Desde 2011, Michael Joseph ha estado haciendo retratos en blanco y negro de viajeros que saltan a los trenes o hacen autoestop. Con motivo de la inauguración en Nueva York de una exposición con sus imágenes, el fotógrafo nos habla sobre la amistad y otros temas.
Hace diez años se estrenó en los cines Hacia rutas salvajes, la adaptación cinematográfica del libro del mismo nombre escrito en 1997 por Jon Krakauer. Su historia pertenece a Christopher McCandless, el estudiante estrella de la Universidad de Emory que en 1990 donó a OxFam el fondo para sus estudios de posgrado —que ascendía a 25.000 dólares—, destruyó todas sus tarjetas de crédito y se aventuró al interior de Norteamérica. Sus viajes en coche, en tren, en kayak y a pie le llevaron hasta el Río Colorado, a trabajar en la cosecha en Dakota del Sur, a vivir en una comuna hippy en el norte de California y, finalmente, hasta los bosques de Alaska. A lo largo de sus viajes, McCandless creó un vínculo con otras personas, se separaron por decisión propia o por las circunstancias y, en algunos casos, volvió a conectar con rostros familiares por el camino.
McCandless no fue ni mucho menos la primera persona en rechazar la sociedad convencional y lanzarse en busca de una existencia autónoma y sin ataduras, pero tampoco fue la última. Desde 2011, Michael Joseph ha estado retratando a viajeros de tren y autoestopistas que han adoptado un estilo de vida nómada. Como McCandless, a menudo entablan amistades, toman direcciones diferentes y se vuelven a encontrar de nuevo a lo largo del camino. Esos vínculos han creado una especie de tribu holgadamente entretejida de viajeros, como los denomina Joseph, que se extiende por toda la nación. Los retratos en blanco y negro de Joseph de estos viajeros ―una serie que ha titulado Lost and Found― se exhiben ahora en el Daniel Cooney Fine Art de Nueva York.
“Estos jóvenes, que recuerdan a los niños del Dust Bowl de la década de 1930 mezclados con raíces de la subcultura punk de los okupas, se marchan de casa para encontrar una vida mejor y, en ocasiones, también trabajo”, escribe Joseph en un ensayo que acompaña la serie de fotografías. “Algunos no tienen más opción que huir de una situación familiar insoportable”, mientras que otros abandonan por propia voluntad un entorno que les apoya para ir en busca de sí mismos o de su tribu. Algunos, como McCandless, provienen de barrios residenciales. Joseph dice que una de sus modelos había pronunciado el discurso de graduación en su instituto y todavía tenía planes de asistir a la universidad y quizá convertirse en profesora.
A diferencia de muchas fotografías que se hacen en torno a esta comunidad, la obra de Joseph no es documental. Fotografía a sus modelos frente a muros anodinos cuando los conoce, reflejando a esos viajeros constantes en momentos de tranquilidad. Al eliminar el contexto geográfico, “la atención se centra en la persona y no en el lugar, porque su entorno podría ser cualquier lugar en cualquier momento”. En su conjunto, la serie captura una comunidad, pero Joseph explica que su obra trata más sobre los individuos que encuentra que sobre el grupo de personas al que pertenecen. Y del mismo modo que los viajeros entran y salen de las vidas de los demás, así se encuentra Joseph retratando a los mismos modelos en diferentes ciudades y en diferentes momentos de su vida.
Tomemos como ejemplo al primer viajero al que fotografió Joseph: Knuckles, un muchacho con un ancla tatuada en la cara. Salió de un taxi en Las Vegas para hacer el retrato, pero “no pensé demasiado en que me contara su historia”, explica Joseph. “Simplemente nos dimos la mano y yo seguí mi camino”. Conforme fue progresando la serie, Joseph conoció a otros individuos que habían viajado en el mismo tren que Knuckles, o al menos reconocían su particular tatuaje. Aunque Joseph había tratado de volver a encontrarle, su siguiente encuentro no se produjo hasta transcurridos tres años, esta vez en Chicago. “Me vi obligado a salir del metro y subir en un autobús porque estaban haciendo obras… Y ahí estaba. Nos reencontramos y compartimos historias. Estaba feliz de ver finalmente el retrato que le había hecho. Tres meses más tarde me topé con él en Union Square, en NYC, y pasamos el fin de semana juntos. Y hace como un año, yo estaba ofreciendo una conferencia en Charlotte, NC, y pude cenar con su familia después de la charla. Fue increíble ver lo potente que resulta la cámara como herramienta de conexión”.
Aunque Joseph elige no documentar visualmente el entorno de sus modelos, su imagen ofrece gran cantidad de información sobre las características más distintivas de viajar. Escribiendo sobre los tatuajes caseros que a menudo se hacen los viajeros entre sí, Joseph explica. “Como los grafitis en las paredes de las calles de las ciudades donde viven y los trenes en los que viajan, los cuerpos y rostros de los viajeros se convierten en novelas visuales de sus vidas”. La ropa a menudo es de confección propia, hecha con retales y basada en la filosofía punk. Algunos viajeros son músicos callejeros y Joseph les ha fotografiado con los instrumentos que llevan. El dinero que obtienen de las actuaciones callejeras, según explica, se vuelve colectivo, igual que la comida. “Menos es más y nos hace libres”, dice parafraseando a uno de sus modelos.
Pero esta libertad tiene un precio. La policía ferroviaria atrapó y golpeó a McCandless cuando saltaba a un tren de mercancías en Los Angeles, una experiencia con la que muchos de los modelos de Joseph están familiarizados. La adicción a las drogas y al alcohol también es una realidad de la vida en la carretera y la desintoxicación no supervisada puede desembocar en la muerte. Y lo mismo sucede con otro tipo de adicción, la inyección de adrenalina que proporciona saltar a un tren en marcha. Algunos viajeros han fallecido saltando por accidente a un vagón sin suelo, o aplastados por la mercancía. Si las heridas que se producen durante el viaje se infectan, pueden ―y a menudo así es― terminar en amputación.
Y aun así los viajeros encuentran muchas recompensas en este poco seguro e incierto estilo de vida. Según Joseph, algunos han visitado los 48 estados a los que puede accederse en tren y han experimentado partes del país que muchos de nosotros jamás podremos visitar. Joseph dice que intenta no glorificar su estilo de vida, pero tampoco degradarlo. Sin embargo, entiende por qué han elegido vivir así. “Son más felices porque la sociedad no dictamina lo que deben hacer y lo que deben tener. Tienen tiempo para entender quiénes son antes de que el mundo les diga quiénes deberían ser”.
Publicado originalmente por VICE.com
Source: Infobae