Una nutricionista y una psicóloga nos explican los problemas que conllevan una obsesión diaria con la dieta.
Lunes, 7:00 de la mañana, suena el despertador, respiro hondo y siento que algo ha cambiado. Hoy comienzo la dieta, basta ya de excusas, solo depende de mí y la dejadez que llevo arrastrando se va a terminar. La pizza de ayer fue una excepción, pero hoy —HOY— es el principio de mi nueva vida. Aparto la bollería: toca tostadas de pan integral con pavo y un café con leche de soja para mi desayuno equilibrado.
Me echo a la calle con la mochila del gym, almuerzo fruta en el trabajo y me como una ensalada de legumbres. Salgo de la oficina tarde: estoy mentalmente agotado. Al final no voy al gimnasio porque el único día que puedo quedar con ese amigo es hoy.
Nos sentamos en el bar y me tomo una cerveza, pico unas bravas y, como ya no he seguido la dieta, ceno otra vez pizza porque un día es un día y mañana será el momento, EL DE VERDAD, en el que comenzaré a cuidarme. Ya sabes, cada vez que amaneces es una oportunidad (para el fracaso).
Esto lleva pasándome más de un año. Cada mañana lo tengo claro, estoy convencido y solo pienso en cuidarme y hacer deporte porque desde hace ya unos meses solo claudico ante la dejadez, la desidia y mis creativos sabotajes, pero en lo que transcurre la jornada laboral, solo necesito un pensamiento fugaz disuasorio para no hacerlo a modo de excusas patéticas. En el camino me martirizo, estoy incómodo con mi cuerpo y me prometo a diario que debo cambiar.
“Lo que permite conseguir los objetivos y mantenerlos, no es hacer una dieta perfecta una semana o un mes, sino ser capaz de ser constante con estos hábitos y cambios siempre”
El desprecio que siento al querer reconfortarme con mi físico es proporcional al que siento por no hacerlo. Quizás porque siempre he hecho deporte, he comido “bien” y, sin ser del todo consciente, y por culpa del entorno —medios de consumo, redes sociales y las expectativas mías y de los demás—, he asimilado esa construcción cultural con cánones de belleza que conscientemente critico. Soy otro patético humano del siglo XXI.
Adriana Oroz, nutricionista y dietista del centro Alimmenta, me explica que muchas personas buscan una dieta para comenzar nuevos hábitos saludables y solo se conforman con unos patrones concretos y no vuelven más. “Una pena, porque seguir ciertas recomendaciones o pautas durante unos días es fácil, pero durante más tiempo, no tanto. Y es en este tiempo donde más se trabaja en consulta. El dietista-nutricionista no es solo quien da un planning de dieta y ya está, sino que es quien acompaña en el proceso, motiva, educa, enseña y ayuda a ser constante y perseverante con los cambios y objetivos”.
Me imagino que algo tendrá que ver la falta de paciencia y la inmediatez en la que estamos sumergidos. Si hago dieta, quiero perder 5 o 6 kilos en un mes. En dos meses, como mucho, estar prácticamente en el objetivo, y en tres solo aspiro a que mi posado casual en ropa interior presida la lona de edificios céntricos en las ciudades más importantes del mundo en la nueva campaña de Calvin Klein donde todos admirarán mi torso apolíneo.
“Lo que permite conseguir los objetivos y mantenerlos, no es hacer una dieta perfecta una semana o un mes, sino ser capaz de ser constante con estos hábitos y cambios siempre. Con las dietas express no existe una educación alimentaria, no enseñan a comer, a cambiar o mejorar nuestros hábitos y estilo de vida y así hacer un cambio duradero y de por vida. Simplemente dan unos pasos a seguir que muchas veces no tienen ningún fundamento científico. En lugar de enseñar a disfrutar de una buena alimentación, solo fomentan la restricción, los miedos, creencias, el rechazo y la culpa al consumir ciertos alimentos”, concluye la nutricionista que detalla con precisión mi caso, y me reconforta afirmándome que “es muy común, sobre todo cuando el contexto cambia”.
“Cuando alguien siente que su cuerpo ‘da asco’, en los casos más graves, la persona puede desarrollar fobias y un funcionamiento evitativo, no enfrentándose a situaciones en las que se siente muy inseguro, como no salir de casa, no trabajar, etcétera”
El entorno, el contexto y cómo respondo yo ante los inputs y cambios. Para hablar sobre ello me he puesto en contacto con Nuria Tarifa, psicóloga experta en trastornos alimenticios del Centro GRAT.
