Es un hecho que no le gustó nada al presidente de Estados Unidos que salieran representantes del Congreso de su país a ponerle una fecha límite para que determine si habrá o no renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Seguro que lo hizo enojar que dentro de su país surgiera un nuevo protagonista a meter más presión al acuerdo trilateral.
Hoy, además de la atención que hay para saber si México y Canadá cederán ante las condiciones alevosas que pretende el equipo de Robert Lighthizer, hay que atender a los tiempos que marca el líder de la mayoría republicana en la casa de representantes, Paul Ryan.
No hay duda de que esta semana será de gran tensión en los mercados porque ahora hay que cumplir con la frontera legislativa de tener un acuerdo en principio antes del próximo jueves, que además el gobierno de Trump tiene la obligación de presentar al Congreso.
Si se lograra ese acuerdo base, la Casa Blanca debe, de inmediato, solicitar a los legisladores una ampliación de 90 días para que analicen el documento y en no más de 30 días a partir de ahora la administración de Donald Trump deberá presentar el documento final completo que tendrán que aprobar en el Capitolio.
Entonces ya no es mayo, como había dicho el representante de Trump, es el 17 de mayo, como dijo el líder del Congreso. Ahí hay un cambio en la batuta interna estadounidense, algo que debe enfurecer sin duda a Donald Trump.
Y con esa presión adicional el mensaje del secretario mexicano de Economía es el mismo, a pesar de las presiones del tiempo no habrá sacrificio en la calidad del contenido del acuerdo.
Y también en los asuntos de calidad del acuerdo hay advertencias desde el Congreso de Estados Unidos a su presidente. Un centenar de legisladores estadounidenses enviaron una carta a Robert Lighthizer con la advertencia de que no pretendiera acabar con los páneles de solución de controversias que tan bien han funcionado con el acuerdo original.
Así que Canadá, México y al menos 100 legisladores estadounidenses están del mismo lado, que se opone al lugar en el que se ubica Donald Trump.
Esto le agrega otro peligro a la conclusión satisfactoria de la renegociación. Porque si realmente se pudiera concretar la renegociación entre México, Estados Unidos y Canadá esta semana, la siguiente batalla en la que seguro se va a meter de manera virulenta el gobierno de Donald Trump es con su Congreso.
Lighthizer ha entrado en alguna disputa verbal con los legisladores de su país por cuestiones del contenido del TLCAN, y no ha tenido empacho en lanzar las mismas amenazas que conocen mexicanos y canadienses: si no se logra como lo quiere Trump, simplemente se acaba el tratado.
A pesar de que el presidente de Estados Unidos diga que es un desastroso acuerdo del que no es fan, lo cierto es que al final lo necesita tanto como sus otros dos socios. Sólo que ahora vocifera porque su Congreso lo evidenció y quiere ganar esa otra lucha de poder.
Entonces, si esta semana se lograra eso que ya parece un milagro de tener un acuerdo en principio entre México, Estados Unidos y Canadá para salvar el TLCAN, falta la otra batalla importante, la de republicanos y demócratas en el Congreso en contra de la actitud testaruda de su presidente.