The Wall Street Journal, el periódico de mayor circulación en los EEUU, publicó una dura columna de opinión sobre la crisis agobiante que golpea a la Venezuela bajo el régimen de Nicolás Maduro.
A continuación, un extracto del artículo firmado por Daniel Pipes, un historiador, escritor y comentarista norteamericano, presidente del Foro de Medio Oriente y especialista en política exterior.
Las ideas hacen funcionar al mundo. Las buenas crean libertad y riqueza, las malas; opresión y pobreza. No eres lo que comes, sino lo que piensas.
Los políticos en particular suelen caer presos de sus ideas. Como John Maynard Keynes lo expresó: “Los hombres prácticos que creen estar exentos de cualquier influencia intelectual, son comúnmente esclavos de algún difunto economista. Los locos al poder, que escuchan voces en el aire, destilan su frenesí por las ideas de los académicos de hace unos años atrás. Son las ideas, no los intereses creados, las que son peligrosas tanto para hacer el bien como el mal”.
La historia de Venezuela sirve para explicar este punto con singular claridad. En 1914, el descubrimiento del petróleo trajo al país enorme riqueza y condujo a una economía relativamente libre. Para 1950, Venezuela disfrutaba del cuarto ingreso per capita a nivel mundial, sólo detrás de EEUU, Suiza y Nueva Zelanda. Hacia 1980, presumía de la economía de más rápido crecimiento del siglo XX. En 2001, todavía se ubicaba como el país más rico de Latinoamérica.
Sin embargo, los problemas de Venezuela comenzaron mucho tiempo antes. Ya hacia 1958, la interferencia del gobierno en la economía mediante controles de precios y cambiarios, además de impuestos más elevados y restricciones sobre los derechos a la propiedad, llevaron a décadas de estancamiento. De cualquier manera, el país continuaba operando de forma normal.
Hoy, la nación con las reservas de petróleo más grandes del mundo sufre de una economía severamente contraída, una inflación fuera de control, despotismo, inmigración en masa, criminalidad, enfermedad, hambre y desnutrición. La situación empeora día a día.
La economía venezolana se contrajo un 16 por ciento en 2016, un 14 por ciento el año pasado y se pronostica que un 15 por ciento en 2018. La inflación se calculó alrededor del 112 por ciento en 2015 y en un 2.800 por ciento hacia fines del año pasado.
El economista Steve Hanke fijó un ratio anual del 65.000 por ciento para 2018, lo que convierte al caso venezolano en una de las peores hiperinflaciones de la historia. El desabastecimiento de alimentos llevó a que los venezolanos pierdan en promedio unos 8 kilogramos en 2016 y 10 kilogramos en 2017.
Pero, ¿qué causó la crisis? ¿Una invasión extranjera, una guerra civil, un desastre natural, productos sustitutos del petróleo o plagas en su agricultura? Ninguno de estos. Fueron pura y sencillamente las malas ideas.
El socialismo ya había demostrado ser un fracaso a nivel mundial, pero Hugo Chávez convenció a los venezolanos que debían probarlo. Luego de convertirse en presidente en 1999, se dedicó a robar, dominar, polarizar y encarcelar.
Beneficiado por alrededor de USD 1 billón en ventas de petróleo durante sus 14 años como presidente, tuvo los medios necesarios para lanzar planes de ayuda social masivos para asegurarse votos. Incluso, se pudo dar el lujo de matar a la gallina de los huevos de oro, al reemplazar a profesionales competentes a cargo de la compañía petrolera propiedad del gobierno, por agentes, títeres y aduladores.
Fiel a la tradición socialista, su hija María acumuló una fortuna estimada por la prensa venezolana en torno a los USD 4.2 mil millones hacia 2015.
“El problema con el socialismo es que eventualmente se acaba el dinero de otros” dijo Margaret Thatcher. Chávez le escapó a dicho problema al buscar tratamiento para su cáncer en La Habana, donde según reportes de la cadena Fox News, “fue asesinado por la mala praxis cubana”.
Murió en marzo de 2013, aproximadamente un año antes de que el precio del petróleo se desplomara, por lo que convenientemente le traspasó el desastre creado a Nicolás Maduro, su sucesor elegido a mano, todavía más brutal e incompetente.
Una vez que los ingresos del petróleo comenzaron a encogerse, el verdadero costo de las ideas en quiebra de Chávez comenzó a salir a la superficie.
Venezuela hoy se hunde en el totalitarismo y debe usar a sus fuerzas militares para mantener al socialismo a flote.
Las malas ideas siempre existieron, pero adquirieron mayor importancia con el advenimiento del liberalismo hacia fines del siglo XVII. Antes de ese momento, una tradición respetuosa del conservadurismo, adaptada a la nuevas circunstancias, había prevalecido.
Teorías radicales proliferaron, sobre todo durante la Revolución Francesa. Las compuertas fueron abiertas para que ideas no basadas en la experiencia y el sentido común afloraran. Estas incubaron durante el siglo XIX y se concretaron luego de la Primera Guerra Mundial con el fascismo, el nazismo, el socialismo y el comunismo.
Como el historiador Paul Johnson dijo una vez “el peor despotismo es la tiranía sin corazón de las ideas”.
La sucesión de tiranos que han impuesto sus propias filosofías a lo largo del último siglo es depresivamente larga, entre los que se incluyen Mussolini, Lenin, Stalin, Tojo, Hitler, Ho, Mao, Kim, Nasser, Pol Pot, Mugabe, Assad, Saddam Hussein, Khomeini y Chávez.
Ellos entendían perfectamente su propio juego, como Stalin una vez lo explicó. “Las ideas son más poderosas que las armas”. Cada una de ellas devastó su feudo.
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Source: Infobae