¿Por qué siento la obligación de hacer dieta y deporte para verme bien y no para cuidarme?, pregunto a la experta. “Hay muchas personas que basan su autoestima en la imagen que les devuelven los demás. Es decir, ‘tengo valor en la medida en la que los demás me valoran. Si no me valoran, es que no valgo'”.
Pero claro, hace un año sí que estaba motivado, hacía deporte y me cuidaba porque una cosa me llevaba a la otra. Me sentía más activo, con más confianza y autoestima. Ahora, en cambio… Hablo con la psicóloga sobre este caso que al parecer es muy común y me encomienda que mire atrás para descubrir el problema.
“Habría que resolver aquello que ha detonado el cambio y, por otra parte, recordar los motivos y recursos que tenías antes para cuidarte, que te puedan servir también ahora, o quizás reformular el motivo por el que antes hacías deporte, es decir, quizás tenías un motivo que ha perdido el sentido para ti, habría que encontrarle otros motivos para cuidarte”, concluye Nuria.
Es algo que me preocupa y no sé hasta dónde me podrá llevar porque lidiar con pensamientos algo autodestructivos por el físico da bastante vértigo.
“Nuestra autoestima es frágil, y subirá y bajará de la misma forma como una veleta gira con el viento en función del feedback de desconocidos que nos vayamos encontrando”
“Cuando alguien siente que su cuerpo ‘da asco’, tiene una baja autoestima, por lo que puede sentir inseguridad en diversos ámbitos de su vida y, en consecuencia, afectar negativamente al desarrollo exitoso de la persona en entornos como las relaciones sociales, el trabajo o las actividades de ocio. En los casos más graves, la persona puede desarrollar fobias y un funcionamiento evitativo, no enfrentándose a situaciones en las que se siente muy inseguro, como no salir de casa, no trabajar, etcétera”.
Sus palabras me acongojan, aunque repasa lo más grave que puede ocurrir. Al parecer, si te sientes a disgusto con tu cuerpo, puede ser que lo focalices en el físico porque hay otros aspectos de tu vida que te gustaría cambiar. Se llama pensamiento mágico y el mandamiento que lo vehicula ese algo así como “cuando consiga un físico que me guste, me sentiré bien”.
“Si esto ocurre, la persona puede llegar a obsesionarse con el físico hasta el punto de desarrollar algún problema psicológico como el trastorno dismórfico corporal—preocupación fuera de lo normal por algún defecto— o algún desorden alimentario, sin olvidarnos de que todo en su conjunto puede derivar fácilmente en trastornos del estado del ánimo o de ansiedad”.
¿Pero cómo hemos llegado hasta aquí? Me insta del gran peligro que supone usar las redes sociales como una herramienta para subir la autoestima porque la sometemos a una valoración externa en forma de likes.
“Cuando esto ocurre, nuestra autoestima es frágil, y subirá y bajará de la misma forma como una veleta gira con el viento en función del feedback de desconocidos que nos vayamos encontrando. Se vive en una montaña rusa emocional que puede desfigurar nuestra personalidad por el gusto de los demás porque ahora sometes tu imagen a una valoración sin límites gracias —o por culpa— de internet y las redes”.
Para paliarlo, y habiendo escuchado atentamente a las dos profesionales, voy a reflexionar sobre los cambios en mi vida en los últimos meses para ordenar mejor mi cabeza, me fijaré unos objetivos realistas sin prisas ni angustia, pediré asesoramiento o apoyo de calidad sin dietas express e intentaré pensar un poquito más en mí, que eso del like estuvo bien durante un tiempo, pero ya va siendo hora de desintoxicarse aunque no pare de chafardear cuentas de Instagram que se basan en la exhibición del físico para captar likes y followers. Ellos sabrán.
En fin, esta noche voy a cambiar la pizza por salmón a la plancha, a ver si poco a poco canjeo el sabotaje y la amargura por otros sustantivos menos autodestructivos. Recuerda: “No es una alimentación perfecta lo que debes conseguir, sino una conducta y estilo de vida saludable y equilibrado”. No ese ninguna frase de Coelho, sino un consejo simple y sensato de una nutricionista. Que aproveche.
Publicado originalmente en VICE.com
Source: Infobae