Durante mucho tiempo, los dueños de mascotas y los entrenadores han sido conscientes de la capacidad que tienen los perros para percibir las emociones de un ser humano. Ahora, en la última década, los investigadores también han comenzado a explorar más profundamente la red de emociones que pueden transmitirse entre las personas y los animales, tanto las positivas como las negativas.
Un ejemplo es Benjamin Stepp, un veterano de la guerra de Irak. Stepp sufrió una lesión cerebral traumática y múltiples cirugías en el tobillo, y la mayoría de los días sufre un dolor insoportable en las piernas y la espalda baja. Cuando se empieza a agitar en sus clases de posgrado, la primera en darse cuenta es Arleigh, su perra de servicio.
Arleigh, una mezcla entre labrador y perdiguero, percibe cuando la agitación y ansiedad de Stepp comienzan a aumentar y le envía señales para que empiece a controlar la respiración y otros ejercicios que ayudan a calmarlo.
La transmisión de emociones entre animales y personas y entre los mismos animales —lo que los investigadores llaman contagio emocional– es un campo de estudios emergente en la ciencia. Pero “todavía hay muchas preguntas sin respuesta que necesitamos abordar”, dijo Natalia Albuquerque, una etóloga que estudia los procesos cognitivos de los animales en la Universidad de São Paulo en Brasil y en la Universidad de Lincoln en Inglaterra.
Los estudios han demostrado, por ejemplo, que los cerdos parecen estresarse cuando ven y escuchan a otros cerdos que han sido enjaulados. Los caballos también parecen responder de manera diferente a las personas según sus expresiones faciales: ante un gesto de gruñido, se registra un aumento en su frecuencia cardiaca.
Otras investigaciones encontraron que los perros y las personas tenían una respuesta similar al escuchar el llanto de un bebé. En el estudio, los investigadores expusieron a 74 personas y 75 perros a uno de tres sonidos distintos: el llanto de un bebé, los balbuceos de un bebé y estática de radio. Cada sonido se reprodujo durante más de diez minutos, y luego los investigadores comprobaron los niveles de cortisol salival, un indicador de estrés.
Ni los humanos ni los perros mostraron una gran respuesta en los niveles de cortisol después de escuchar el sonido de los balbuceos de un bebé. La estática de radio tampoco alteró los niveles de cortisol; aunque los humanos la describieron como “desagradable” y el lenguaje corporal de los perros —cabizbajos o con las orejas aplastadas— sugirió que podría haber causado cierta angustia.
Pero el sonido del llanto de un bebé produjo una respuesta drástica. Los niveles de cortisol aumentaron tanto en las personas como en los perros. Estos últimos respondieron con comportamientos sumisos como meter la cola, una reacción descrita como “empatía de bajo nivel” por Ted Ruffman, uno de los autores del estudio y profesor de psicología en la Universidad de Otago en Nueva Zelanda.
“El contagio emocional es una forma primitiva de empatía”, dijo el doctor Ruffman. “Y es posible que, al comenzar a criar perros, los humanos eligieran cualidades que facilitaran los lazos emocionales entre los perros y los humanos”.
Los perros incluso pueden mostrar conductas similares a la empatía con otros canes, especialmente con los que conocen. En un estudio reciente, 16 pares de perros, cada uno de los cuales había vivido en el mismo hogar durante al menos un año, fueron llevados a un centro de pruebas en Viena. Un perro de cada par fue llevado a otra habitación. Al perro que había quedado solo le pasaron una grabación de otro perro que se quejaba, una señal de estrés canino. La grabación en algunos casos era de un perro desconocido que lloriqueaba y en otros de su compañero. Después los reunieron de inmediato.
Los perros mostraron un aumento de las señales de estrés, incluyendo un mayor nivel de cortisol, después de oír los gemidos o llantos de ambos perros, el compañero y el desconocido; pero los niveles de cortisol fueron mayores cuando oyeron el sonido de su compañero.
También se mostraron más emotivos al saludarlos una vez que se reunieron con él, en comparación con cuando habían oído un llanto no familiar. Los autores concluyeron que los perros habían demostrado un entendimiento del nivel de estrés de su compañero.
Esta capacidad que tienen los canes de sentir y responder a las emociones se ha aprovechado a favor de veteranos como Stepp, que sufren de trastorno de estrés postraumático. Después de llevar a Arleigh a su casa tras un programa de entrenamiento del grupo K9s For Warriors en 2015, el veterano contó que establecieron un vínculo rápidamente y que de inmediato ella comenzó a distraerlo cuando sentía que su enojo estaba fuera de control. “No es ira como si estuviera explotando”, dijo Stepp. “Es más interno, y mucha gente no lo ve”.
La distracción es un proceso. Arleigh, por ejemplo, podría percibir que Stepp está sufriendo y comienza a sentirse agitado, por lo que empezaría por ponerle la pata sobre el pie, una señal para que practique técnicas como la respirar hondo. Si no responde, dijo Stepp, le pone la cabeza sobre el regazo. Si todavía no responde, se levanta y le pone las patas sobre los hombros. Arleigh continúa interviniendo hasta que percibe que sus emociones negativas se han disipado.
Lograr una mejor comprensión de los intercambios emocionales entre los animales y sus dueños puede ayudar en el entrenamiento de perros de servicio, dijo Brad Hibbard, director de entrenamiento de la fundación de perros guías de Estados Unidos, Guide Dog Foundation for the Blind, y de America’s VetDogs, dos organizaciones que brindan perros de servicio y guías sin costo a los clientes que lo necesitan.
Los perros guía para personas ciegas y con discapacidades visuales deben tener confianza para poder guiar con éxito a su dueño, dijo Hibbard. Cuando un dueño está ansioso o molesto, el perro guía puede detectarlo y distraerse. “He visto cómo las emociones se transportan directamente del dueño al perro”, dijo Hibbard. Como parte del proceso de capacitación, ahora se asegura de que quienes utilizan perros guía aprendan maneras de ayudar a contener emociones fuertes, para que el animal no se distraiga peligrosamente.