Como si se tratara de un guión de una telenovela de la Globo, el senado brasileño dio curso al proceso de destitución de Dilma Rousseff. Una historia muy al estilo del gigante televisivo carioca con intrincadas relaciones, escondidas pasiones y traiciones a la vuelta de la esquina diseñada para acabar con más de una década de gobiernos del Partido de los Trabajadores. La salida de una presidenta electa con 54,5 millones de votos es un clímax más de la enrevesada teleserie escrita por el principal partido opositor (el socialdemócrata PSDB) que en cuatro elecciones seguidas no fue capaz de superar al PT; el empresariado que hoy da la espalda a un gobierno que los volvió más ricos y un gran conglomerado mediático en manos de tres familias.
Dilma será apartada del gobierno durante 180 días, tiempo que se dará para analizar las acusaciones en su contra. Por mientras asume el gobierno el vicepresidente Michel Temer, cuyo partido (PMBD) pese a ser aliado del PT en las últimas elecciones le dio la espalda y apostó por gobernar junto a la oposición del PSBD, las bancadas evangélicas, los latifundistas y el empresariado armamentista. Todos juntos consumaron el golpe parlamentario.
Según los cables publicados por Wikileaks, Temer fue informante de la CIA cuando era diputado y presidente del PMBD. En un cable enviado desde São Paulo al Comando Sur de EE.UU, entrega información sobre el gobierno de Lula clasificada como “sensible” y “solo para uso oficial”. El PMBD, por su parte, es el partido con más políticos involucrados en el LavaJato. Temer mismo aparece en la lista de pago de constructoras desde 1996 y en el LavaJato figura con por lo menos US$ 40 mil recibidos en propinas.
La historia fue pavimentada por los grandes grupos mediáticos. El escándalo de corrupción que triangulaba dineros de la estatal Petrobras para pagar campañas políticas a través de grandes constructoras tuvo gran resonancia en medios como la revista Veja, los periódicos Folha y Estadão de São Paulo, y sobre todo la televisora Globo. Cuando se trataba de políticos del PT gobernante daban generosa cobertura; cuando se trataba del opositor PSDB las noticias eran minimizadas. Globo ya tiene experiencia en golpes de Estado. Se le reconoce como una gran instigadora del golpe militar de 1964, lo que obligó hace pocos años a la estación de la familia Marinho a hacer un mea culpa en sus pantallas.
La estrategia de un golpe de Estado parlamentario se inició al día después de asumir Dilma en la presidencia en 2014. Desde ese entonces se presentaron 37 pedidos de impeachment para su destitución (El Ciudadano Nº 178), el último presentado por un par de juristas de derecha, que acusaba ‘crimen de responsabilidad’ por hacer una bicicleta financiera hecha en 2015 por 16 gobernadores estaduales, tanto del gobierno como de la oposición. El presidente de facto, Michel Temer, firmó también los mismos decretos.
Las telenovelas para funcionar necesitan también un buen villano. Ahí entró en escena el ex presidente de los diputados Eduardo Cunha, con cuentas secretas millonarias en Suiza y nombrado en todos los escándalos de corrupción. Su papel fue determinante para sacar a Dilma del gobierno haciendo expedito el proceso en la Cámara y concertando alianzas. Una vez destituida la presidenta el Supremo Tribunal Federal (STF) lo destituyó por una petición presentada en diciembre del año pasado por el procurador de la República por los delitos de corrupción. No pocos brasileños se preguntan porqué el STF esperó que Cunha ejecutara su obra de iniciar el impeachment para destituirlo.
Un levantamiento de Atlas Político da cuenta de que 49 (60%) de los senadores que votaron su destitución de Dilma tienen procesos abiertos en la justicia por delitos como lavado de dinero, corrupción y delitos electorales, como el presidente del Senado Renan Calheiros (PMBD) o el ex candidato presidencial del PSDB, el senador Aécio Neves, a quien se le abrió una investigación en el STF por dineros recibidos a través de una subsidiaria de Petrobras y la sospecha de que aún posee cuentas no declaradas en Suiza a través de una fundación vinculada a su madre. Un día después de la destitución de Dilma el STF decretó no investigar su caso.
