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sábado, septiembre 21, 2024

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Presente

Recuerda querido y aguzado lector que en la columna pasada hablamos del tiempo, de cómo condiciona nuestra vida, de cómo nos trastorna, de cómo socialmente nos mueve, nos acarrea o  carrerea e incluso nos deja.

Esta semana en una de mis lecturas, encontré una frase que me dejó sorprendida, dice así …el momento presente de la historia, con sus riquezas materiales, no es más que un triste desierto desde el punto de vista del alma y sus inmortales aspiraciones.

Interesante, ¿no le parece? Bastante pertinente además para los momentos que estamos pasando en el que las riquezas materiales son tantas. Pensemos un momento en cuántos adelantos tecnológicos y biotecnológicos existen, pero no hemos encontrado cura para varias enfermedades y virus; tantos estudios y conocimiento en cuanto al comportamiento del hombre y siguen los ambientes bélicos, la violencia en todas las formas posibles.

No sólo me sorprendió la pertinencia de la frase sino que fue escrita en 1889 por Édouard Schuré, escritor, esoterista y musicólogo francés. Así es querido lector, 1889, quién lo diría. Schuré reflexiona acerca de lo que aquejaba a su tiempo, lo que veía en Francia y en Europa de aquellos días, una  nación amenazada por la anarquía y el materialismo.

Decía en la columna anterior que el tiempo no perdonaba, que pasa aunque no lo quisiéramos, y que pareciera que todo lo cambia y con esta aseveración de Édouard, creo que los que no hemos cambiado del todo somos nosotros. Cómo es posible que una aseveración de 1889 siga teniendo vigencia, eso querido lector, significa que poco o nada hemos aprendido.

Ya mencionaba algunas riquezas materiales que hemos construido y disfrutado, pero que también nos han dañado, porque así como hemos ganado comodidades, también hemos conseguido amenazas. Así como se han creado miles de medicamentos para curar enfermedades, también de los laboratorios han surgido armas biológicas y nuevos virus.

Es un triste desierto porque la viveza, espíritu y energía del alma, se nos ha hundido en las arenas movedizas de la monotonía o se perdieron en las tormentas de maldad que nos azota diariamente y que, probablemente, se secaron en el ardiente ensimismamiento.

¿Qué poco o mucho hemos enriquecido nuestra alma con lo que tenemos ahora?

El autor cree que el hombre puede aprender esa bondad y reproducirla o descubrirla dentro de sí para poder compartirla, pero la idea es que ha de ser para el bien propio y común. Schuré, retoma las buenas prácticas de aquellos que fueron ejemplo de bondad y grandeza, los maestros de la paz y el amor, a aquellos que gozaban de compartir las claves del bien vivir.

Además Schuré observa que La Religión y la Ciencia, estos guardianes de la civilización, han perdido una y otra vez su don supremo, su magia, la de la gran y fuerte educación. Tal vez en esto radique el desierto del alma; no hemos desarrollado las habilidades y conocimientos suficientes o no han sido del alcance de todos y no los hemos encaminado al bien. Además de los valores, creencias y hábitos que de igual modo se han ido transformando, adquiriendo menos valor en el desarrollo humano.

¿Cuándo el aprendizaje se tradujo en un número más que en habilidades y conocimiento? ¿Cuándo la religión se redujo tan sólo a un título, unos cuantas prácticas o un negocio?

El aprendizaje, la sed de conocimiento que hoy es saciada con contenidos chatarra, con mensajes malintencionados, aconsejados por ciertos intereses que sólo benefician a unos cuantos. Condicionados por la indiferencia, la segregación, la violencia; lo único que han hecho es desdibujar la bondad que hay o podemos adquirir.  La ignorancia y la falta de interés, ha causado bastantes problemas a la humanidad.

Y volvemos al paso del tiempo, lo rápido que parece se escapa de las manos, en la importancia que damos a lo momentáneo, lo efímero, sin realmente vivirlo y recordemos que es realmente importante, pues como escribió Octavio Paz, la memoria no es lo que recordamos, sino lo que nos recuerda. La memoria es un presente que nunca acaba de pasar.

¿En qué momento de la historia de la humanidad, hemos olvidado las bondades del ser humano, su grandeza de espíritu?

Espero que empecemos a traer a la memoria aquello que nos recuerda la justicia, el amor y la paz que tanto falta en el presente.

Fuentes:

Real Academia Española. (2014). Diccionario de la lengua española (23.a ed.). Madrid, España. Consultado en: https://www.rae.es/

Schuré, E. (1977). Los grandes iniciados. (2ª edición). Editores Mexicanos unidos S.A.

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