todos los avances científicos y tecnológicos, seguimos siendo los peores depredadores en ciclos de descomposición.

La falla, que nos corresponde a todos, en el combate a la pobreza suele politizarse en modelos económicos. La gente cercana a lo que algunos denominan izquierda suele decir, con gran simpleza, que los modelos neoliberales, que promueven el egoísmo, sumen a la población mundial en la pobreza.

Sin embargo, con estas afirmaciones poco o nada se sostiene, cuando se ve, demuestra la correlación entre mayor libertad económica con menor pobreza de las personas. Las naciones con mayor número de empresas privadas son las que tienen menores índices de pobreza.

Un segundo argumento tiene que ver con el hecho de que la gente que huye de los fracasos económicos no lo hace hacia naciones de regímenes de pocas libertades económicas. Si esto fuera cierto, países como Bolivia o Venezuela (que, de hecho, es un gran expulsor de su población) serían receptores de esta migración que prefiere irse hacia Estados Unidos y se conforman con México como una vía para superar sus niveles de pobreza.

En las economías de mercado tampoco se encuentra una solución plena, como lo advierte la concentración de la riqueza o las diferencias entre diferentes grupos de la población. A pesar de esta realidad, resulta que, a mayor libertad económica, menor pobreza, y de ahí que deba pensarse en que se trata de un modelo quizá “menos malo”.

Las respuestas híbridas, como las que ha intentado México en más de 30 años, son destructores netos de la capacidad de emprendimiento de la población. Quienes recibieron los primeros subsidios por parte del gobierno mexicano en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari hoy tienen hijos y nietos en los programas subsecuentes sin ejemplo alguno que haya salido de la pobreza.

Es tiempo de asumir responsabilidades y emprender acciones urgentes por los latinoamericanos, los yemeníes y hasta los millennials, a los que no les espera un futuro nada alentador en materia económica.

Twitter: @kimarmengol

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Source: Excelsior

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