El asunto cambió. Parece que en las campañas que se avecinan —ya no nada más será una— la política educativa no estará lejos del centro reflexivo ni de los debates. Andrés Manuel López Obrador, que de seguro estará en la papeleta para Presidente de la República, anticipó el 20 de noviembre las aristas de su “proyecto alternativo de nación”. Por esa razón ocupa la mayor parte del espacio de esta entrega.
Si bien en el acto de Morena del Auditorio Nacional, la escritora Laura Esquivel expuso las líneas generales de educación y cultura, AMLO ofreció un panorama de lo que se puede esperar de su gobierno en ese campo. Comenzó contestatario: “En lo específico, expongo la postura que mantendremos en cuanto a las llamadas reformas estructurales (laboral, educativa, fiscal, energética, entre otras). De entrada, confieso que soy partidario de revertirlas. Tengo suficientes razones para sostener que no benefician al pueblo, sino que lo perjudican”; pero luego mostró cautela: “Sin embargo, no responderemos a una imposición con otra imposición. Por ello, se consultará a la gente si las reformas se mantienen o se cancelan y se respetará la decisión de la mayoría”.
No avanzó en cuál será el método de consulta, pero si al final se llega a un sí o no, ganará la propuesta que tenga más propaganda. Si la consulta es de base, con maestros, autoridades, legisladores, periodistas, académicos y asociaciones de la sociedad civil, habrá debates y no quedará claro el criterio de mayoría.
AMLO recuperó la consigna del gobierno del presidente Miguel de la Madrid de promover una revolución educativa, aunque le antepuso un adjetivo: “Se llevará a cabo una auténtica revolución educativa orientada a mejorar la calidad de la enseñanza y a garantizar que nadie, por falta de espacios, maestros o de recursos económicos se quede sin estudio”. Incluye becas y entrega gratuita de útiles y uniformes escolares, también alimentación; propone que las aulas, además de salones de clase, sean comedores.
También: “Todos los estudiantes de nivel medio superior contarán con una beca mensual equivalente a medio salario mínimo…” y que “ningún joven será rechazado al ingresar en escuelas preparatorias y universidades públicas… Dejarán de ser obligatorios los exámenes de admisión que sólo han servido para justificar la política neoliberal privatizadora que excluye a los jóvenes pobres y que ha convertido a la educación en un privilegio, cuando es un entrañable derecho”.
Pienso que AMLO tiene razón. Ingresar a y egresar de la universidad es un privilegio. Pero esa ventaja y los exámenes de entrada llegaron antes de que se inventara el neoliberalismo. Sin que sea un gran logro, pudiera decirse que hoy existen más oportunidades de educación que durante el régimen de la Revolución Mexicana.
AMLO no especifica de dónde saldrán los recursos para lograr tales planes ni cómo le harán las universidades y otras instituciones públicas para aceptar a todos los que soliciten ingresar. Y no se trata sólo de recursos, se requieren instalaciones, profesores competentes y modificar patrones de organización difíciles de remover; la autonomía universitaria servirá de contención.
Aunque también se refirió a otros partidos, el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, dio respuesta directa a Morena. En una entrevista con René Delgado, expresó: “Andrés Manuel López Obrador tiene una visión de regresar a un pasado que ya no existe, al que es imposible regresar… pensar que podemos vivir con el arreglo anterior, corporativo, clientelar, que los maestros no tengan la posibilidad de profesionalizarse. Un modelo educativo antiguo, en el que los maestros simplemente dan un dictado, no se enseña a tener un pensamiento crítico, donde no se enseña inglés” (Reforma, 22/I/2017).
Nuño no será el candidato del PRI, pero es casi seguro que desde cualquier lugar en que se encuentre responderá a las críticas que se hagan a la Reforma Educativa. Esta vez sí tendremos debates.
RETAZOS
Escribí esta nota el 24 de noviembre, antes de saber del destape. Estaré fuera de circulación unos días.
Source: Excelsior