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sábado, septiembre 21, 2024

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¿Puede haber políticos honestos?

A sus 43 años, como síndico del ayuntamiento de Cuernavaca, Jesús Pastrana es un modelo de honestidad. Le enorgullece ser egresado de la Escuela Libre de Derecho y pertenecer al PAN.

Pero su matrimonio hace aguas. Se casó con una mujer de una clase social distinta a la suya y ella no está satisfecha ni con sus ingresos ni con su decisión de competir por la alcaldía de la ciudad. El malestar lleva a Jesús a buscar sexo en una zona de tolerancia, donde conoce a Leslie, un transexual del que acaba enamorándose.

Así comienza La doble vida de Jesús (Alfaguara, 2014), la novela más reciente de Enrique Serna. Se trata de un thriller vertiginoso, pero, también, de una acibarada reflexión sobre lo que significa ser político.

La vida a la que alude el título de la novela resulta obvia desde el principio: el servidor público con buenas intenciones, pero con una relación que debe mantener oculta para no suscitar la desconfianza de sus electores. Esto le da pie para emprender su tercera vida: la del político deshonesto.

Hoy acepta un donativo fuera de la ley y mañana hace una transacción indigna: para ganar requiere aliados… y estos tienen un precio. Jesús descubre que la vida pública no es compatible con sus sueños de bien común. Un político está donde está para representar los intereses de la facción que lo impulsó. Nada más. El discurso que elija para justificar su tarea —democracia, justicia, desarrollo…— da lo mismo.

Su relación con Leslie también lo impulsa a actuar al margen de la ley. Primero, la rescata de su vida miserable; luego, intenta que deje de ofrecer servicios sexuales. Para ello, la instala en su departamento —él vive en la casa que su mujer y sus hijos dejaron—, pero, al advertir que Leslie se escapa para talonear, al padecer una escena dramática tras otra, recurre a la extorsión para conseguir que la admitan en un exclusivo cabaret en el que ella siempre quiso bailar.

El asunto se complica cuando Jesús descubre que Leslie es hermano gemelo del jefe de uno de los cárteles de la droga que se disputan Cuernavaca. Éste reclama el apoyo de su “cuñado” y cuando Jesús está a punto de perder la elección frente a Arturo Iglesias, el encopetado candidato del PRI, la actriz Alhelí, novia de Iglesias, revela ante un popular programa televisivo que éste la golpea. Ese mismo día se da a conocer que el hermano de Leslie ha muerto. Pero ¿de veras murió? Jesús va descubriendo, poco a poco, la verdad. Esto lo llena de amargura y rencor.

El libro se lee de un tirón. Todo parece sacrificado al ritmo. Algunas escenas constituyen lugares comunes —la infiltración del narco en Cuernavaca– y otras resultan inverosímiles, como el secuestro exprés que sufre Jesús, estando dentro del restaurante de La india bonita, mientras sus guardaespaldas le esperan afuera. Tampoco es creíble que un cártel mande dinero sin que el beneficiario sepa quién lo envió y para qué.

Lo que hace tan recomendable esta novela es el retrato de la escena mexicana en el siglo XXI, así como, repito, la oportunidad para explicar al lector por qué la política no es un tema de ideales: son los intereses de cada grupo los que la moldean y determinan.

En este contexto, discursos y actores son, todos ellos, prescindibles. Quien no lo entienda, no puede dedicarse a esta actividad. Al menos, esto es lo que sostiene uno de nuestros más competentes narradores. Y lo sostiene con una historia contundente y bien cincelada.

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