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SOBRE EL CAMINO

Ambrocio Chávez “el puente entre la política y la gente”.

Por Benjamin Bojorquez Olea

En un país donde la política parece reducirse a gritos, estridencias y balcones efímeros, mirar más allá del cálculo electoral y recordar que el servicio público, en su origen más noble, nació para servir y no para servirse. Ese es el caso del diputado sinaloense Ambrocio Chávez Chávez, quien desde una discreción que sorprende y una humildad que incomoda a los cínicos, está demostrando que todavía es posible ejercer el poder desde la raíz humana y no desde la soberbia institucional.
Su reciente distinción como Ciudadano Honoris Causa —un reconocimiento que suele diluirse en protocolos y discursos sin brújula— encontró en él un símbolo distinto: el reconocimiento de una trayectoria que no se construyó en oficinas climatizadas, sino en el terreno áspero donde realmente se mide el liderazgo social.

Porque Ambrocio Chávez no presume orígenes; los honra. No utiliza sus raíces como una postal folklórica, sino como el cimiento de su identidad pública. Habla de la Sierra Madre Occidental y de su camino migrante con una sinceridad que desarma, no para victimizarse sino para recordarnos que México está hecho de millones de historias similares, pero pocas veces escuchadas.

Lo que vuelve distinta su narrativa no es la retórica, sino la coherencia. Los apoyos gestionados para familias vulnerables, los miles de beneficiarios con materiales, los convenios para atención oftalmológica, las acciones concretas que acumula desde hace años… no son anécdotas para inflar un informe legislativo; son pruebas tangibles de un liderazgo que entiende que el altruismo no es un acto de caridad, sino un ejercicio de justicia social. Y en tiempos donde la política se enreda en su propio protagonismo, ver a un legislador que se arremanga y trabaja con la gente es casi un acto revolucionario.

Pero hay un detalle que, en lo personal, marca la diferencia: su formación como maestro. La docencia imprime carácter. Quien ha dado clases conoce de paciencia, de escucha, de firmeza y, sobre todo, de responsabilidad moral. De ahí nace la visión de país que él propone: un México que respete el Estado de Derecho sin convertirlo en arma, un México que entienda la igualdad sustantiva no como consigna, sino como condición mínima de justicia, un México que abrace la democracia participativa sin miedo a la pluralidad.

Su reflexión sobre los tiempos de transformación —tecnológica, familiar, generacional— revela una preocupación genuina: ¿estamos construyendo puentes o levantando muros invisibles? Mientras muchos dirigentes se limitan a describir los problemas, Ambrocio Chávez lanza una invitación: pensar la política como un acto intergeneracional, donde jóvenes, adultos y personas mayores vuelvan a reconocerse en un mismo relato comunitario.

Y quizá el punto más profundo de su intervención no fue técnico ni legislativo, sino humano: el llamado a la paz, esa palabra que suele perder fuerza en la arena política porque se confunde con debilidad. Pero él la pronuncia desde otra lógica: la paz como un ejercicio cotidiano, como un gesto sencillo, como un abrazo que, lejos de ser cursilería, es símbolo de reconciliación y dignidad.

Por eso, su reconocimiento no es un premio individual, sino un recordatorio de que todavía existen liderazgos que ponen por delante la empatía, la ética y el sentido comunitario. En Monterrey dejó claro que otro tipo de política sí es posible, una que no teme asumir su vulnerabilidad, que no reniega de sus raíces y que no se esconde detrás del protocolo para justificar la indiferencia.

GOTITAS DE AGUA:

Ambrocio Chávez Chávez no busca ser protagonista de un relato glorificado. Lo suyo es más sencillo y más profundo: demostrar que el servicio al prójimo sigue siendo la obra más alta de un ser humano, y que la dignidad política se construye con acciones, no con discursos. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”.

Mi columna disponible en los siguientes portales:
Facebook: https://www.facebook.com/benjamin.bojorquez.2025?mibextid=ZbWKwL
Sigue el canal de Columna: Sobre El Camino🖊️ en WhatsApp: https://whatsapp.com/channel/0029Vb7eAQB2phHFjVRdLF2W
Síntesis de Prensa del Doctor Héctor Muñoz: https://sintesisdeprensadrhectormunoz.com/newpreview.php?id=942&tipo=1
Gimperionws Tv: https://gimperionws.tv/2025/10/31/sobre-el-camino-529/
Entre Veredas: https://www.entreveredas.com.mx/2025/10/cuando-el-crimen-habla-y-la-oposicion.html
Primero Editores: https://primeroeditores.com.mx/opinion/sobre-el-camino-276/
Yo Digo Yo Pregunto: https://yodigoyopregunto.com/2025/10/06/sobre-el-camino-53/
Tamayo Informa: https://tamayoinforma.com/2025/01/13/sobre-el-camino-3/
Revista POLITEIA: https://revistapoliteia.com
Voces Nacionales (Alvaro Aragón Ayala): https://vocesnacionales.com/2025/09/15/sinaloa-entre-filetes-y-promesas-frias-el-snte-27-en-ruinas/
OV El Analista: https://ovelanalista.com/columna-sobre-el-camino-3/

