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sábado, septiembre 21, 2024

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¿Germinó la semilla?

Una de las características de los grupos terroristas es buscar que sus atentados siembren miedo, ya que causa un impacto infinitamente mayor que el de las acciones mismas.

Los grupos fundamentalistas, que con una visión torcida del islam buscan la destrucción de la cultura occidental, son especialmente proactivos en utilizar las redes sociales para difundir su mensaje y captar nuevos adeptos a su causa.

Atentados como el de Orlando y esta semana en Niza plantean la existencia de un nuevo fenómeno dentro de esta oleada de barbarie: resentidos sociales que se esconden en un falso o superficial yihadismo para perpetrar crímenes que bien pueden ser calificados como locuras personales, pero que fácilmente se confunden con actos de violencia religiosa.

Hasta donde se conoce, Omar Mateen, mutihomicida de Orlando, estaba trastornado por problemas de orientación sexual que buscó encubrir hasta el último minuto con extravagante y superficial compromiso con la causa radical.

El caso de Mohamed Lahouaiej Bouhlel parecería mucho más claro, puesto que las primeras declaraciones de testigos le describen como un hombre violento, adicto a las drogas. No era un hombre que se presentará por la mezquita ni que cumpliera medianamente los preceptos del Corán.

Sin embargo, con gran rapidez gobiernos como el de Estados Unidos o Francia no han dudado en calificar sus acciones como actos de terrorismo, prácticamente sin dar posibilidad a que se trate de acciones de locura megalómana. Barack Obama y François
Hollande
no han dudado en hablar en términos de venganza en contra del Estado Islámico porque, sin un análisis profundo, han decidido que están detrás de estas acciones.

La facilidad con la que gobiernos de Occidente hablan de actos de terrorismo es para justificar sus acciones bélicas. Por lo menos les sirven de justificación moral.

No se trata de una forma nueva de actuar, puesto que tras los atentados del 11 de septiembre en las Torres Gemelas el gobierno de Estados Unidos acusó al de Irak de tener armas de destrucción masiva.

El informe Chilcot estableció que por lo menos para el Reino Unido fue un error participar junto con Estados Unidos en la campaña para derrocar a Saddam Hussein, ya que no existían tales armas de destrucción masiva.

En el caso de los grupos terroristas vinculados con el Estado Islámico, la lectura podría resultar un poco más compleja. En ninguna de estas acciones han reclamado la autoría de ninguno de estos atentados ni han hecho ver a estos hombres como merecedores de las huríes del paraíso.

Desde el punto de vista del fundamentalismo religioso, ninguno de estos hombres puede ser visto como un buen musulmán, así que no se han pronunciado en ningún sentido.

También podría interpretarse como que ha comenzado a germinar la semilla del odio en contra de las naciones de Occidente y comienzan a presentarse lobos solitarios que, por no ser miembros de una célula o grupo, son imposibles de detectar por los servicios de inteligencia de las naciones afectadas.

Establecer que se trata de actos terroristas o de locura particular no cambia el hecho de que, al final del día, se ha germinado la semilla del odio irracional con sus frutos de terror y venganza.

@kimarmengol

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