Como todos los días Sandy Blampied se despidió de su mamá con un beso en la mejilla. Caminaría la distancia que separaba su casa en Sagaponack, Long Island del bus escolar para ir al colegio y retornaría a las horas. Lo que no sabía es que ese día de octubre de 1966 el adiós sería definitivo y para siempre. La niña nunca más sabría algo de Louise Pietrewicz, su madre.
Al parecer, Pietrewicz había calculado abandonarla a ella y a su tortuoso matrimonio. Ese mismo día retiró de su cuenta bancaria unos 1.300 dólares y la cerró.
Junto a la huida de la mujer de 38 años participó un policía, William P. Boken, quien también estaba casado. Escaparían de Long Island para comenzar una nueva vida. Ambos fueron vistos aquel otoñal día de 1966.
Su hija, al conocer la situación, supo que algo más había pasado. Que su madre, quien la amaba profundamente, no podía haberla abandonado sin más. Que si sólo se hubiera fugado de su casa la habría llamado para su reencuentro lejos del infierno que vivía. “No me hubiera dejado simplemente. Si estaba viva en algún lado me hubiera llamado para estar juntas“, diría Blampied al diario Suffolk Times.
Pero esa llamada que tanto esperó Sandy nunca llegó. Y fue declarada desaparecida. Nunca la encontraron.
Pero en octubre de 2017, ese mismo periódico se interesó nuevamente por el caso. Quería saber qué había pasado con aquella mujer cuyo paradero era desconocido y que aún era objeto de murmullos entre los habitantes más veteranos del pueblo con una alta comunidad polaca.
Hace dos semanas, tras años sin que la causa se moviera, el Departamento de Policía del Condado de Suffolk encontró un esqueleto en el sótano de una vivienda en Southold que perteneció a Boken, el antiguo amante de la mujer, quien murió en 1982 y que nunca fue indagado por la desaparición de Pietrewicz. Antes de su deceso, el hombre ya había vendido la casa… con un recuerdo oculto en su interior.
Los restos de ADN recolectados en los huesos hallados en la propiedad coincidieron con los de su hija Sandy y con los de un primo. La pista sobre dónde estaba el cuerpo fue aportada nada menos que por la ex mujer de Boken, quien supo que su marido había enterrado el cuerpo de la víctima poco después de que se hubiera reportado su desaparición.
Judith Boken permaneció 52 años en silencio. Y supo desde siempre el amorío que su marido mantenía con la víctima.
Años atrás, luego de ocurrida la desaparición y cuando el caso aún estaba en boca de todos en el pueblo, los investigadores revisaron la antigua vivienda de Boken, pero no hallaron nada, según confirmó Gerard Gigante, el jefe de Detectives de Suffolk City. Incluso habían revisado el sótano, sin éxito. De acuerdo a The Washington Post, los investigadores debieron utilizar sonares y excavar más de un metro para encontrar el esqueleto de Pietrewicz.
En un principio, cuando la mujer desapereció, todos sospecharon del ex marido de ella, Albin Pietrewicz, un hombre violento que había golpeado a Louise en reiteradas oportunidades, incluso delante de su hija Sandy. La víctima lo abandonó mudándose a la casa de sus padres junto a su hija en Sagaponack poco antes de que desapareciera.
La policía interrogó a ambos sospechosos, Pietrewicz y Boken, pero no obtuvieron pruebas suficientes como para incriminarlos. Incluso, Boken debió enfrentar cargos por violencia doméstica contra su esposa. Días después de la desaparición de Louise, renunció a la policía. Al poco tiempo, fue juzgado y transferido a un hospital psiquiátrico. Tras quedar en libertad, desapareció por completo de Long Island.
Fue así como tiempo después salió del radar de los detectives y el caso lentamente fue dejado de lado. A nadie le importó qué sucedería con Sandy.
Al enterarse de que los restos de su madre habían sido encontrados y que ella había sido enterrada en un sótano por el hombre que pudo ser detenido entonces, la mujer explicó: “Me quebré. Me quebré y lloré. Es tan duro creer en lo que ocurrió. Todavía no puedo creerlo. Esta fue mi madre“, dijo Blampied.
“Creo que él la mató el último día que la vi. Le di un abrazo y la besé antes de irme al colegio y apuesto que fue el día que la asesinó“, relató Sandy al diario. “Es surreal. Tengo muchas emociones juntas. Estoy feliz. Estoy triste. Estoy furiosa. Quiero golpear a alguien. Es agridulce. Pero la tendré conmigo. Ahora y por el resto de mi vida“.
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Source: Infobae