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SOBRE EL CAMINO

Por. – Benjamín Bojórquez Olea.

Jorge Bojórquez: el alcalde que hace sudar al PRI…

Hay momentos en la política donde el verdadero problema no es la derrota, sino la incapacidad de reconocer el único vestigio de vida que aún respira dentro de un organismo moribundo. El PRI en Sinaloa vive justo esa paradoja: posee un solo bastión, una sola chispa, una sola sombra que todavía proyecta algo parecido a un futuro… y aun así, insiste en intentar apagarla. Esa sombra tiene nombre y apellido: Jorge Bojórquez Berrelleza, alcalde de Navolato.

Habrá quien diga que exageramos, pero lo cierto es que en un mar donde ya casi no flotan embarcaciones priistas, Bojórquez Berrelleza es esa tabla de salvación que muchos buscan para aferrarse y que otros intentan hundir porque no soportan que todavía flote. El colmo de la contradicción: el partido que lo necesita es el mismo aliado que lo incomoda.

Porque Navolato —esa isla política perdida entre la caña y el Mar de Cortés— no sólo tiene un alcalde; tiene un símbolo. El último alfil funcional del tricolor. Un hombre cuya sombra da para que muchos se formen debajo, pero cuyas luces incomodan a quienes creen que el PRI les pertenece por derecho hereditario.

Y aquí aparece la autocrítica obligada: ¿cómo espera el PRI reconstruirse si intenta dinamitar desde dentro al único actor que todavía genera votos? ¿Cómo puede un partido tan debilitado permitirse el lujo de despreciar a quien todavía le produce oxígeno electoral? Tal vez la respuesta es tan vieja como la política: no es el enemigo externo el que destruye, es el fuego amigo el que calcina.

Los propios priistas —esos que buscan una pluri gratuita respirando el aire prestado del Doctor Bojórquez— se sienten ofendidos cuando el alcalde se mueve, cuando tantea terreno, cuando su simple actividad política resalta la inactividad de los demás. Les provoca escozor que no pida permiso para gobernar, que no se esconda bajo la sombra de ningún cacique, que no espere instrucciones para rasurar recursos y dirigirlos a comunidades que siempre han sido el pie descalzo del municipio.

Es curioso, porque su estilo genera lo que Lázaro Cárdenas advirtió hace décadas: “para que a un país (o en este caso, a un partido) le vaya bien, a un gobernante le tiene que ir mal”.

Pero la política es un teatro donde nadie nace aprendido y todos, tarde o temprano, terminan siendo golpeados como piñatas. Bojórquez Berrelleza lo sabe. Lo aprende a golpes. Gobernar una capirotada de partidos, intereses, ocurrencias y tentaciones no es tarea sencilla. Y aun así, ahí sigue: rascando recursos, recorriendo comunidades, avanzando a paso incómodo para los que prefieren la quietud del poder sin responsabilidad.

La verdad incómoda es ésta: El PRI no tiene otro Jorge Bojórquez. Y si lo quema, se quema solo. En un Sinaloa donde el tricolor apenas respira, el alcalde de Navolato es esa pequeña estrella que sigue alumbrando una aldea política que muchos ya dieron por perdida. No será perfecto —nadie lo es en política—, pero al menos está vivo, se mueve y genera resultados. ¿Cuántos priistas pueden decir lo mismo?

GOTITAS DE AGUA:

Quizá ha llegado la hora de que el partido deje de ser su propio verdugo y empiece a entender que, a veces, la sombra que incomoda es la única que vale la pena conservar. Porque destruir al último árbol no hará crecer al bosque. Y apagar la única luz que queda no iluminará a nadie. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”…

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Jorge Bojórquez: el alcalde que hace sudar al PRI…

Hay momentos en la política donde el verdadero problema no es la derrota, sino la incapacidad de reconocer el único vestigio de vida que aún respira dentro de un organismo moribundo. El PRI en Sinaloa vive justo esa paradoja: posee un solo bastión, una sola chispa, una sola sombra que todavía proyecta algo parecido a un futuro… y aun así, insiste en intentar apagarla. Esa sombra tiene nombre y apellido: Jorge Bojórquez Berrelleza, alcalde de Navolato.

Habrá quien diga que exageramos, pero lo cierto es que en un mar donde ya casi no flotan embarcaciones priistas, Bojórquez Berrelleza es esa tabla de salvación que muchos buscan para aferrarse y que otros intentan hundir porque no soportan que todavía flote. El colmo de la contradicción: el partido que lo necesita es el mismo aliado que lo incomoda.

Porque Navolato —esa isla política perdida entre la caña y el Mar de Cortés— no sólo tiene un alcalde; tiene un símbolo. El último alfil funcional del tricolor. Un hombre cuya sombra da para que muchos se formen debajo, pero cuyas luces incomodan a quienes creen que el PRI les pertenece por derecho hereditario.

Y aquí aparece la autocrítica obligada: ¿cómo espera el PRI reconstruirse si intenta dinamitar desde dentro al único actor que todavía genera votos? ¿Cómo puede un partido tan debilitado permitirse el lujo de despreciar a quien todavía le produce oxígeno electoral? Tal vez la respuesta es tan vieja como la política: no es el enemigo externo el que destruye, es el fuego amigo el que calcina.

Los propios priistas —esos que buscan una pluri gratuita respirando el aire prestado del Doctor Bojórquez— se sienten ofendidos cuando el alcalde se mueve, cuando tantea terreno, cuando su simple actividad política resalta la inactividad de los demás. Les provoca escozor que no pida permiso para gobernar, que no se esconda bajo la sombra de ningún cacique, que no espere instrucciones para rasurar recursos y dirigirlos a comunidades que siempre han sido el pie descalzo del municipio.

Es curioso, porque su estilo genera lo que Lázaro Cárdenas advirtió hace décadas: “para que a un país (o en este caso, a un partido) le vaya bien, a un gobernante le tiene que ir mal”.

Pero la política es un teatro donde nadie nace aprendido y todos, tarde o temprano, terminan siendo golpeados como piñatas. Bojórquez Berrelleza lo sabe. Lo aprende a golpes. Gobernar una capirotada de partidos, intereses, ocurrencias y tentaciones no es tarea sencilla. Y aun así, ahí sigue: rascando recursos, recorriendo comunidades, avanzando a paso incómodo para los que prefieren la quietud del poder sin responsabilidad.

La verdad incómoda es ésta: El PRI no tiene otro Jorge Bojórquez. Y si lo quema, se quema solo. En un Sinaloa donde el tricolor apenas respira, el alcalde de Navolato es esa pequeña estrella que sigue alumbrando una aldea política que muchos ya dieron por perdida. No será perfecto —nadie lo es en política—, pero al menos está vivo, se mueve y genera resultados. ¿Cuántos priistas pueden decir lo mismo?

GOTITAS DE AGUA:

Quizá ha llegado la hora de que el partido deje de ser su propio verdugo y empiece a entender que, a veces, la sombra que incomoda es la única que vale la pena conservar. Porque destruir al último árbol no hará crecer al bosque. Y apagar la única luz que queda no iluminará a nadie. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”…

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