04 de Abril de 2016
Habrá que poner de cabeza la Constitución que saldrá del notable horno del jefe de Gobierno de la CDMX. Esto no es una simple actitud contestataria, sino que corresponde a lo que previsiblemente contendrá ese documento. Lo esperable es que refrendará la actual estructura política concentradora de facultades y funciones en el gobierno central y mantendrá a los gobiernos de las alcaldías como órganos subordinados, descentralizados y dependientes, financiera, y presupuestalmente, del centro. Así, se mantendrá viva la contradicción de alcaldes electos por la ciudadanía, pero cuya dependencia presupuestal y administrativa del gobierno central los hace rehenes del centralismo y sin capacidad para responder, prioritariamente, a las exigencias y demandas de su electorado.
Esta situación crea un conflicto para los alcaldes: al priorizar al gobierno central por encima de su electorado, se vuelven rápidamente impopulares en su territorio. Esto establece las condiciones para que, cuando exista la reelección, muchos no serán votados para un segundo periodo de gobierno.
La estructura política de la administración pública capitalina debe ser replanteada a fondo. Se requiere una reingeniería orgánica completa para lograr una nueva definición funcional del gobierno, donde prive el criterio de la redistribución más amplia de la toma de decisiones. Y donde se incluya un servicio civil de carrera que atienda las necesidad de la ciudad. Adicionalmente, se tendrán que cambiar, radicalmente, los criterios para la distribución del presupuesto capitalino.
Mientras hoy el gobierno central ejerce 80% del presupuesto, y las alcaldías 20% restante, esa proporción deberá cambiar a, por lo menos, 50%-50%. Ese hecho, en sí, será una revolución en la ciudad.
A la par de lo anterior, deberán replantearse todos los instrumentos y mecanismo actualmente existentes para diseñar e instrumentar el modelo de desarrollo urbano de la ciudad, con todos sus temas sucedáneos: usos de suelo, movilidad, planes de desarrollo urbano de las alcaldías, planes parciales y las reglas para su aprobación.
Por último, es indispensable conceptualizar de otra forma la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones. Deberemos transitar de la cultura participativa marginal, poco importante y no-vinculante a la de la cultura de las decisiones vinculantes que partan de una comunidad incluyente y participativa. Para ello, la Constitución deberá concebir a la comunidad participante como un poder instaurado, al igual que los otros tres: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
De concretar la inclusión de estos elementos en la Constitución, se le pondrá de cabeza la lógica con la que sus redactores pondrán su texto ante el jefe de Gobierno. El sentido general del texto es el de la restauración, no la transformación. Es el de la manutención del estatus en la ciudad.
Que todo, aparentemente, cambie para que no cambie absolutamente nada.
De ahí que el papel de este independiente en la Asamblea Constituyente será el de buscar que la lógica restauradora que subyace en el texto sea puesta de cabeza y revisada a fondo para que la oportunidad que ofrece el hecho de redactar una Constitución en la Ciudad de México sea aprovechada al máximo en beneficio de los habitantes de la ciudad, y no solamente en favor de la capa gobernante de la capital.
Twitter: @rpascoep
Facebook/RicardoPascoePierce
————–
Si deseas ver el contenido completo o mas dale click en el enlace de abajo.
Post y Contenido Original de : Excelsior
Poner de cabeza a la Constitución
—————–
La entrada Poner de cabeza a la Constitución aparece primero en La Tlayuda News.
————–
Si deseas ver el contenido completo o mas dale click en el enlace de abajo.
Post y Contenido Original de : La Tlayuda News
Poner de cabeza a la Constitución
—————–
