Ricardo Lagos tuvo tres momentos clave en su vida, en las que irrumpió con fuerza en el escenario nacional.
El primero sucedió a inicios de los años 60. Siendo un joven estudiante de Derecho de la Universidad de Chile hizo su tesis de grado sobre la concentración de los grupos económicos en Chile. Fue algo novedoso y también escandaloso. Por primera vez quedaba documentalmente comprobado la existencia de grandes conglomerados que manejaban casi todos los hilos de la economía y de las finanzas del país.
Un cuarto de siglo después, a fines de los años 80, fue el primer político en apuntar con su dedo a una cámara de televisión para encarar públicamente al dictador Augusto Pinochet, causando sensación y admiración entre muchos chilenos de esa época.
Y una década más tarde, vendría el tercer episodio: convertido en Presidente de la República, Lagos se volvió el mandatario más amado por el empresariado del país. Y no sólo por entregarle al sistema bancario el suculento y libre de riesgo negocio del financiamiento de la educación superior, sino también por su estilo autoritario. A mucha gente de derecha Lagos les recordaba al monttvarismo del siglo 19: laico, pero conservador. Para ellos Manuel Montt se había reencarnado en Ricardo Lagos, y su súper ministro Antonio Varas en José Miguel Insulza.
Si el primer Lagos era un joven teórico marxista, el segundo un hombre que desafió a la dictadura y el tercero un neo-conservador salido del clóset, entonces, ¿quién es este cuarto Ricardo Lagos que hoy insiste en volver a la presidencia?
Exceptuando ciertos rasgos e ideas culturales, hoy Ricardo Lagos representa una suerte de Diego Portales para la elite transversal del país. Es el hombre llamado a poner orden en medio del derrumbe político en que se encuentra el país. Por algo, los editorialistas de El Mercurio comenzaron a levantar su candidatura en cuanto estalló el caso Caval, en febrero de 2015, el que debilitó de muerte el programa reformista de la Presidenta Michelle Bachelet.
Hace años que Lagos sólo circula en los pasillos de esa elite transversal, y como en esos ambientes lo aplauden y añoran tanto los grandes representantes del empresariado como muchos políticos de la antigua Concertación, el ex mandatario se siente llamado a volver a poner el hombro en pro del servicio y la vocación pública.
Cuando en octubre pasado lanzó su último libro titulado En vez del pesimismo, una mirada estratégica de Chile al 2040, un texto pensado como una suerte de manifiesto político con mirada optimista hacia el futuro al incorporar conceptos de la nueva economía del siglo 21, un asistente al evento aseguró que “medio Chile estuvo en la presentación”. Ese “medio Chile”, entre ellos políticos, empresarios y periodistas, eran casi todos miembros de esa elite que gobierna a Chile hace varias décadas. ¿Representarán a un 6% de la población? Probablemente, ya que es esa la cifra que arroja Lagos como intención de voto en casi todas las encuestas con miras a las presidenciales de 2017.
Sin embargo, el candidato Lagos no tiene un pelo de tonto y sabe que en el Chile de hoy no basta contar con el respaldo del establishment para salir electo Presidente. De hecho, él mismo estuvo a punto de naufragar en 1999 frente a Joaquín Lavín, y también tuvo que tragarse su amarga derrota senatorial de 1989 propiciada por el sistema binominal. Y es que Lagos no se lleva bien con las urnas. Por ello, para su actual campaña está desplegando una estrategia doble. Por un lado, tratar de evitar pasar por muchos procesos electorales (ojalá sólo la presidencial), y por otra recuperar al antiguo Ricardo de los años 80 e incluso 60, dados los nuevos aires que corren por la política nacional.
Aunque varios tiros le hayan salido por la culata, la primera parte de su estrategia resulta evidente. Desde que anunció su candidatura para retornar a La Moneda, Lagos y su equipo han estado empeñados en despejarse el camino a codazos y zancadas. ¿El objetivo de este bullying? Ser nombrado y ojalá aclamado unánimemente como el candidato único del sector PS/PPD de la Nueva Mayoría, pero sin pasar por primarias.
La primera víctima de la aplanadora laguista fue la presidenta del Partido Socialista, Isabel Allende. Puesta contra la pared por Ricardo Lagos, la senadora que albergaba tímidos sueños presidenciales, bajó su candidatura para despejarle el camino al ex Presidente.
La segunda víctima del laguismo fue la propia Presidenta Bachelet, cuando su exitoso ministro de energía, Máximo Pacheco, decidió dejar el gabinete para sumarse a la campaña de Lagos, precipitando de paso un cambio de gabinete que aún no estaba en los planes de La Moneda.
Todo esto aún antes de las elecciones municipales de fines de octubre.
Pero la tercera víctima de esta estrategia de fuerza fue el propio Ricardo Lagos. Resulta que el PS no ha estado dispuesto a proclamarlo por secretaría y tiene dos candidatos internos –Fernando Atria, un abogado constitucionalista desconocido fuera de los círculos académicos y políticos, y el ex ministro Insulza- que dicen estar dispuestos a ir a primarias internas del partido en abril próximo.
