Probablemente una de las cosas que más encanten a la hora de enfrentar una obra, sea esta de cualquier naturaleza, es encontrarse un poco en ella, mirarla y ver un secreto reflejo propio en medio de sus formas.
El primero de la familia, primer largometraje de Carlos Leiva, se convierte desde un principio en un relato abundante de momentos que significan un recuerdo o una realidad parecida a la propia. Porque es imposible no verse en el caos de ese patio de casa de cualquier comuna o encontrarse un poco en ese arribo al pasaje mientras algún amigo-vecino te ofrece un ratito de conversa y pilsen. Y si ninguno de estos ejemplos son parte de tu imaginario, los trazos de profunda verdad que se desarrollan en esta película como la precarización laboral, el hacinamiento y los problemas habitacionales, el desolador panorama que significa acceder a una salud pública digna en Chile, seguro son escenarios que te has topado a través del vidrio de una micro, de la ventana de cualquier casa o de la pantalla de una tele.
Ahora bien, si nada de lo anterior te logra interpelar, El primero de la familia es el camino perfecto para sumergirse en un relato revelador y tremendo, capturado con justicia y sin caer en dramas impostados. La óptica conseguida a través de una cámara que no invade si no que oficia como una justa cronista, le otorga a esta película una contundencia que termina por indicar las profundas inequidades que son el andamiaje de nuestro país y nuestra sociedad. Leiva logra dar con una historia que de manera explícita –con todos los conflictos humanos que se suceden- y de manera velada –con la imagen de una casa hundiéndose en la mierda-, expone las carajadas que vivimos en este país desigual y que históricamente nos ha mantenido convencidos de que en este Chile se puede alcanzar un discutible éxito, se puede ser el primero de la familia. Por todo esto es que esta cinta constituye una experiencia cruda, significativa, y que especialmente en tiempos de circo y tontera, viene a apuntar muchas historias que ahora mismo se viven en los centros, en los lindes, en grandes calles o en pequeños pasajes.
Incomodidad
#Unarealidadincómoda es el mensaje que usa esta producción para sus fines promocionales y tras los casi noventa minutos de narración la incomodidad es sin duda la sensación más vívida, especialmente en una dimensión que resulta brutal: el impulso incestuoso que pende en Tomás hacia su hermana, Cata –interpretados sólidamente por Camilo Carmona y Catalina Dinamarca, respectivamente-. Pareciera que este trazo que recorre toda la historia tiñera todo el devenir de problemáticas domésticas y sociales; las miradas furtivas de Tomás hacia su hermana con la que comparte una pequeña pieza junto a su abuela, breve espacio en donde él se encerró entre libros para lograr sus objetivos académicos y profesionales, mientras su hermana crecía y dejaba de ser la hermanita chica para convertirse en una adolescente, en una mujer, terminaron por fracturar los principios de este cabro esforzado, confinándolo a ser una triste respuesta que puede brotar cuando se vive en el injusto hacinamiento, en la injusta existencia de quienes habitan a diario en una casa pobre.
El primero de la familia es capaz de conminarnos a que la reflexión se nos haga imprescindible, necesaria. Los conflictos que ahí suceden, en esa familia como muchas de las que somos parte, terminan por forzarnos a entender que este país a medias nos necesita activos y críticos y mientras escribo esto pienso –y parafraseando a mi modo lo que dijo Zach de la Rocha- que en estos injustos tiempos la incomodidad, también puede ser un regalo.
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Post y Contenido Original de : El Ciudadano
http://www.elciudadano.cl/2016/11/17/339444/el-primero-de-la-familia-un-incomodo-regalo/
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