14 de Abril de 2016
Burlando los versos de Joaquín Sabina, una vez más nos han robado el mes de abril. Nos han encerrado en esta pestilente y nociva esfera de todo lo más sucio, inmundicia generada consistentemente por quienes nos cobran como responsables de nuestro bienestar. Perversa proporción inversa: a mayor cantidad de burócratas, políticos y pretensos gobernantes dedicados a cuidarnos, más cerca nos encontramos de la catástrofe ecológica, hasta terminar siendo objeto y víctimas de los más absurdos palos de ciego. Iban por los votos sin más inteligencia o recurso que pintárnoslo todo de rosa; así —creyeron— habría de ocultarse la pestilencia.
Injusta cada primavera en nuestra ciudad, ésta, la que atravesamos, duele como ninguna otra porque tendríamos que haber festejado 400 años luctuosos desde la muerte de don Miguel de Cervantes y su Quijote, indispensable para los que siempre quisimos creer. Todavía más, y la coincidencia mueve mis letras, este 11 de abril hemos conmemorado 132 años del natalicio de don Felipe Camino Galicia de la Rosa, León Felipe, poeta español entrañable por su obra y por haber elegido a México como segunda patria, refugiado de Franco y el falangismo, socialista hasta la devoción por esa justicia que nunca llegó. Hombre de clamores, dedica al Quijote sus versos. Los consigno porque describen la derrota de la fe, debacle de convicciones que no sirven ya.
“Por la manchega llanura/ se vuelve a ver la figura/ de Don Quijote pasar/… Va cargado de amargura/ va, vencido, el caballero de retorno a su lugar/ ¡Cuántas veces, Don Quijote/ en horas de desaliento así te miro pasar!/ ¡Y cuántas veces te grito: ¡Hazme un sitio en tu montura/ y llévame a tu lugar!/ hazme un sitio en tu montura/ caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura/ que yo también voy cargado de amargura/ ¡y no puedo batallar!”
En nada creía entonces el poeta español huido de su tierra vejada, como en nada se consigue creer en las semanas que habríamos de dedicar a los dos artistas inmortales. Empañadas la visión y la esperanza por la mierda que flota en el aire, producto de un cuarto de siglo de “verificaciones” que no habrán hecho más que engordar las bolsas de “regentes”, “jefes de gobierno”, “delegados” y su plaga burocrática, aún tenemos que pagar y tolerar ¡nuevas elecciones federales! Más gobernadores, diputados y alcaldes en pos de lo que haya por robarse, luego de tres meses de pasarela grotesca, cínica como nunca: candidatos en campaña, se dicen. Y para los que con eso no tienen en el más podrido de cuantos abriles recuerde yo, ahí están los negocios en Panamá con una Hacienda mexicana declarando ya que nada tienen de criminales si no suceden en México. Con ello nos toca homenajear a don Miguel y a su Quijote 400 años atropellado.
Así, como lo escribió León Felipe, me vivo en otro abril robado, soñando con arrancar a la grupa, a lomo de Rocinante, asido del Quijote y con rumbo a cualquier sitio, a enredarme en cualquier asunto en el que se pudiera creer. De repente imagino que hasta en un sitio así habrían de arreglárselas para que obligara verificar al corcel, y la armadura del caballero tuviera que pintarse de rosa mexicano. Malo que el clima y todo lo que hace brotar alboroten las hormonas si no tiene uno buenas causas para poner el empeño. Escribió don Ramón López Velarde —ingenuidad histórica, nada más –, “la patria es impecable y diamantina”. Claro, en sus años no se respiraba esta porquería en primavera.
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El Quijote, León Felipe y abril
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