Hace nueve meses la ruptura entre Rusia y Turquía, debida al derribo por parte de fuerzas turcas de un avión ruso de combate, llegó al extremo de hacer temer el inicio de una guerra entre los dos países. Hoy, sin embargo, se registra un viraje de 180 grados en la relación con la visita de la semana pasada a San Petersburgo del presidente Erdogan. Este cambio radical tiene que ver con varios factores, entre ellos, el resentimiento de Erdogan con sus aliados occidentales en el tema del fallido golpe de Estado que sacudió a Turquía recientemente. El reclamo fue que a pesar de que sus socios en la OTAN desaprobaron el golpe, al mismo tiempo han criticado y calificado de antidemocrática y extrema la rudeza de la reacción gubernamental por la que decenas de miles de personas han sido apresadas, despedidas de sus trabajos y señaladas como traidoras a la patria. En consecuencia, el Presidente turco se dirigió a Rusia como una manera de advertir a sus socios occidentales que su alianza con ellos se ha debilitado y que para compensarla cuenta con la alternativa rusa.
Putin, por su parte, se beneficia sin duda de este acercamiento al reforzar con él su posición afectada por las sanciones occidentales, porque aunque Turquía no corte del todo sus tradicionales alianzas, podrá volverle más difícil a la OTAN extender su presencia en el Mar Negro y el sur del Cáucaso. Y están, además, los beneficios económicos mutuos que significa la restauración de las relaciones plenas entre Rusia y Turquía. Entre ellos, revivir el proyecto del gasoducto turco que lleve gas natural a Europa, lo mismo que la construcción de una planta nuclear en Turquía con un costo de 20 mil millones de dólares y en la que Moscú ya había invertido previamente tres mil millones. La normalización de relaciones significará, asimismo, la eliminación de las trabas impuestas a las compañías turcas de operar en Rusia y la reanudación del flujo turístico hacia Turquía. Ello será una inyección de recursos económicos muy necesarios para la economía de Ankara, la cual sufrió un golpe sustancial con la reducción del turismo ruso, que era antes de la crisis de cuatro millones de turistas anuales y se redujo a sólo 100 mil en lo que va del año.
Hasta aquí, pareciera que los intereses de ambos países convergen de una manera muy conveniente, sin embargo, hay temas que siguen siendo una fuente de desencuentros que quedan sin resolver. El más relevante de ellos se refiere a las posiciones divergentes en cuanto a Siria y su guerra civil. Porque aunque Erdogan ha acabado por aceptar el papel fundamental que está jugando Rusia en ese conflictivo escenario y coincide en la necesidad de combatir al Estado Islámico o Daesh, mantiene simultáneamente aún que Bashar al-Assad, el firme protegido de Putin, tiene que dejar el poder. Igualmente, discrepa de Moscú en cuanto a la apreciación del papel que juegan en la guerra civil siria varias de las agrupaciones militares de la oposición, lo mismo que los kurdos, respecto de los cuales Ankara sostiene una posición abiertamente hostil.
Por lo pronto, parece ser que los beneficios inmediatos de recomponer la relación han hecho a Putin y a Erdogan dejar pendientes los asuntos en los que hay desacuerdo, pero puede suponerse que siendo el presidente ruso la parte fuerte a la que recurre ahora Erdogan para recuperar estabilidad, éste será quien en el futuro inmediato más concesiones se verá obligado a hacer en cuanto a las posturas sostenidas hasta ahora respecto de lo que se mueve en la maraña de la guerra civil en Siria.
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Post y Contenido Original de : Excelsior
La reconciliación Putin-Erdogan
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