En un hecho sin precedentes, una pareja de Ohio, Lindsey y Tim Pierce celebró el nacimiento de Thaddeus Daniel, un bebé concebido hace más de 31 años. El bebé nació a partir de un embrión congelado en 1994, lo que equivale a 11,148 días en criopreservación, estableciendo un nuevo récord mundial en medicina reproductiva. El caso fue confirmado por el equipo médico que lo atendió y por fuentes como AP News.
Después de años de intentos fallidos por concebir, los Pierce optaron por la adopción de embriones a través de una agencia especializada. El embrión utilizado fue uno de los tres que Linda Archerd, ahora de 62 años, había congelado en 1994 tras un tratamiento fallido de fertilización in vitro (FIV). Su decisión de donarlos abrió la puerta a una nueva vida, tres décadas después.
Archerd contó que se refería a sus embriones como “pequeñas esperanzas”, convencida de que merecían una oportunidad de nacer. Al entregarlos, estableció criterios específicos para elegir a la familia adoptiva, priorizando valores éticos, ubicación y estabilidad. Su historia pone de relieve las complejidades emocionales y éticas que rodean la donación embrionaria.
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El nacimiento de Thaddeus supera el récord anterior de un embrión congelado por 10,905 días, también logrado en la misma clínica. Para el doctor John David Gordon, este caso “parece de ciencia ficción”, pero demuestra cómo la biotecnología puede extender los límites de lo posible, incluso frente al paso del tiempo.
Se calcula que en EE. UU. existen al menos 1.5 millones de embriones criopreservados en clínicas de fertilidad. Muchos no tienen un destino claro. En este contexto, la adopción embrionaria comienza a ganar visibilidad como una opción viable y ética frente a la destrucción o el abandono legal de estos embriones, aunque su práctica aún es poco común.
Más allá del logro técnico, el nacimiento del bebé Thaddeus Daniel reabre debates cruciales sobre bioética, autonomía reproductiva y legislación. ¿Qué hacer con los millones de embriones almacenados? ¿Quién decide sobre su futuro? El caso de los Pierce muestra cómo la tecnología puede cambiar vidas, pero también cómo debe ser acompañada de diálogo social y marcos legales claros.
Thaddeus no solo llegó al mundo con salud y esperanza, sino que representa un símbolo de lo que la medicina reproductiva moderna puede lograr. Su historia plantea preguntas necesarias sobre los avances científicos y su impacto en la sociedad, recordándonos que cada vida nacida de la ciencia también exige una reflexión humana profunda.
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