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Bienaventurados los pobres, ya que de ellos será el reino de los cielos

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Bienaventurados los pobres, ya que de ellos será el reino de los cielos

Si bien no haya dicho estas palabras, el gobierno de Andrés Manuel  López Obrador, desde su primer campaña presidencial, había postulado la opción de “Primero los Pobres” como su principal bandera política, junto a la intención de  acabar con la corrupción, el principal flagelo de México, que, junto a la pobreza y la pobreza extrema, han constituido el principal baluarte de casi todos los gobiernos revolucionarios  y pos-revolucionarios sin presentar éxitos sustantivos en esta lucha más que reducciones de décimas que los cambios de gobierno, las crisis, y las devaluaciones echan en saco roto las luchas que los distintos sexenios han desarrollado tanto los presidentes salidos del PRI, como los dos gobernantes del PAN.

La gran palanca de este proceso fue con anterioridad la inclusión de  México como país  productor y exportador de petróleo, primero con López Portillo, que invitó a la población a “administrar la abundancia” derivada de la exportación del petróleo que en los años setenta era deficitaria, pero que partir de descubrimientos de  nuevos yacimientos en la sonda de Campeche y en el estado de  Tabasco, como el yacimiento de Cantarell, se logró llegar a producir hasta tres millones de barriles diarios.

Esta  producción permitió hasta mediados del inicio del siglo XXI que el gasto público y que la corrupción dentro y alrededor de PEMEX fuera el principal botín en la economía mexicana, ya que los precios en algunos años llegó a 100 dólares por barril, sin embargo, pese a esto, solo hasta ahora con el gobierno de Peña Nieto, -en el caso de Emilio Lozoya-,  toda esta riqueza petrolera no sólo se fue, sino que no se expandió la producción ni se encontraron nuevos yacimientos que permitieran mejorar la producción.

Es probable que uno de los motivos para la llegada de AMLO  al poder es la enorme corrupción que hay en México y en como las  élites tradicionales han hecho de todo para no sólo criticar sino impedir los planes de López Obrador. 

Sin embargo, las buenas intenciones y la improvisación han sido una de las características principales del gobierno de AMLO, que ya sin las palancas de las exportaciones petroleras intenta redistribuir un ingreso que ya no existe,  ya que no existen las fuentes de riqueza que había antes, pues si éstas aun estuvieran él no hubiera llegado al poder, pues el hecho  de que él haya sido electo no se debe a que la población haya reflexionado acerca de la necesidad de que finalmente llegara el reino de Dios en la Tierra.

Esta amplia digresión acerca de las fuentes de la riqueza y su relación con las bienaventuranzas viene a cuento con las intenciones  que ha mostrado AMLO de intentar revertir la pobreza en México, y de redistribuir el ingreso aun cuándo las fuentes del mismo disminuyen no sólo por la crisis económica que se ha generalizado en el país derivado del capitalismo primitivo y salvaje que hay, en donde la búsqueda por la rápida ganancia lo caracteriza, empero, si el gobierno comienza un proceso en donde se acentúa la confrontación con el capital, que a partir de las pandemia del  coronavirus se ha ido acentuando, y el empecinamiento del presidente tal vez con justa razón de defender sólo a las grandes mayorías  frente a la crisis económica que se avecina, y que ya está entre nosotros, y la propuesta de palearla con más de los mismo, es en gran parte de estas medidas que este fin de semana fue propuesto por AMLO su decálogo, con el cual pretende reiniciar el crecimiento y la recuperación económica, muchos de los cuales son buenas intenciones sin una propuesta  concreta mediante la cual se pueda aterrizar en la consecución de sus planes, ya que gran parte de ellas no son más que buenos propósitos, como la de crear 2 millones de empleos. Si  tal cantidad no se logro cuando habían los recursos y no había crisis económica como la que ahora nos encontramos, entonces tal cosa es poco probable y más bien retórica. 

O bien, la de acabar con la corrupción o el establecimiento de un estado de derecho. Es decir, el presidente no es el mago Merlín, ni tampoco tiene una varita mágica que le permita decir que sus deseos se vuelvan  realidad, así que entre la retórica y los deseos presidenciales  encontramos una gran distancia que muestra día  con día que  el discurso de AMLO no varía cosa que ya nos había enseñado en los debates presidenciales en donde mostró  que no se apartaría de sus propuestas y de sus ofertas.

En aquél entonces como ahora nos encontramos que pese al Covid-19 no hay intención  ni voluntad de alejarse de él.

Así como su discurso filo-ideológico en donde propone al pueblo como demiurgo y la fuente de todo saber, la cultura  tradicional, la familia mexicana como  nuestras fuentes, el agua de horchata, los tacos, la salsa, el arroz con leche y  toda la sapiencia de la medicina tradicional que podemos adquirir con la abuelita y en el mercado de Sonora.

Sin menospreciar estas fuentes de saber de la cultura y el sentido común, todas las epidemias  que han sucedido en México no  fueron curadas por el saber y la cultura tradicional que si bien propone y proporciona distintas estrategias de sobre-vivencia  para los miembros de la sociedad, que sin estos conocimientos no podrían sobrevivir; esta cultura es insuficiente frente a enfermedades, cambios y transformaciones que la cultura tiene o debe adaptarse.

El “pueblo bueno” debe aprender a vivir bajo la sana distancia, entender que las recetas para otro tipo de enfermedades no sirven en ésta o que los ataques a los médicos o a los funcionarios de la salud o cualquier  actividad no resolverá la epidemia.

De la misma manera el gobierno de AMLO bajo la idea de economía moral propone que con el ejemplo,  tanto delincuentes, como funcionarios, o la población en general, asumirá  el nuevo catecismo que se expresa como hemos dicho de buenas intenciones, de ahí que AMLO en sus intento de acabar con la política neoliberal está creando una política liberal que postula la disminución del Estado que quiere gastar recursos  en fomentar la demanda de una parte de la sociedad que no produce, sino que consume, y que si las actividades productivas y de servicios se encuentran en riesgo,  no solamente con el rescate de los pobres  y la pobre PEMEX llegaremos al  reino de los cielos.

Si el rescate a PEMEX, el gasto  y los programas sociales, la construcción de la terminal aérea de Santa Lucia, la refinería de Dos Bocas  y el Tren Maya y ya mismo la entrada en vigor del T-MEC, no seran suficientes aunque no sea deleznable para que la economía mexicana crezca ya que es imponderable que la iniciativa privada, estos capitalistas neoliberales inviertan y crean los empleos que el estado no puede crear y que si el año pasado sin coronavirus la economía no creció es muy posible que ahora esto no sucede aun yendo a bailar a Chalma.

Murilo Kuschick[1]
[1] Profesor-Investigador, Departamento de Sociología, UAM-Azcapotzalco, [email protected]