EL FIN DE LA ERA DEL PT EN AMÉRICA LATINA
Para la Cumbre de los Pueblos realizada en 2005, el abrazo entre los mandatarios Lula, Néstor Kirchner y Hugo Chávez remeció el tablero de fuerzas de la región. El abandono del proyecto ALCA (Un TPP de la época) promovido por EE.UU. y el consenso sobre un proyecto de integración en común marcó la hegemonía en América Latina en la siguiente década. Después vino el Mercosur, la apuesta en la OMC de crear el G-20 y la concesión de alianzas con China, Rusia, India y Sudáfrica a través del BRICS cuyo primer paso es formar un banco inversor único y después consensuar una moneda para superar al dólar norteamericano.
En política interna, El PT marcó distancia con las políticas neoliberales de sus antecesores (PSDB). Se privilegió el modelo keynesiano de estimular el consumo interno y de incluir a los grandes postergados de la historia de Brasil en la sociedad a través del consumo. La experiencia de Lula como dirigente sindical le sirvió para articular un proyecto de país que no siguiera la pauta de Washington, para lo cual sentó en la mesa a los grandes sindicatos y las grandes constructoras. Se trataba de construir un Brasil en 20 años desarrollado para lo cual se aplicó una política de financiamiento público de grandes construcciones, integración de mayorías raciales excluidas en educación e inversión en ciencia y tecnología. El principal logro del decenio petista fue haber sacado a Brasil del mapa mundial del hambre y haber sacado de la pobreza a 30 millones de brasileños (de 190 millones).
El descubrimiento del mayor yacimiento petrolífero subterráneo en el siglo, la franja conocida como Pré-sal en la costa brasileña estimuló aún más este modelo extractivista de progreso. Para aprovechar esos recursos Lula promovió en 2009 una ley que estableció que la estatal Petrobras fuera la única explotadora de dichos recursos. Dichos yacimientos son el objetivo de trasnacionales como Chevron, quienes consiguieron que en 2014 la oposición promoviera la entrega de concesiones de exploración y el programa económico de Temer considere alterar el régimen jurídico dejado por Lula. Así, no resulta extraño que, como comenta el analista Pepe Escobar a partir de las denuncias de espionaje de la NSA norteamericana divulgadas por Edward Snowden, junto con pinchar el teléfono de la presidenta Dilma, los ejecutivos de la Petrobras también fueron el blanco del espionaje de EE.UU.
Poco tiempo después, en 2014, un juez de Curitiba que se había especializado en lavado de dinero en EE.UU. con una beca del Departamento de Estado, iniciaría el caso Lava Jato que daba cuenta de como se financiaban campañas políticas a través de facturas abultadas a las constructoras que ganaban las licitaciones de la estatal. Sus demandas de prisión de los principales ejecutivos de las constructoras paralizaron a fines de ese año la construcción civil en Brasil y dio pauta a un ataque sistemático contra la estatal por parte de los medios.
Uno de los objetivos evidentes del golpe es privatizar Petrobras. El LavaJato sirvió en los últimos años, al igual que como ocurrió con el PT, para sembrar en la mente de los brasileños la noción de que la petrolera es un nido de corrupción y está casi en quiebra. Hace pocos días, el analista económico de Globo, Carlos Alberto Sardenberg, decía en un artículo que la gestión del PT “quebro la estatal” producto de la corrupción y la mala gestión. Su campaña contra la estatal la mantiene desde hace meses también en el noticiario principal de la Globo.
A los pocos días un economista jubilado de Petrobras, Claudio da Costa Oliveira, respondía que en verdad la estatal continuaba siendo productiva y lucrativa con U$ 25 billones en caja y otros U$ 22 billones proyectados para el ejercicio de 2016. La mayor caja de todas las petroleras del mundo destacaba el economista y con un costo de extracción bajísimo en el Pré-sal. Petrobras hasta en 2014 generaba el 10% de la inversión en Brasil y el 18% del PIB.
