Me encontraba aburrido en un hostal de NY una noche de diciembre. Tomé mis discman, les puse el “Standing on the Shoulder of Giants” de Oasis y salí a caminar por Brodway Av. Después de varias calles recordé que en esa ciudad el Metro funciona las 24 horas, me metí en la estación más próxima. El “Subway” de noche es muy distinto al de día, los trenes pasan con menor frecuencia y lo hacen con poca gente, la mayoría de esa gente no la ves de día por ningún lado: prostitutas, trasvestis, yonquis, rateros. Recuerdo la conversación de un par de trasvestis hispanos, probablemente de Puerto Rico, que se decían entre sí “papi” todo el tiempo.
Bajé del tren en la estación de Times Square, tenía la intención de visitar la Virgin Records, pero al llegar me di cuenta que la tienda cerraba a las tres am y ya eran casi las cuatro. Seguí caminando por Broadway escuchando “Roll it Over” hasta que un negro con una chamarra enorme me detuvo y me dijo algo que no oí por los audífonos. Me hizo una seña muy extraña con sus manos: hizo un círculo con los dedos índice y pulgar de su mano izquierda mientras penetraba aquel círculo de aire con el dedo índice de su mano derecha. Me pareció muy absurdo, me quité los audífonos y le pregunté what? “wanna have some fun?”, me respondió. Notó entonces mi cara de terror (creí que ese cabrón quería follarme) y me explicó que el “conocía a algunas damas de la noche” que podían ayudarme si me sentía “solo”. Respondí que no estaba interesado. Cuando me iba me preguntó si me gustaba la mota, que tenía buena mota para venderme.
Le di la espalda y volví al Metro, cuando miraba la lista de estaciones en las que se detenía el tren a esas horas (el Metro de Nueva York es un caos absurdamente complicado), noté que le tapaba la visión a un tipo güerejo, me hice a un lado para dejarlo ver y me preguntó si yo era de NY, le respondí que no, pero si quería podía ayudarle a llegar a algún lado (yo ya llevaba ahí un rato y entendía bien esa maraña de líneas y estaciones). Me respondió que lo que buscaba era un bar, me preguntó si habían algunos abiertos a esa hora en el “uptown”. Entonces le dije que allá arriba ni le buscara porque yo venía de allá (Bronx, Harlem) y no había nada abierto, que por eso estaba ahí en Times Square, esperando que algo sucediera.
De pronto llegó un tipo muy alto y rubio, de esos hombres con espaldas anchísimas y expresión de enfado, más como un toro que un hombre. Le dijo al primero con el que hablaba algo así como “she´s gone!” y noté que quería llorar. Luego el grandulón subió las escaleras del metro y el güero me explicó que aquel hombre/toro era su mejor amigo, que iban a celebrar su cumpleaños pero se peleó con su novia. Bajó entonces el grandulón y dijo algo así como “¡al carajo con ella, vamos a embriagarnos!”. Me agradó su actitud y salimos los tres en busca del bar más cercano.
No habíamos caminado dos calles cuando el hombre/toro se arrepintió, dijo que le daba remordimiento enviarla al hostal sola, temía que Nueva York se la fuera a comer viva. Entonces se volvió al Metro y quedamos solos el güero y yo, buscamos bares en cada calle y avenida ¿qué le pasa a esta pinche ciudad, no que no duerme?
Caminamos hasta encontrar un bar abierto, el único que encontramos se llamaba “Circus”, a la entrada nos detuvieron un par de tipos corpulentos, uno era bastante viejo y canoso, pero igual de musculoso y encabronado que el otro. Nos gritó: YOU’RE NOT GOING ANYWHERE UNTIL YOU DONT SHOW ME YOUR I.D! El güero le mostró su licencia de conducir donde decía que sólo tenía 20 años, le explicó que cumplía los 21 el mes próximo, el viejo gruñó y lo dejó pasar. Yo les mostré mi credencial de elector, no entendieron nada de lo que decía ahí pero me dejaron pasar.
Atendía la barra una mujer rubia de mi estatura o quizás más alta, con ojos azules y una blusa negra escotada. Me entretuve viendo sus senos hasta que el güero me interrumpió con un codazo, me preguntó qué quería beber, pedí una cerveza y él otra, cuando trató de pagar con su tarjeta, la rubia le dijo que era un bar de puro “cash”, entonces tuve que pagar con billetes, el güero me sugirió que le diera dos dólares extra a la chica como propina y luego salió a fumarse un cigarrillo. La bartender me agradeció la propina y me dijo: thanks, this helps me pay for my therapy. Me reí y platicamos un poco sobre psicólogos, me imaginé lo mucho que le jodería a uno la cabeza ser una mujer guapa y tener que atender a borrachos libidinosos toda la noche todas las noches.
