CIUDAD DE MÉXICO.

Es el México más profundo y complejo el que se manifiesta el Día de Muertos en los panteones.

En Xoco, en la delegación Benito Juárez, en el panteón que soportó el embate inmobiliario hace pocos años y estuvo cerca de desaparecer, se reúnen familias para recordar a los difuntos en una festividad deslumbrante.

María de La Luz Sánchez llegó a llorar a la hija que recién titulada de pedagogía se fue dejando a la familia un tesoro: un nieto de nueve meses de nacido.

No puedo dejar de venir, para mí era lo mejor que tenía. Dios se la llevó sabe por qué. Sí me ha costado mucho trabajo.

Mi hija me dejó un niño y tengo que seguir adelante por el bebé, lo debo cuidar y mantener el recuerdo de mi hija. No la voy a olvidar nunca. Mi mamá me lo ha dicho que duele más perder un hijo que un padre. Ahora ya lo constaté, que sí es cierto”, dijo la mujer estoica al pie de la tumba de su hija mientras su esposo crea un camino con pétalos de flores en torno al sepulcro.

Otra familia rememora que la matriarca vivió 97 años hasta que un viernes en que llegaron a visitarla sus hijos decidió que era buen momento para morir.

“Sólo se quejó de un dolor y ahí quedó”, dicen dos de sus hijos que además de botana llevaron al panteón la música de Javier Solís, Pedro Infante y Jorge Negrete que escuchaba su madre.

O la familia de María Candelaria Cortés que llegó a recordar a los padres y hermanos que uno a uno se han ido.

“Eso es lo que nos mantiene en vida, mantener esto es muy importante para nuestras descendencias.

Se ha peleado desde años atrás porque querían desaparecer le panteón, pero muchos que están aquí, abajito de la tierra, ellos pelearon”, recordó Cortés.

En cada tumba hay una historia de dolor, incluso en la comunitaria ofrenda a los muertos del 19 de septiembre, hecha de papel picado y de recortes de diarios con encabezados de “Castigado por Dios” “La réplica de terror” “Pega duro”.

Es el dolor acentuado por la gravedad de la misa en medio del cementerio, y por el dulce sonido de una marimba.

Pero la vida no descansa y la muerte tampoco. Dos familias sufrieron la tragedia de enterrar a seres queridos en pleno Día de Muertos. Una cruel jugada de la vida.

El Día de Muertos es buscar la compañía de los que se fueron mientras se come una taquiza al pie de la tumba; es tender caminos de flores para recibir a los muertos; es perfumar el ambiente con copal para que los difuntos estén a gusto; es cantar de dolor con un radio portátil, con un mariachi o con una estruendosa banda porque la vida no es eterna, y ya muertos vamos a llevarnos “nomás un puño de tierra”.

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