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sábado, septiembre 21, 2024

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2020 Otro año que se nos va

Ahora sí,  llega el final del año y el recuento (in)necesario de los logros y fracasos. En éste, pandémico, él único logro válido fue la preservación de la vida, mantenerse a resguardo, protegido en la comodidad de un hogar limpio, bien sanitizado, al que lleguen uno a uno proveedores y repartidores de alto costo per cápita, muy fácil si se tiene una cuenta bancaria disponible para ello.

Pero si, por el contrario, uno es del grueso sector poblacional que debe salir a trabajar, devengar un salario o forjar su propia leyenda, entonces, empieza el verdadero aislamiento; resultado de la franja divisoria de la pobreza o digamos de la sabiduría popular, pues poco a poco se van alejando de la conversación telefónica, sencillamente desapareciendo de su lista de contactos, de su cartera de posibles préstamos, de la lista de hermanos del alma, amigos de otrora, parientes irrelevantes, parásitos del trabajo, médicos en proceso de jubilación y otros individuos que, simplemente,  la tienen más sencilla y no deben (porque no deben) salir a ganar el sustento, y está bien, como en todo panal, hay obreras y zánganos y sólo una reina haciendo la miel para las larvas.

Decía que éste, es el año en el que se acabaron las formalidades, la bonita costumbre de mandar fotopostales desde algún lugar remoto de este país, con amplia sonrisa todos y el slogan disfrutando con la familia, por una ocasión, al menos, podremos tener santa paz, evitar las discusiones, comer a intervalos siempre y cuando se retire el cubreboca al ingerir los alimentos degustarlos, salvo o aquellos con síntoma de pérdida de sentido del gusto.

De los brindis, ni hablamos, sólo virtuales y ni quién se entere. Podría pasar por el fin de año perfecto para todos los que hemos pedido mesura en los regalos  y toma de conciencia de lo verdaderamente importante, si no fuera porque acecha afuera, la enfermedad mortífera, el contagio, la incertidumbre de la desaparición casi instantánea.

Creo que preferiría el mismo diciembre de cada año, con sus excesos y glorias, con ese discreto sabor a hipocresía, no éste con la posibilidad de la tristeza. Para lograr eso y volver a ser predeciblemente felices, aportemos más que ya falta poco. Quedémonos en nuestras casas, que a final de cuentas, la enfermedad Covid19, sólo  vino a ponernos en nuestro lugar.

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