El gran teórico del poder

Nos acompañaron para exponer sendas conferencias José Woldenberg, Enrique Provencio y Emiliano Rosales. Los tres, académicos de gran prestigio y conocedores, cada quien en su especialidad, de los severos problemas que padece el país, las contradicciones que se dan a diario en su seno, pero conocedores también de alternativas, estas últimas que fueron atendidas puntualmente por los asistentes.

El sábado, la reflexión fue abierta, con intervenciones fuertes, duras, de Luis Cárdenas y Ricardo Rocha, ampliamente conocidos, ambos, como periodistas y comentaristas del acontecer nacional; Marco Rascón, igual periodista, dirigente social y político de larga trayectoria, también intervino con su lenguaje claro y directo.

El tema central de todo el encuentro fue el de las alianzas electorales y las coaliciones de gobierno. El debate fue intenso y sin concesiones, con críticas a los partidos, al sistema y al desenvolvimiento que el país ha tenido desde que se concretó, en 1977, la primera reforma política.

Muchos fueron los puntos tratados en torno a ese tema, pero a riesgo de cometer un error de interpretación, todos coincidieron en la enorme crisis de representación del Estado y de las enormes fisuras que aparecen, cada día más grandes, en sus instituciones y estructuras todas.

Hay una crisis terminal en el régimen político. El régimen priista es decadente y hay que sustituirlo por otro que resulte sustantiva y formalmente nuevo, innovador, capaz, con suficiencia para atender la vigencia de los derechos humanos de todas las personas, pero sobre todo ello, los delegados coincidieron en evitar a toda costa el gatopardismo. ¡Cambiar para que todo siga igual!

La posibilidad de este gran riesgo para el país estuvo rondando en la reunión, pero hay que reconocer que ronda en todas las latitudes del país. Nadie (quizá muy pocos) se atreve a defender públicamente el actual régimen concentrador del poder en un solo individuo, pero el hecho es que muchos de los que aspiran a la Presidencia lo imitan a diario y pretenden ganar las elecciones para revitalizarlo, reproducirlo y reiterarlo. Son los seguidores del renombrado, multicitado y famoso teórico del poder político, de nombre Fidel Velázquez. Este personaje decía:

“El poder se ejerce plenamente, no se reparte, y el que quiera acceder a él, tendrá que arrebatarlo como lo hicimos nosotros”.

Este teórico tiene seguidores en el gobierno, entre partidos de diversos signos ideológicos, entre periodistas, dirigentes sindicales y sociales. Son adoradores de la perpetuidad en el ejercicio del poder y son fanáticos de su ejercicio absoluto, total y personalizado.

Insisto en que Fidel Velázquez tiene muchos devotos en México, pero los más conspicuos son los dirigentes priistas y los de Morena. Para ambos, el poder no debe repartirse, democratizarse y redistribuirse. En sentido radicalmente diferente, pregonan, el poder del Estado lo seguirá ejerciendo en plenitud y desde la Presidencia un solo individuo.

Para las elecciones de 2018 no debe existir el dilema entre escoger al candidato priista, fiel reflejo del régimen presidencialista concentrador del poder en un solo individuo.. o al candidato de Morena, fiel reflejo del régimen presidencialista concentrador del poder en un solo individuo.

Marco Rascón lo dijo con contundencia: que no nos pase a nosotros lo sucedido a algunos revolucionarios franceses. Fueron a destronar el absolutismo del rey y… salieron levantando en hombros a un emperador, igualmente absolutista.

El dilema de quitarle el poder a un autoritario para entregárselo a otro autoritario no es la única posibilidad para las elecciones del año próximo.

Existe la tercera vía: la de desconcentrar el poder, la de redistribuirlo, democratizarlo y ciudadanizarlo para que, de esa manera, sirva al país y a la gente.

Esto último es lo que significa el Frente Amplio Democrático.

Twitter: @jesusortegam