Así terminé el miércoles: Aquí, el ganador obtuvo una aplastante victoria y enfrenta, al igual que en las tierras galas, un Estado atrofiado con severos problemas estructurales y, elemento crítico para México, decenas de millones acostumbrados desde hace decenios a la dádiva y el subsidio y, dicho de manera clara, a vivir descaradamente del erario.
Ante la posible reacción en su contra, producto del desencanto de decenas de millones, ¿qué haría López?
Para Macron, los últimos meses han sido, por decir lo menos, difíciles; una muy buena parte de los electores franceses —incluidos en este conjunto, algunos de los que en ambas vueltas le dieron su voto—, parecen estar a la defensiva porque, ya se dieron cuenta que algunos de los privilegios sin sustento financiero serán —o al menos lo intentará Macron—, eliminados.
Asimismo, el espinoso tema de las pensiones será quizás la piedra de toque que defina la gobernación de Macron y su posible reelección. Cuando Nicolas Sarkozy decidió enfrentar el problema y elevar la edad mínima para la jubilación, la respuesta a su decisión fueron los enfrentamientos violentos y la rebelión de millones de obreros y empleados franceses; después de meses de enfrentamientos políticos y negociaciones difíciles por el rechazo —casi de principio— por parte de los afectados, lo único que logró Sarkozy fue elevar los anteriores 60 años a 62.
Hoy, las condiciones han empeorado pues el nuevo piso —62 años— debe elevarse cuando menos a 68-70 años. Esto, dada la caída de la popularidad de Macron, luce imposible. Por lo demás, en países donde los beneficios sociales han sido financiados con deuda como en Argentina y Brasil, el obstáculo fundamental para todo gobernante y su gobierno, son las pensiones. Vistas las cosas así, la respuesta ante todo intento de racionalidad económica, es la franca y a veces violenta oposición.
¿Qué podríamos decir de México? Lo primero, elemento no menor, es poner en el centro algo que es imposible pase inadvertido; mientras que Macron y el argentino Macri, el brasileño Bolsonaro —de ganar la segunda vuelta este 28 de octubre—, el chileno Piñera y el colombiano Duque son, todos ellos, unos convencidos de la necesidad de profundizar las relaciones internacionales y el papel en la escena global de sus respectivos países. Además, promotores de los lazos personales con los gobernantes de los principales socios comerciales de su país.
Ante esa realidad, y dadas sus limitaciones en muchos aspectos, ¿qué hará nuestro ermitaño?, personaje aldeano cuya renuencia a jugar un papel en la escena internacional —acorde con las dimensiones e importancia del país que va a gobernar—, raya en la insania.
¿Qué nos espera en la fiera competencia por atraer inversión extranjera? ¿Qué esperar del papel de México en organizaciones internacionales las cuales, son un buen escaparate para promover a México y sus atractivos para la inversión?
Difícilmente encuentro algo positivo para el país y su crecimiento con un ermitaño en la Presidencia; de quien ha hecho del rechazo a lo de afuera casi una religión, nada bueno podemos esperar. La incapacidad para relacionarse con sus iguales debido a sus limitaciones intelectuales y de comunicación junto con su aldeanismo, nos sumirán en un aislamiento no visto en años.
Espero equivocarme, pero ¿qué podría hacer por el país, alguien que está convencido que no importa perder horas y horas en un aeropuerto porque el vuelo se retrasó?
Source: Excelsior