Hay 5000 ancianos japoneses en la cárcel, el 20% total de reclusos, que cometieron delito por romper el vacío de una soledad no deseada, o porque la jubilación no les alcanza para sobrevivir.
No en vano, es el país del mundo con la media de edad más elevada del mundo. El fenómeno es mayor entre mujeres: un 75% de las ancianas que eran detenidas por robos vivían solas y confesaban no tener familias, no tener relación con ellas o no tener a nadie que les ayudase.
“La prisión es un oasis para mí, un lugar para la relajación y la comodidad. No tengo libertad pero tampoco tengo nada de qué preocuparme, hay muchas personas con las que hablar” cuenta una.
Yuki Shinko, investigador y autor de un libro llamado Old People Underworld, dice: “Si te arrestan, todavía tenés un techo sobre tu cabeza, te dan de comer tres veces al día y te hacen chequeos de salud. Salen ganando”. Además, dentro de la cárcel siguen cobrando la pensión, por lo que incluso pueden ahorrar algo de dinero.
Antes era tradición que los hijos se hiciesen cargo de sus padres, pero la falta de oportunidades económicas llevó a muchos jóvenes a mudarse, con lo que los padres se tienen que valer por sí mismos, aislados y sin encontrar un lugar en la sociedad.
Recordemos que en 2013, Taro Aso, responsable del área económica del país, pidió a los ancianos con cuidados paliativos que “se den prisa en morir”. “Yo me despertaría sintiéndome mal sabiendo que todo está pagado por el Gobierno”, dijo.