Nada más lejos de los planes originales de Lagos. Al ver que el PS no estaba dispuesto a bailar al son de su melodía, el ex Presidente se refugió en el PPD, partido del cual es uno de los fundadores. En ese conglomerado tiene bastantes posibilidades de ser aclamado por secretaría el próximo 14 de enero cuando el PPD probablemente defina su candidato presidencial sin elecciones primarias. Curiosamente se trata del partido que estuvo encabezado por Jaime Quintana quien acuñó la ya famosa frase de la “retroexcavadora”. Una retroexcavadora que, curiosidades de la historia, incluye las obras de la presidencia de Lagos (2000-2006).
Por eso, ahora el laguismo está operando a toda máquina para lograr persuadir a los militantes del PS de que dejen caer sus supuestas primarias de abril y proclamen a viva voz a Lagos como su candidato el próximo 21 de enero en el pleno del Comité Central de ese partido. No sería descabellado pensar que el “Panzer” Insulza sea una suerte de palo blanco del laguismo y baje su candidatura, lo que obligaría al desconocido Atria a hacer lo mismo. Por eso, enero será un mes clave en la maquinaria del ex Presidente para llevarse la pre-candidatura de este sector con miras a las primarias legales que se realizarán dentro de los dos conglomerados del duopolio –Chile Vamos y la Nueva Mayoría- y tal vez también del nuevo referente de izquierda, el Frente Amplio.
Como afirmó en una entrevista publicada en La Tercera el domingo pasado el generalísimo de su campaña, el ex ministro Pacheco: “Para nosotros es muy importante que junto a que el PPD lo proclame, los demás partidos de centroizquierda también lo hagan”. Más claro, imposible.
En este contexto estratégico, al laguismo le importan poco los resultados de la próxima encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP). Saben muy bien que el senador Alejandro Guillier estará, como en todos los sondeos de los últimos tres meses, por encima de Ricardo Lagos. Pero el legislador independiente por Antofagasta sólo cuenta de momento con el apoyo del Partido Radical, uno de los conglomerados más débiles de la Nueva Mayoría. Y décadas de convivencia con los radicales han dejado una certeza: se trata de un partido que, por unos cupos senatoriales o ministeriales adicionales, está dispuesto a dejar caer a su candidato sin chistar. Tal como lo hizo la UDI con Lawrence Golborne en 2013. La pregunta es si el ex periodista, que ahora se está encumbrando en las encuestas, estaría dispuesto a irse por afuera de la Nueva Mayoría si el PR lo deja caer. Hasta ahora, nada indica que lo haría.
El segundo pilar de la estrategia electoral del laguismo es recuperar al antiguo Ricardo Lagos que sí era de izquierda. Varias de las intervenciones actuales de Lagos tienen un sonsonete mucho más izquierdista de lo que él mismo proponía en los años 90 o inicios de los 2000. En su momento fue un orgulloso representante de la llamada “tercera vía”, que no era otra cosa que la antigua centroizquierda aceptando el triunfo del capitalismo para convertirse en los administradores “benévolos” del modelo neoliberal. Ahí están Bill Clinton, Tony Blair, Gerhard Schröder, Fernando Henrique Cardoso y nuestro Ricardo Lagos.
La derecha chilena hoy habla que los años de Lagos fueron una época de socialdemocracia, una época de moderación de la centroizquierda que hoy echan de menos. Pero la verdad es que nunca fue realmente un modelo socialdemócrata. Hasta el día de hoy, por ejemplo, a los socialdemócratas europeos no se le pasaría por la mente que no existan universidades públicas y gratuitas, que no exista una pensión universal y solidaria (lo cual no quita que puedan haber mecanismos privados y de mercado para mejorar las pensiones públicas), o que los cesantes no reciban apoyo del Estado, por mencionar algunas cosas.
Y Lagos, el ex niño terrible de los años 60, también sabe esto. Por eso hoy se cuida y no asiste al foro empresarial de la Enade y habla de que el Estado tiene que asumir un papel mayor en el sistema previsional. Pero, en el fondo, sigue siendo el Lagos que todos conocimos como Presidente.
Así, a fines de noviembre Ricardo Lagos asistió a una cena que organizó en su residencia Herman von Mühlenbrock, el presidente de la Sofofa, y a la cual estuvieron empresarios de alto vuelo como Roberto Angelini (empresas Copec) y José Antonio Guzmán (ex mandamás de la AFP Hábitat), entre otros.
Según se sepa, hasta ahora no ha hecho lo mismo con dirigentes sindicales, sociales o de gremios profesionales.
Por Víctor Herrero Aguayo
Publicado originalmente el 19 de diciembre 2016 en diarioUchile
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Post y Contenido Original de : El Ciudadano
http://www.elciudadano.cl/2016/12/23/346822/la-doble-estrategia-de-ricardo-lagos/
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