Luego volvió el güero y empezamos a platicar, yo pedí más alcohol, él insistió en que probara un coctail que llevaba el nombre de un pirata, ambos pedimos aquella bebida (no recuerdo su nombre) y empezamos a platicar, resultó ser que él también quería ser escritor. Por supuesto hablamos de Dostoievski y Hemingway, de Conrad y de Dickens, mientras las copas seguían llegando. Ambos coincidimos en que Chuck Palahniuk es el mejor escritor contempóraneo de E.E.U.U. para entonces ya estábamos bastante bebidos, la chica de la barra me traía los tragos bien cargados y hasta me regaló un par de cervezas. A las 4:30 nos corrieron de ese lugar porque empezamos a gritar canciones que poníamos en la rocola y el lugar estaba casi vacío.
Volvimos a caminar solos y ebrios por las calles de Manhattan, nos detuvimos en una tiendita que abría toda la noche, el güero compró otras seis chelas, al salir me encontré a un negro que caminaba alegre por la acera, le regalé una cerveza y se nos unió. Ahora éramos tres vagos perdidos en Nueva York, el negro y el güero hablaban entre ellos y yo poco a poco dejaba de entender el inglés a causa del alcohol. El negro era mucho más extrovertido e interesante que el güero, con él platicaba de dónde podía conseguir drogas, de jazz y la vida bandida; el negro se embriagó demasiado rápido (creo yo que quizás ya estaba drogado desde antes que lo encontráramos), entonces sacó de su bolsillo una reluciente pistola plateada, me inspiró miedo el hecho de que se viera tan bella a la luz de la luna, el negro sonrió y sus ojos y sus dientes brillaban aún más que el arma, la blandió en el aire con su mano derecha y luego apuntó a mi cara con ella.
Había suficiente alcohol en mi sangre para no sentir miedo, sonreí y le quité la pistola de la mano, la observé, jugué con ella un poco, sentí su hermoso peso en mis manos, sentía que su reflejo me iluminaba la cara, era tan bella aquella arma. El negro notó mi fascinación y me dijo que estaba buscando a quien robar, que necesitaba cash, inclusive me confesó que iba a robarnos a nosotros (al güero y a mí) cuando le ofrecí la cerveza. El güero se asustó mucho cuando el negro sacó su hermosa pistola de su bolsillo, casi se tira al piso y se cubre la cabeza, como pude le dije: relax, he is not gonna hurt us…
Caminar por las oscuras calles de Nueva York, borracho, con dos desconocidos y una pistola en la mano, era todo demasiado perfecto, no podía yo creerlo. Para comprobar que era verdad, e inspirado por el valor que sólo da el alcohol, apunté la pistola al cielo y tiré del gatillo.
El rugido del arma me abrumó, creo que incluso me devolvió a mis cinco sentidos, es el mismísimo sonido de la muerte, no es un BANG! es más como un PLONG! aplastado, una diminuta explosión que sale de tu mano. El güero, que para entonces ya tenía bastante miedo, echó a correr y jamás lo volví a ver. El negro por el contrario, me empujó y me tiró al piso, me gritó histérico: YOU FUCKING MORON! I SHOULD KILL YOU! Me quitó la pistola de la mano y me ayudó a levantarme, entonces volvió a gritarme: WE GOTTA GET THE FUCK OUT OF HERE!
Echó a correr y yo lo seguí. El balazo al aire, la vibración que casi lastima mi mano y el ron me hicieron entrar en una especie de frenesí enfermizo, corrí sin sentir mis piernas ni mis brazos, en un instante me dio por cerrar los ojos y vi los más hermosos fractales de colores en mi cabeza. Cuando abrí los ojos había perdido de vista al negro, que se fue con todo y su hermosa pistola. Encontré entonces una estación de Metro y entré, me quedé dormido camino a mi hostal, cuando salí del subway ya estaba amaneciendo; al llegar a mi hostal pagué mi cuenta y me fui al aeropuerto, esa misma noche tomé un avión a Londres (sólo 100 dólares por Air India).
Jorge Alva