El dicho “la curiosidad mató al gato” no es difícil de entender cuando se convive con uno. No hay nada a lo que no se acerquen con su nariz a oler o con sus enormes ojos a ver. Y los perros, aunque no tan cautelosos como los gatos, también ponen su hocico donde no les corresponde. Y, en muchos casos, acercarse a donde uno no debe termina en algún accidente o enfrentándose a algo doloroso.
Este perro sintió curiosidad cuando -mientras dormía en el jardín de su casa- vio algo moverse entre las plantas. Inocentemente, pensó que se trataba de algún amigo canino que iba a jugar con él. No hizo más que acercarse un poco para que el puercoespín entrara en modo de defensa y abriera sus púas, las cuales terminaron incrustadas en el rostro del pobre perro.
“Al contrario de lo que se cree, los puercoespines no ‘lanzan’ púas desde su cuerpo. Si un perro se acerca, el animal piensa que debe defenderse y mueve su cola. Las púas se salen con facilidad y terminan por pegarse a la cara del perro”, explicó la veterinaria Jennifer Gorman del centro de atención médica DoveLewis.
Recomienda que si ven un perro en esta situación, acudan de inmediato a un experto. “Las púas tienen unas pequeñas puntas, como las de una caña de pescar, que hacen difícil de ser sacadas y quedan muy dentro del músculo o tejido del perro. Intentar quitarlas sin ayuda médica, un sedante o relajante puede ser muy doloroso para el perro y además pueden infectarse”.
Quitarlas puede tardar varias horas dependiendo de la cantidad y siempre se recomienda reducir la movilidad del canino en el viaje al veterinario mientras tenga las púas incrustadas.
La recuperación al menos es rápida y mientras no haya una infección, en unos días estaré como si nada. Siempre y cuando no se metan donde no deben.
Source: UPSOCL