“Alemania pagará”. El leitmotiv francés que quedó reflejado en el Tratado de Versalles resume las ilusiones de los vencedores sobre el estado de Europa tras la Primera Guerra Mundial, ignorando el derrumbe político, económico y moral de un continente que llevaba siglos dominando el mundo.
Al final del conflicto, los pueblos europeos estaban exhaustos, y la tentación revolucionaria, inspirada por el ejemplo ruso, se propagó en 1919, especialmente en Alemania y en Hungría. Esos intentos se prolongaron durante tiempo y fueron reprimidos con dureza, del mismo modo que las huelgas que estallaron en Francia y en Italia.
La Rusia bolchevique sí logró asentar su poder tras una despiadada guerra civil, antes de caer, primero, en un totalitarismo implacable bajo la férula de Stalin y de formar un bloque enfrentado a Estados Unidos durante medio siglo de Guerra Fría, a raíz de la Segunda Guerra Mundial.
– Tierra fértil para los totalitarismos –
Pero a corto plazo fue sobre todo el Tratado de Versalles, firmado el 28 de junio de 1919, el que tuvo graves consecuencias al golpear moral y económicamente a Alemania.
La conferencia de Londres de 1921 impuso a Alemania el pago de 132.000 millones de marcos oro a los Aliados, principalmente Francia, como reparaciones de guerra. Los alemanes se indignaron con las exigencias de los vencedores y no pudieron cumplir con sus obligaciones. Para obligarlos a pagar, las tropas francesas ocuparon en 1923 la región del Ruhr, en el oeste, y el país se hundió aún más en el caos económico, la hiperinflación y, sobre todo, el rencor.
Un agitador llamado Adolf Hitler encontró en aquel contexto un terreno fértil para alcanzar el poder 10 años después, antes de volver a llevar a Europa a una guerra devastadora.
El fascista Benito Mussolini alimentó en Italia las mismas ansias de revancha y de grandeza, mientras, al contrario, en Francia y en Reino Unido, la guerra había arraigado un pacifismo que explica la parálisis de las democracias europeas ante Hitler.
Los tratados de paz no sólo afectaron a Alemania, sino que dibujaron un nuevo mapa de Europa y de Oriente Próximo, dividiendo los imperios vencidos y sentando las bases de futuros conflictos entre nuevas naciones, desde los países bálticos hasta Turquía, pasando por Yugoslavia y Checoslovaquia.
El Imperio otomano, que agonizaba desde el siglo XIX, se disolvió en beneficio de los vencedores, y las promesas contradictorias británicas a los árabes y los judíos fueron el germen del futuro conflicto entre Israel y los palestinos.
– La dominación de Estados Unidos –
Aunque el prestigio político de los principales vencedores, Francia y Reino Unido, pareció alcanzar su apogeo en 1919, no impidió el ascenso internacional de Estados Unidos, que se afirmó como la principal potencia económica, militar y política del mundo occidental en las décadas siguientes.
El conflicto también dejó una Europa agotada en el plano demográfico. Cerca de 10 millones de soldados murieron, 20 millones resultaron heridos y decenas de millones de civiles fallecieron víctimas de las masacres, el hambre y las enfermedades, sin contar las consecuencias de la gripe española en 1918 y 1919.
La guerra también causó millones de inválidos, viudas y huérfanos.
– La emancipación femenina –
Las mujeres desempeñaron en todas partes un papel fundamental en el esfuerzo de guerra, sustituyendo en las fábricas y los campos a los hombres que se encontraban en el frente.
Muchas de ellas descubrieron en aquel momento el placer de la emancipación. Aunque la mayoría regresó a las tareas domésticas tras la desmovilización de los hombres, obtuvieron el derecho al voto en varios países como Alemania, Austria o Reino Unido. Las francesas fueron de las pocas que tuvieron que esperar hasta el final del siguiente conflicto, en 1944, para poder votar.
Las masacres de la guerra dejaron asimismo una huella inolvidable en artistas e intelectuales, atormentados por las atrocidades de las que fueron testigos. El dadaísmo, nacido durante el conflicto, y el surrealismo se difundieron en la poesía, la pintura y la literatura, en países como Francia, Bélgica y Alemania, como un exorcismo frente al horror.
En las ciudades la juventud expresó su enorme hambre de vivir, de reír, de protestar. Fue la época de los “años locos” en París, mientras que en Berlín, los pintores y escritores trataban de olvidar su triste día a día en fiestas nocturnas que duraban hasta el amanecer.
Con información de AFP
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Source: Infobae