Para Escobar EE.UU. está altamente comprometido en “impedir la emergencia de potencias regionales que lleguen cargadas de recursos naturales, petróleo y minerales estratégicos” junto con abortar asociaciones de integración regional como el Mercosur y Unasur.
Sacar al PT del gobierno asociando su imagen a la corrupción en la opinión pública mundial es el gran horizonte de la derecha brasileña y gran parte de los medios trasnacionales. Se trata de apagar el mito de un gobierno de izquierda, opuesto al Consenso de Washington, que dio estabilidad y crecimiento a Brasil durante más de una década. Es destruir un peligroso referente para la izquierda latinoamericana y mundial.
LOS ERRORES DE DILMA
Pocos antes de dejar su mandato la presidenta Dilma inauguró las primeras turbinas de la megacentral Belo Monte en el río Xingu, en el norte del país, que inunda 506 kilómetros cuadrados de selva y produjo el desplazamiento de entre 16 y 25 mil personas, la mayoría indígenas xingú. Una de las constructoras de Belo Monte, Andrade Gutiérrez, habría entregado a políticos del PT y PMBD coimas por unos 150 millones de reales para el financiamiento de sus campañas.
La obsesión con un modelo de desarrollo extractivista y la creencia de Lula en un modelo de país basado en el pacto capital-trabajo en pro del crecimiento del país, fueron el eje de los gobiernos petistas. Si por un lado entregaba amplios espacios institucionales a movimientos sociales como el MST (campesinos sin tierra) y se mantenía una política laboral pro trabajadores, al mismo tiempo no se afectaba la estructura propietaria de la economía brasileña. Ni Lula ni Dilma enfrentaron el latifundismo ni hicieron una reforma agraria, pactando con el agronegocio de transgénicos. El periodista Raúl Zibechi destaca que las características del consenso lulista fue buscar “producir bienestar para las mayorías pero sin tocar los privilegios de los de arriba”.
Para Lula el desarrollo de Brasil implicaba pactar con un sector del gran empresariado que antes fue siempre su opositor. El proyecto del PT implicaba que una forma de posicionar a Brasil entre los grandes del futuro pasaba por producir que por lo menos 5% de las trasnacionales fueran brasileñas.
Zibechi nos recuerda que “Lula fue durante años el embajador de las multinacionales brasileñas. Entre 2011 y 2012 visitó 30 países, de los cuales 20 están en África y América Latina. Las constructoras pagaron 13 de esos viajes, la casi totalidad Odebrecht, OAS y Camargo Correa (Folha de São Paulo, 22/3/13). Es apenas una cara del consenso lulista”.
Una vez dejado el gobierno Lula reprodujo la jubilación para presidentes otorgada por la banca y el empresariado mundial. Al igual de Clinton, Ricardo Lagos y varios otros, crearon una fundación con su nombre y financiada por el empresariado. Se calcula que entre 2011 y 2013 el Instituto Lula recibió de las constructoras unos US$ 5 millones y otros U$ 3 millones por conferencias en el extranjero. Cuando se le pregunta porqué se dejó pagar por los grandes grupos económicos, contesta que Clinton igual lo hacía y recuerda que ambos eran los conferencistas mejor pagados del mundo.
La comodidad del aparato estatal también afectó a la militancia del PT. El mismo Lula reconoció hace poco que su partido “dejó de ser un partido de bases para transformarse en un partido de gabinetes”. A la par que el PT dejaba las calles y, dejaba campo libre a medios para configurar la subjetividad de los brasileños recientemente subidos al carro del consumo. Ahí estuvieron rápidas las televisoras Globo y Record, esta última del dueño de la iglesia Universal Edir Macedo.
En su segundo gobierno la presidenta Dilma asume una política neoliberal colocando a un economista de la Escuela de Chicago en el Ministerio de Hacienda y entregando la cartera de Agricultura a la ex representante del agronegocio Kátia Abreu. La respuesta a la recesión en China en vez de seguir el patrón keynesiano de alta inversión pública para recuperar la economía, fue la austeridad fiscal. Se recortaron presupuestos e inversiones, se mantuvo una tasa de interés alta y se congeló el salario mínimo. También entregó concesiones de la Pré-sal a trasnacionales. El efecto fue evidente: el PIB cayó 3,8%, el sector industrial se redujo en un 6,2% y el desempleo se empinó al 7,6%.
