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Querido y aguzado lector, esta semana nos sorprendió una vez más el tuit de una diputada federal en la que decía algo así: … me encanta que ardan mis tuits. Esto ante la polémica que desató después de que publicara un video en la plataforma de Tik tok en el que se mostraba fumando una pipa para marihuana. Posteriormente aclaró que no tenía nada la pipa pero la plataforma no lo indagó y le cancelaron la cuenta.

Las redes sociales se han convertido también en medios de expresión en estos tiempos de encierro; las plataformas han servido no sólo para divertir, también algunos los han ocupado para compartir información; maestros han ocupado estos espacios para que de forma didáctica, sus alumnos aprendan, también las figuras públicas  han aprovechado estos espacios que llegan a miles de personas de todas las edades.

Cuando digo figuras públicas me refiero a las personas que se han destacado en algún área, por ejemplo los atletas que obtuvieron alguna presea, algunas personas que por su preparación académica o profesional obtuvieron algún tipo de reconocimiento e influencia en cierta porción de la sociedad, o los trabajadores públicos que están bajo la mira de aquellos a quienes representan. Y es de estos últimos a quien quiero referirme, pues han olvidado la calidad y compromiso que conlleva el representar a la población.

Tomemos el caso de estos actores políticos, servidores públicos que por querer darse a notar y de alguna manera conectar con la gente a través de estas plataformas de gran alcance terminan por devaluar su investidura y dejan mucho qué pensar acerca de su desempeño en el trabajo.

Ciertamente el ser humano puede ser multifacético, ser muy profesional y responsable en su trabajo, pero también puede ser divertido en otras áreas de su vida como ser un atleta, un artista plástico o una persona que disfruta de su familia, etc.

El problema sucede cuando no existe concordancia con su desempeño laboral y lo que dejan descubierto en las redes sociales o en lugares públicos. Por ejemplo; aquellos que han utilizados los recintos de trabajo para hacer sus contenidos cómicos o para entretenimiento y entonces lejos de hacer un puente de encuentro con la sociedad, sólo están generando un mensaje equivocado en la audiencia, pues relacionarán el recinto y la investidura de quien lo presenta con lo divertido o vano y entonces demeritan y olvidan lo importante y serio del lugar y de quien se muestra.

Qué tal de aquellos servidores públicos que olvidan su honorabilidad y terminan comportándose contrario a lo que representan; por ejemplo los policías que fueron descubiertos teniendo relaciones sexuales en el lugar de trabajo.

Probablemente para muchas personas parezca risorio o sin importancia estas observaciones, pero hay que poner atención en cómo este tipo de acciones, que generan reacciones en la sociedad, son poco favorables; como en el caso de los políticos, ya que cada vez se permite que las personas que aspiran a esos cargos no tengan ningún tipo de preparación y sólo por cierto reconocimiento llegan al escaño o en lo que respecta a aquellos que están para salvaguardar las reglas de convivencia y orden en la sociedad, cada vez sean menos respetados a causa de sus acciones contradictorias que les quitan autoridad moral y civil.

Y no se trata de señalar únicamente a servidores públicos sino en general a aquellas figuras que se han ganado un reconocimiento en la sociedad, que me parece deberían aprovechar esos espacios, para replicar mensajes de paz, amor, inclusión, respeto; todos los valores que hoy nos faltan por reforzar para conseguir ambientes más sanos para vivir y que en estas personas resultan más impactantes o de mayor impacto.

Tampoco se trata de censura o cancelación, creo que vamos más allá en términos de tolerancia, inclusión; esto es más un tema de quién, cómo y en qué momento se muestra y hace lo que hace.

Rectitud, honestidad, ser intachable son cualidades que pueden ser difíciles de alcanzar, pues nuestra humanidad es falible, pero tampoco son imposibles. No olvidemos que son cualidades que deben tener aquellos que están representando a la sociedad y que además, han decidido ofrecer su vocación de servicio a los demás o al menos hacer lo mejor posible.

Y no se trata de un problema de ahora, es un problema que hemos venido arrastrando desde hace muchos años, en los que figuras públicas hacen y deshacen de su investidura y de paso de su persona; digo que es un problema porque esto va mermando la capacidad de asombro del espectador, pues los desatinos de estas personas van desgastando la imagen que se tenía de ciertos personajes de la vida pública y que esto influye a la hora de elegir a los futuros sustitutos, pues los filtros, estándares y exigencias para elegir a los mejores en términos de preparación y vocación de servicio, se ven afectados por los antiguos antecedentes.

Pero confío, querido lector, en que muchos de nosotros exijamos más y no caigamos en el dicho es que así son todos. Recordemos que no, así no deben de ser y también que de nosotros depende de que estas personas respondan a las características necesarias para cumplir con su cometido de servir con integridad.  Pues si nosotros exigimos a sus servicios, también nosotros como ciudadanos tenemos obligaciones morales y civiles que nos corresponden cumplir.

Recuerda que cuando abandones esta tierra, no podrás llevar contigo nada de lo que has recibido, solamente lo que has dado:

un corazón enriquecido por el servicio honesto,

el amor, el sacrificio y el valor.

San Francisco de Asís