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Ambrocio Chávez “el puente entre la política y la gente”.

Por Benjamin Bojorquez Olea

En un país donde la política parece reducirse a gritos, estridencias y balcones efímeros, mirar más allá del cálculo electoral y recordar que el servicio público, en su origen más noble, nació para servir y no para servirse. Ese es el caso del diputado sinaloense Ambrocio Chávez Chávez, quien desde una discreción que sorprende y una humildad que incomoda a los cínicos, está demostrando que todavía es posible ejercer el poder desde la raíz humana y no desde la soberbia institucional.
Su reciente distinción como Ciudadano Honoris Causa —un reconocimiento que suele diluirse en protocolos y discursos sin brújula— encontró en él un símbolo distinto: el reconocimiento de una trayectoria que no se construyó en oficinas climatizadas, sino en el terreno áspero donde realmente se mide el liderazgo social.

Porque Ambrocio Chávez no presume orígenes; los honra. No utiliza sus raíces como una postal folklórica, sino como el cimiento de su identidad pública. Habla de la Sierra Madre Occidental y de su camino migrante con una sinceridad que desarma, no para victimizarse sino para recordarnos que México está hecho de millones de historias similares, pero pocas veces escuchadas.

Lo que vuelve distinta su narrativa no es la retórica, sino la coherencia. Los apoyos gestionados para familias vulnerables, los miles de beneficiarios con materiales, los convenios para atención oftalmológica, las acciones concretas que acumula desde hace años… no son anécdotas para inflar un informe legislativo; son pruebas tangibles de un liderazgo que entiende que el altruismo no es un acto de caridad, sino un ejercicio de justicia social. Y en tiempos donde la política se enreda en su propio protagonismo, ver a un legislador que se arremanga y trabaja con la gente es casi un acto revolucionario.

Pero hay un detalle que, en lo personal, marca la diferencia: su formación como maestro. La docencia imprime carácter. Quien ha dado clases conoce de paciencia, de escucha, de firmeza y, sobre todo, de responsabilidad moral. De ahí nace la visión de país que él propone: un México que respete el Estado de Derecho sin convertirlo en arma, un México que entienda la igualdad sustantiva no como consigna, sino como condición mínima de justicia, un México que abrace la democracia participativa sin miedo a la pluralidad.

Su reflexión sobre los tiempos de transformación —tecnológica, familiar, generacional— revela una preocupación genuina: ¿estamos construyendo puentes o levantando muros invisibles? Mientras muchos dirigentes se limitan a describir los problemas, Ambrocio Chávez lanza una invitación: pensar la política como un acto intergeneracional, donde jóvenes, adultos y personas mayores vuelvan a reconocerse en un mismo relato comunitario.

Y quizá el punto más profundo de su intervención no fue técnico ni legislativo, sino humano: el llamado a la paz, esa palabra que suele perder fuerza en la arena política porque se confunde con debilidad. Pero él la pronuncia desde otra lógica: la paz como un ejercicio cotidiano, como un gesto sencillo, como un abrazo que, lejos de ser cursilería, es símbolo de reconciliación y dignidad.

Por eso, su reconocimiento no es un premio individual, sino un recordatorio de que todavía existen liderazgos que ponen por delante la empatía, la ética y el sentido comunitario. En Monterrey dejó claro que otro tipo de política sí es posible, una que no teme asumir su vulnerabilidad, que no reniega de sus raíces y que no se esconde detrás del protocolo para justificar la indiferencia.

GOTITAS DE AGUA:

Ambrocio Chávez Chávez no busca ser protagonista de un relato glorificado. Lo suyo es más sencillo y más profundo: demostrar que el servicio al prójimo sigue siendo la obra más alta de un ser humano, y que la dignidad política se construye con acciones, no con discursos. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”.

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Revista POLITEIA: https://revistapoliteia.com
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