En la opinión pública, manipulada además por los medios, pocos meses antes del impeachment, un 69% de los brasileños consideraban el gobierno malo o muy malo.
UN PRESIDENTE DE TEMER
El viernes 13 de mayo asumió como presidente interino Michel Temer, a quien las encuestas nunca le han dado más de un 1% de intención de voto. Tiene en cambio un 58% de rechazo. Su nombre aparece también en el Lava Jato y habría recibido 5 millones de reales de la constructura OAS.
En el primer gabinete de Temer no hubo negros ni mujeres. Siete de los nuevos ministros aparecen en el LavaJato y 11 de los 24 apoyaron la candidatura de Neves (PSDB) en la última elección. La figura de José Serra como Canciller sella su pacto con el PSDB para gobernar y da un precedente inquietante para la política exterior de Brasil en América Latina. En Hacienda fue nombrado Henrique Meirelles, banquero del BankBoston que fue presidente del Banco Central entre 2003 y 2010 (con Lula), y quien tiene en marcha un recorte importante de la inversión pública y reformar el sistema de pensiones (estatal). Plantean además una “apertura comercial que vuelva al país más competitivo” y “ejecutar una política de desarrollo centrada en la iniciativa privada a través de transferencias de activos”.
Un documento del PMBD titulado Un puente para el futuro, redactado en pleno proceso de destitución de Rousseff, propone terminar con las obligaciones de porcentajes presupuestarios en salud y educación, así como los porcentajes de las rentas petroleras establecidas por ley para educación y el Fondo Social (pensiones). El documento aboga por una “fuerte reestructuración”.
Se plantean además políticas claramente neoliberales como establecer que la inversión pública no puede crecer más del PIB. También se plantea en el documento el aumento de la edad de jubilación de las mujeres de los 60 a 65 años y el fin de un piso indexado de salario mínimo a los jubilados más pobres. Un 60% de los beneficiarios de las pensiones públicas tienen ese piso de salario mínimo. También plantea una “apertura comercial que vuelva al país más competitivo” y “ejecutar una política de desarrollo centrada en la iniciativa privada a través de transferencias de activos”.
El apoyo del empresariado al golpe ha sido explícito. Un actor que gustaba quedar en las sombras de la historia hoy se ha vuelto protagonista. Junto con paralizar la inversión en varios sectores se han manifestado a favor del impeachment a través de la poderosa FIESP, que agrupa los industriales de São Paulo, cuyo tablero electrónico en la Av. Paulista ha acompañado las marchas de la oposición a Dilma. En marzo lanzaron sin vacilación una campaña por el juicio político a la mandataria a través de una inserción en los diarios titulada ‘Impeachment ya’ firmada por la FIESP junto a otras 400 entidades patronales. Cada capítulo importante de la telenovela del impeachment ha sido acompañado de súbitas alzas en las transacciones de las bolsas de valores.
SORPRESAS AL FINAL DE LA TRAMA
El sueño de Lula de un país para todos acabó siendo apuñalado por sus aliados políticos, pese a que insistió hasta el final en su estrategia de parar el golpe recomponiendo sus redes con el PMBD. Sin que lo quisiera, la traición resulta ser la oportunidad de librarse de tan oscuros aliados y retornar a sus bases. El cálculo del PT es rearticular el campo progresista en torno de la figura de Lula para el próximo ciclo electoral en 2018. Pero Lula no es el sindicalista carismático del siglo XX y muchos critican su política de alianzas hasta el final con los corruptos que hoy son sus verdugos.
