Home tendencia La Especial de Parí­s, helados artesanales desde hace más de 90 años

La Especial de Parí­s, helados artesanales desde hace más de 90 años

0
La Especial de Parí­s, helados artesanales desde hace más de 90 años

México, 27 Abr (Notimex).- El calor de la primavera se cuela por la vida de los capitalinos, quienes desde tiempos inmemoriales han encontrado en el helado un consuelo para mitigar las temperaturas, en la heladería La Especial de París, con 97 años de edad, se sirve este postre que se prepara de manera artesanal desde que esta manera de hacer las cosas se volviera un asunto de moda.

Los sabores y la forma de preparar los helados son los mismas a los que desde que el señor Domingo Lozada las elaboraba, en la década de los años veinte, cuando comenzó a vender helado en un carrito de madera con ruedas de baleros, por aquellos días solo ofrecía helado de vainilla y limón.

Vicente Lozada, es la tercera generación encargada de conservar la tradición heladera de la familia y con orgullo recuerda la historia de su abuelo, Don Domingo procedente de San Miguel Atlautla, en el Estado de México y quien como muchos de los mexicanos que cimentaron la ciudad llegó por azares del destino, en su caso, al tender las vías férreas de Querétaro a la capital mexicana.

Una vez aquí y tras terminar el tendido de vías, Domingo se quedó sin trabajo y comenzó a laborar como carpintero y otros tantos oficios hasta que llegó a una heladería italiana, donde aprendió a hacer estos postres y tras lo que decidió emprender en el negocio de la alegría congelada.

Armado con un carrito y solo dos sabores de helado, recuerda Vicente Lozada, su abuelo se apostaba en la esquina de la calle París, de donde se cree que la heladería adquirió el nombre, esquina con la de Ramón Guzmán, conocida en la actualidad como la avenida de Los Insurgentes y la calle de Artes, que ahora es Antonio Caso.

La heladería, situada en la actualidad en avenida de Los Insurgentes Centro número 117, colonia San Rafael, cuenta con al menos 50 sabores diferentes, la particularidad es que ninguno deja resabios de nada, es decir, se deshacen en la boca sin dejar más rastro que el de las frutas naturales con los que se preparan.

Don Vicente, quien ya enseña a la cuarta generación el arte de preparar helado artesanal mexicano, explica que al preparar este postre de la misma manera en la que su abuelo lo hacía hace poco más de 90 años hace que los helados no contengan hasta nuestros días ni sabores, ni colorantes artificiales, tampoco estabilizantes ni bases de helado y los ingredientes, con excepción de la matcha y el cardamomo, son cien por ciento nacionales.

Vicente aprendió los secretos del helado tal como lo hizo su padre, al observar y ayudar durante su juventud en el local que parece haberse detenido en el tiempo y que a decir de su propietario, jamás cierra y solo lo ha hecho en contadas ocasiones, debido a que considera que muchas personas acuden desde lejos a comer helado y no se cierra por respeto a su clientela.

Al local, comentó, han acudido desde presidentes hasta políticos y otros tantos reconocidos personajes, y la joya de la corona es el helado de vainilla, la cual se prepara con vainas naturales procedentes de Veracruz, aunque también destaca el de cacao con semillas naturales de este fruto, así como el de fresa con albahaca y calabaza con canela, así como alrededor de 19 especialidades como el Banana Split y el Helado Ahogado, el cual se prepara con dos bolas de helado, un chocolate Ferrero Rocher, crema, rompope, nueces y almendras.

El abuelo de Vicente comenzó a trabajar solo con dos sabores hasta llegar a los 14, su papá alcanzó los 20 y la tercera generación ya va por los 50, aunque destacó que han desaparecido otros tantos como el nanche, membrillo y arrayán, los cuales, al ser desconocidos para las personas, tampoco los piden.

La Especial de París, conserva no sólo los sabores y texturas de un helado bien trabajado, sino que al entrar al lugar, los sonidos de la ruidosa avenida Insurgentes desaparecen y al disfrutar del postre es posible imaginar que se ha retrocedido en el tiempo y que en la vida solo se trata de comer helado de vainilla.