También Lula deberá hacer frente a la campaña mediática en su contra. No es paradojal que el director de Tropa de Elite, José Padilha, una película paramilitar que cuenta la ficción de un policía honesto que combate ‘la droga’ en medio de corruptos, esté trabajando ya en una versión fílmica del Lava Jato para Netflix. En una entrevista reciente a revista Veja aseguraba que el eje del filme será el PT por sobre los otros partidos. Tropa de Elite fue un éxito de taquilla en 2007 y lo más probable es que su estreno sea antes de las elecciones de 2018. No sólo promete ser un éxito de taquilla, sino que en las urnas para la derecha brasileña.
Un sector importante de la población pese a no apoyar el impeachment no ha salido a las calles a defender el gobierno de Dilma. Se han mantenido como espectadores de la telenovela, al igual que importantes fuerzas sociales hasta ahora distantes del poder. Encuestas recientes dan cuenta que un 62% de los entrevistados defienden nuevas elecciones. El guión de los medios apuesta que el impeachment sea una catarsis que haga olvidar rápido a los brasileños el Lavajato y dar la sensación de normalidad institucional. Pero actores no contemplados por estos calculistas han comenzado a aparecer.
El rechazo al golpe de estado alcanza amplios sectores medios, fundamentalmente los estudiantes del sistema público universitario; jóvenes de las periferias de las grandes ciudades brasileñas, como varios de origen afro beneficiados por las políticas de cuotas raciales impulsadas por el PT. Ellos nos van a aceptar que se les quiten derechos cuya conquista demoró siglos. Una de sus representantes, una estudiante de medicina de origen afro, convidada para hablar en Planalto ante Dilma días antes de la destitución, le dijo a la presidente que iba ahí “como mujer, negra y periférica”, recordándole a la mandataria que representaba al 2,7% de estudiantes de medicina negros y que al mismo tiempo un 67% de la población carcelaria es negra.
En las últimas semanas grabaciones telefónicas de un empresario procesado en el Lava Jato realizadas en marzo con políticos del PMBD que integraron después el gabinete de Temer dieron más evidencias de que la destitución de Dilma fue para parar el escándalo de corrupción. Tras la divulgación, dos ministros se vieron obligados a renunciar. El primero de ellos, Romero Jucá, le decía al empresario que la única salida para parar el LavaJato era el impeachment y que tenían grandes apoyos del STF, por lo que se estaba tramando un pacto para paralizar las investigaciones. Juca había sido colocado en el Ministerio de Planeamiento, cargo desde el cual comandaría el proceso de privatización de empresas públicas. En las últimas semanas tuvo que renunciar el ministro de Transparencia y Fiscalización, Fabiano Silveira, tras divulgarse una grabación sostenida tres meses antes del golpe en la que daba orientaciones al presidente del senado, Renan Calheiros, para librarse del Lava Jato. Silveira integraba en ese momento el Consejo Nacional de Justicia, donde había sido colocado por Calheiros, quien también influyó para su nominación como ministro de Temer.
Otro actor no esperado asaltó el guión a fines del año pasado cuando el gobernador estadual de São Paulo, Geraldo Alckmin (PSDB) impuso una reforma educativa cerrando colegios y relocalizando alumnos. La ocupación de 200 colegios durante un mes obligó a echar pie atrás en la medida. En marzo, tras dos meses de huelga del profesorado, 65 escuelas en Rio de Janeiro fueron tomadas por sus estudiantes por demandas de mejoras, movilizaciones que se han mantenido hasta mayo también en SP y se han extendido en estados del nordeste. Los estudiantes colocan de ejemplo el movimiento estudiantil chileno de 2011. Hace poco tiempo fue estrenado un documental titulado ACABOU A PAZ, Isto aqui vai virar o Chile! En el documental los estudiantes secundarios brasileños dicen inspirarse en sus pares chilenos. Tal vez la trama oculta del golpe termine siendo tomada por estos protagonistas inesperados, quitándoles el guión al pauteado por los grandes medios.
Mauricio Becerra Rebolledo
@kalidoscop
El Ciudadano
LA PRIMERA PARTE DE ESTA CRÓNICA: Como se fabricó un golpe de Estado en Brasil
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Post y Contenido Original de : El Ciudadano
El shock en curso en Brasil: La telenovela de la red Globo
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